Darío Sztajnszrajber : Fin de año

“Me desperté de pronto en medio de mi sueño, pero solo para tomar conciencia de que estaba soñando, y que necesitaba seguir soñando para no morir…”
Nietzsche

El final. Hay un único final, el resto es literatura. Hay un único final que no es este, ni aquel, ni ninguno de los finales. Hay un único final que no es narrable; el resto son narraciones, relatos, cuentos, cuentas. Contar, ese provocativo verbo que disuelve la frontera entre lo cualitativo y lo cuantitativo, y nos exige insistir en la distinción entre lo conveniente y lo inconveniente, entre lo que rinde y lo que rindiéndose sin embargo triunfa. No se puede ganar siempre: esa es la clave del juego de los triunfos y las derrotas. O peor; esa es la clave para comprender que si hay un sentido, debería exceder el juego de los triunfos y las derrotas. Pero uno cuenta sus cuentos dando cuenta de lo contable, perdiendo así la dimensión silenciosa de los relatos. Esa dimensión que no cuenta, pero hace la diferencia: se extraña lo que se sabe que no cuenta. Toda nostalgia por los relatos se vuelve un nuevo relato. Toda nostalgia por lo contable reproduce la misma matriz de la que se pretende una diferencia. Y sin embargo, hay una nostalgia que no va para atrás. Ni para adelante.

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En realidad no va, sino desarma. Algo se desarmó. Algo que excede. Va más allá porque está más acá del más acá. Excede personas, instituciones, promesas. Algo se desarmó evidenciando que cualquier algo puede desarmarse. Tal vez esa nostalgia sin tiempo tenga que ver con esta conciencia del desarme. Es que sin armas, el poder se estrella en sus propias definiciones. Y al revés, poder contra poder, gana el poder. Pero al final no se trata de lo que se puede, de lo posible, sino de lo imposible. Por eso no es el final. Nunca es fin de año porque el único final posible es el final imposible. El verdadero final, que es único.

El verdadero fin de año es el fin de los años, el fin de los cuentos, el fin de las cuentas. Mientras, hay un planeta que gira alrededor de una estrella y que no sabe de calendarios, ni de comienzos ni de finales. Nunca hay un final para lo que gira porque tampoco hubo un inicio. El planeta no sabe de cuentos, ni de cuentas. Solo gira, volviendo eternamente a realizar el mismo giro. Una piedra suelta en un universo de piedras sueltas, donde vaya a saber por qué se produjo algo que en su devenir evolutivo creó sentido. Un por qué tan imposible como imposible es que el sentido explique el final, o el inicio (que es lo mismo). Una piedra que en algún momento, creemos, explotará o implotará, y llegará el verdadero final, ese imposible. Y entre tanto, todo este resto de finales no son más que restos, o sea literatura.

O sea, relatos que intentan explicar sentidos y que provocan cambios. O no. Pero por lo menos, provocan. El ser humano, ese animal que se narra a sí mismo. Y que provoca que el año tenga un sentido que exceda a la piedra girando alrededor de la estrella. Un sentido donde al final de cuentas, se pueda hacer un balance y contablemente definir: ¿hubo sentido o no hubo sentido? Pero que nunca pueda hacer estallar la pregunta y comprender que toda narración tiene sentido si se la reescribe todo el tiempo, si se mueve, e incluso si se niega a sí misma.

Ahí reside el poder imposible: en provocarse a sí mismo e ir tan a fondo donde no hay fondo para desfondar todo sentido. Si el resto es literatura, se trata de hacer literatura de los restos. Un resto es lo que queda, aquello que a pesar de todo infructuoso intento aun permanece, en un vacío con más contenido que cualquier plenitud, en un silencio que desborda toda voz, en una fuerza que es más fuerte porque debilita toda fuerza. Los fuertes absolutizan los finales, y por ello absolutizan los inicios. Y creen que están cambiando el mundo. Incluso cuando sostienen con tanta fortaleza que el mundo ya no puede ser cambiado. Los fuertes celebran fin de año como si fuera el final, o el inicio (que es lo mismo). El resto es literatura. El resto no cambia el mundo: crea mundos. Muchos mundos, como tiene que ser el mundo: muchos y ninguno. Cuenta sabiendo que cada cuento cuenta en la medida en que no cuenta. Descuenta. Interrumpe la cuenta. Juega, sabiendo que todo es juego. Sueña, sabiendo que todo es sueño y que no se puede sino seguir soñando. Celebra fin de año sabiendo que no es el final.

El resto no trata de personas, ni de instituciones, ni de promesas. Es un resto. Es la piedra que gira un año más, descontando los años que restan para ese final imposible. Solo gira, volviendo eternamente a realizar el mismo giro. Una piedra suelta en un universo de piedras sueltas…

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Published in: on diciembre 31, 2015 at 12:39 pm  Deja un comentario  

Sandra Russo : Las fiestas tristes

No fue una Nochebuena fácil, ni lo será el Año Nuevo. No están siendo alegres estas fiestas, no para toda la Argentina, pero sí para su mitad. Y quizá para más que su mitad. Quizá, a apenas dos semanas de inaugurado el gobierno de Macri, aquellas dos mitades de torta casi idénticas pero asimétricas y cuya asimetría nos dejó en este embrollo, ya se hayan movido y hoy haya una mayoría que, previéndolo o desayunándose, se encuentra gobernada a los empujones, a los decretazos, con una prepotencia inexplicable para un gobierno surgido de las urnas, con una urgencia desmedida para redistribuir la riqueza entre los más ricos, ni siquiera entre los ricos. “Macri es la fiesta a la que nunca te van a invitar”, rezaba una leyenda de la campaña que se vio en muros de verdad y muros virtuales. Lo que seguramente muchos votaron comprando el slogan de “la vuelta a las instituciones” y “la unión entre argentinos” rápidamente se reveló como un pacto que manchará la historia.

Muchos ciudadanos intoxicados con el relato de la verdadera cadena nacional, que ahora no se detiene ni un instante en medios públicos y privados, el relato de la yegua, los planeros, los choriplaneros, los mercenarios, los corruptos, los que se llevaban todo por delante, los que votaban como en una escribanía, los que aprobaban leyes a libro cerrado, los que tenían y tienen por jefa a una mujer que los engañó a todos porque su único objetivo era acumular su propia riqueza, en fin, ese relato de la derecha engordado por algunas voces que aún hoy dicen ser progresistas, muchos que acríticamente compraron el paquete de denuncias de los canales y las radios que hoy tienen la sartén por el mango, ya advirtieron o están en vías de probar en carne propia que esos canales y esas radios nunca brindaron un servicio de información, sino que fueron favorecedores del avasallamiento a las instituciones.

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Porque eso es lo que hay, y es eso lo que vemos. Que los que hasta el hartazgo de la náusea acusaron en los últimos años al kirchnerismo por “sus formas”, hoy adoptan las formas más antidemocráticas que hemos conocido desde 1983. Con un presidente de la Corte Suprema sonriendo en el segundo plano de la foto, Macri asumió como Presidente con un Poder Judicial que torvamente le arrebató a la ex Presidenta doce horas de mandato. Eso no se va a olvidar. Después Macri mandó a completar la Corte por decreto, cosa de la que Lorenzetti se anotició “con beneplácito”. Macri disparó a repetición DNU que se ejecutaron sin la aprobación del Congreso. Macri ya ha dicho que gobernará por decreto. No hubo debates en la televisión sobre un presidente legítimo que anuncia que prescindirá de uno de los poderes del Estado.

En la televisión ya se debate solamente sobre lo que Macri autoriza. Los medios están gobernados por sus pautas publicitarias, y ese garrote vil Macri no tendrá empacho en usarlo. Ya hizo volar de todos los medios las voces opositoras. Los analistas económicos que consultan todos los canales para analizar el shock económico son todos liberales. No hay críticas. No se escuchan críticas, salvo aisladas y respetables. El periodismo profesional” o “independiente”, como colectivo, está demostrando que puede independizarse fácilmente de la verdad y de la lealtad a su audiencia.

La Nochebuena transcurrió en medio de las peores inundaciones que recuerde el Litoral. Todos recordamos, porque fue hace muy poco, el escándalo que esos medios hicieron en las inundaciones en las que Scioli estaba en Italia por un viaje programado por su brazo. Era tema del día. Pantallas y pantallas mostrando agua, María Eugenia Vidal chapoteando bajito. Ahora que ya ganó el candidato que alentaban bajo la careta del profesionalismo, el agua no se vio en la Nochebuena. No iban a mostrar nada que le produjera un reproche a su Presidente. Los inundados se vieron recién al día siguiente. El presidente tampoco se ve, aunque en los diarios te muestran lo lindo que es el country de Villa La Angostura donde se fue de vacaciones con Juliana, que es divina, y con Antonia, que es un sol. En Télam, te informan sobre lo divertido que fue ver al perro de Macri paseando por la Rosada. Van a seguir así. Ocultando. Desinformando. Estas fiestas no son alegres, y no se trata ya de haber perdido las elecciones. Eso no produjo ni siquiera un instante de fricción. Es que, vamos, vivíamos en una democracia de verdad, aunque siempre que los dos puntos de una elección eran a favor del oficialismo, oposición y medios gritaran “¡Fraude!”. Cuando esos dos puntos –menos, en realidad– fueron a favor de Macri, nadie gritó. Esa derrota fue inmediatamente aceptada, como lo fue la derrota del oficialismo venezolano en las legislativas que perdió. Podrán estar en desacuerdo por los proyectos populares o populistas, pero han mentido siempre que dijeron que el poder estaba siendo usurpado.

Los macristas cantaban “Sí se puede”, y claro que sí se podía. Eso nunca estuvo en duda. La realidad daba señales muy claras de que si la oposición lograba constituirse en mayoría, podría sin ningún obstáculo llegar al poder. La mitad de la torta que adhiere al proyecto nacional y popular está unida indisolublemente a la democracia, aunque no cree que la democracia forzosamente tenga que tener formas y contenidos liberales. Lo que había que detener a toda costa era una democracia representativa y popular.

La trampa del fraude jamás pasaría la prueba de la voluntad popular, sencillamente porque la esencia de esa voluntad es ella misma, es su propio volumen, que no se puede falsear. Claro que “se podía”, pero el problema es cómo se pudo, articulando qué fuerzas, haciendo qué concesiones, pagando qué costos contra el pueblo, haciéndoles lugar a qué intereses nacionales y extranjeros. El radicalismo que permanece en la UCR pagará con vergüenza ser parte de este proyecto antidemocrático que ha llegado para acallar voces, suprimir instituciones creadas por leyes votadas por mayorías indiscutidas, burlarse, en fin, de esa parte de su propio electorado que creyó desde alguna parte de su propia confusión que Macri podía representar a la clase media o incluso a los trabajadores. Macri ha llegado al gobierno pero son otros los que han llegado al poder. Dijimos mil veces que la vereda antagónica real de la Argentina, como la de medio mundo, enfrentaba a la democracia con las corporaciones. La política contra las finanzas. Y lo que “sí se pudo” fue vencer al kirchnerismo en las urnas, aunque el precio es haber renunciado a la política, incluso a la política opositora, incluso a la política liberal, para dar a luz un engendro gerencial a cuya sola luz es concebible que le pusieran la faja de clausura a la Afsca a las once de la noche de un 24 de diciembre, sin medios de comunicación presentes, con la cola de paja de quien actúa a la sombra de la ley. El sector militante de derecha del Poder Judicial no puede ponerse la careta. A ningún periodista de los grandes medios le llamó la atención ni vinculó al fiscal Stornelli, que imputó a Sabbatella y promovió el desalojo de la institución y dejó en suspenso una ley nacional, con Macri. Y Macri que decía en su modesto discurso inaugural que no quería una Justicia macrista. Y Macri que decía en ese mismo discurso que iba a defender la libertad de expresión.

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Los que quieren preguntar, los soldados de Clarín y sucedáneos, podrán ahora hacerle conferencias de prensa al presidente todas las veces que quieran. Tendrán la fabulosa oportunidad de preguntarle cómo se lleva con Juliana, qué travesuras hace Antonia, qué alimento balanceado come Balcarce, cómo le fue en Villa la Angostura, o esas cosas tan relevantes para las instituciones de la Nación.

Mientras tanto, las voces críticas han sido acalladas o van en camino de serlo, de un modo desconocido para los argentinos, que en estos últimos doce años hemos convivido entre expresiones de todos los colores y todos los tonos, incluidos los mentirosos, los injuriantes y los cínicos. Dijeron lo que quisieron, y tuvieron pauta oficial. Ahora, a los canales privados se los aprieta con el levantamiento de pautas de ciudad, provincia y nación si ponen al aire contenidos no consensuados.

Una vez más, tal como lo hemos sostenido también durante el largo debate de la ley de medios que Macri avasalla poniendo en peligro el Estado de Derecho, hay que diferenciar a los medios de sus trabajadores. En ellos, en los que más allá de sus opiniones políticas está el discernimiento de lo que constituye una estafa informativa, reside una esperanza de racionalidad frente a este régimen que ya mostró su faz autoritaria, y que no se detendrá si no lo detenemos.

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Fuente imagen:jrmora.com

Published in: on diciembre 26, 2015 at 6:30 pm  Deja un comentario  

Washington Uranga : ¿Qué más hay que esperar?

El decreto 236/2015 por el cual se interviene la Afsca y la Aftic y el contenido de la conferencia de prensa ofrecida ayer por el ministro Oscar Aguad son dos manifestaciones de cómo traduce el gobierno de Mauricio Macri el respeto a la “institucionalidad” y el “diálogo”. Si para el discurso del PRO la aceleración de la inflación se llama “sinceramiento de precios” y “estar con vos” se transcribe en la represión a trabajadores que reclaman por sus derechos en el espacio público, la pretensión de acabar por decreto con leyes aprobadas democráticamente por mayorías legislativas es una clara manifestación de abuso de poder, aunque esto surja de un gobierno elegido democráticamente.

Está claro que Macri y su equipo –como le gusta decir– han decidido gobernar por decreto y amparados en el hecho (circunstancial para la cuestión fundamental de la democracia) de que el Congreso se encuentra en receso.

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El “decretazo” puede analizarse desde diferentes perspectivas. Sin pretender agotarlas en estas pocas líneas puede decirse, en primer lugar, que la determinación del Poder Ejecutivo va en línea con lo antes señalado. Macri y los suyos están dispuestos a cambiar la orientación política del país “a como sea”, sin respetar ni las normas ni atender a que casi la mitad del país que no acompañó su propuesta. Quienes se llenaron la boca con la institucionalidad y la seguridad jurídica proceden de manera impune contra la misma contando, en muchos casos, con la connivencia de una Justicia que es cómplice o se hace la “distraída” y con medios de comunicación dominantes que actúan como secuaces del poder, omitiendo información o brindando sólo aquella que favorece a las acciones del PRO gobernante.

El avance contra la Afsca y la Aftic es un pago de favores a los medios de comunicación concentrados que trabaron durante años con chicanas judiciales la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y es la apertura al negocio de las transnacionales de la comunicación bajo el pretexto de la actualización tecnológica y la convergencia.

La medida es también un ataque a los medios chicos, comunitarios, alternativos, a las cooperativas de los pueblos medianos y pequeños, porque todos ellos serán marginados del negocio de las comunicaciones pero, lo que es más grave, de la posibilidad de ofrecer miradas alternativas y voces plurales en el escenario de la comunicación. Esa es la manera como el ministro Aguad entiende que apoya a los medios pequeños. Y todo ello… “por ahora”… dijo el ministro. Parece que hay más noticias para este boletín…

Justicia cómplice o distraída y medios de comunicación que ocultan información y niegan la pluralidad mientras se silencian voces opositoras son también condiciones para garantizar el ajuste económico social que ya comenzó a ejecutar el macrismo.

Todo en la misma línea. Se designan por decreto jueces de la Corte Suprema y por decreto se atenta contra el derecho a la comunicación por el cual la sociedad argentina luchó durante años, por el cual se movilizaron organizaciones sociales, comunitarias, políticas, de derechos humanos. Nada de eso importa porque lo esencial es favorecer a los “amigos” y “socios” del poder.

Lo descripto es parte de la “revolución de la alegría” prometida por el PRO. Así es como el gobierno de Mauricio Macri y la nueva derecha argentina nos estás diciendo a los argentinos como entienden la democracia, el republicanismo, el diálogo, la participación y la seguridad jurídica. Esta parece ser la concreción de “gobernar para todos” anunciada por el Presidente. ¿Qué otras cosas debemos esperar?

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Fuente imagen: reptilianosperonistas.com

Published in: on diciembre 24, 2015 at 7:58 pm  Deja un comentario  

Dante Augusto Palma : Los ejecutores

El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido,
debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado
”.
J. L. Borges

Más allá de que el nuevo gobierno lleva apenas unos días en la administración, el escenario de justificación de las nuevas medidas económicas se viene disputando desde hace ya unos meses en la opinión pública. Si bien las condiciones objetivas derribaron el intento de instalar que la economía estaba en una crisis total de la cual solo era posible salir a partir de una política de shock, lo cierto es que, en otros aspectos, la prédica liberal fue efectiva. Por nombrar sólo un caso, se impuso que el precio del dólar ilegal debía ser la referencia para el dólar oficial y que, en tanto tal, la devaluación era inevitable o que, incluso, ya existía de hecho. Si bien desde esta columna varias veces mencionamos que era necesaria una corrección en el tipo de cambio y, por ejemplo, una quita paulatina de subsidios para los sectores metropolitanos más aventajados, me interesa hacer énfasis en el modo en que el liberalismo económico justifica las políticas de ajuste y el lugar que ocupan los ejecutores de estas políticas. El lenguaje ya lo conocemos pero no es menor repasarlo pues las palabras instalan realidad. Pensemos en la idea de “sinceramiento”, por ejemplo. Se sincera lo que ya existe pero permanece oculto. En este sentido, quien sincera simplemente corre un velo pero no es el creador de aquello que sincera. Asimismo, sincerar supone un compromiso con la verdad que no tuvo el que mantuvo oculto el objeto o la información a ser sincerada.

El lenguaje del sinceramiento cobra especial relevancia en el engranaje semiótico de la economía como una ciencia “dura” que algunos liberales insólitamente sostienen, y de unas leyes económicas que se comportan con la misma firmeza que las leyes naturales. Sí, leyó bien, parecen anclados en los siglos XVIII y XIX a pesar de que dicen tener la llave para ingresar al siglo XXI. Así, desde una perspectiva epistemológica, intentan dar una batalla que, como mínimo, está saldada hace 50 años.

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La perspectiva del liberalismo económico supone que lo único que hace su programa es respetar las leyes de la economía y que toda teoría económica que suponga formas de intervención, violenta ese orden natural. En este sentido, caído el paradigma comunista, el nuevo enemigo del liberalismo económico se llamó “populismo”, un verdadero significante vacío capaz de condensar todos los males y que se caracteriza, en materia económica, por un intervencionismo estatal que, dependiendo el contexto, es más o menos preponderante pues si bien durante la larga década kirchnerista se recuperaron empresas para el Estado, esto se hizo sólo en sectores estratégicos o ante casos flagrantes de servicios deficitarios. Pero en el paradigma de la economía como regida por leyes naturales, toda intervención supone una acción externa que, en tanto artificial, está destinada a ser circunstancial del mismo modo que el hombre puede violentar la ley de gravedad logrando volar pero no podrá hacerlo indefinidamente. En algún momento caerá, como, dicen, caerá toda forma de intervencionismo, acuciado por las contradicciones y las distorsiones que se juzgan así tomando como parámetro, justamente, el presunto orden natural del que venimos hablando. Como para el liberalismo económico una economía populista se caracteriza por impedir el libre desarrollo de las leyes del mercado, se hace necesario adjudicar responsabilidades. ¿Quiénes han osado interferir y violentar ese orden natural? Los funcionarios populistas, claro, con nombre y apellido. Ellos son los que se interponen y los que desvían el cauce natural del río. Es exactamente el caso contrario del funcionario liberal, pues este nunca es responsable ya que a través de él circulan fuerzas que lo trascienden. No me refiero, claro está, a los intereses del capital y de los empresarios sino a las leyes naturales que se indicaban anteriormente. En este sentido, la fiesta del despilfarro la hace el funcionario populista pero el ajuste no lo hace el funcionario liberal sino “el mercado” o “las leyes de la macroeconomía”. Así, el funcionario liberal aparece como un heraldo, un médium cuya labor es, como mínimo, ser un espectador del desenvolvimiento de las leyes y, como máximo, correr los obstáculos artificiales que se la han impuesto a la economía. Cuando el funcionario liberal reconoce que estas leyes van a afectar a las mayorías hasta puede que sienta algo de dolor y bronca porque, como todo humano, siempre intenta ir un paso más allá en la conquista de la naturaleza. Pero está convencido de que no es el responsable de ese orden y que no tiene sentido oponerse pues el carruaje te va a llevar igual: confortablemente si lo consentís o arrastrándote si te resistís. Porque para el funcionario liberal, esto es, para el ejecutor de un mandato que lo trasciende, la economía es un texto que sólo puede alterar la tergiversadora actividad humana de quienes no quieren aceptar las leyes del mercado, esto es, de quienes se resisten a lo irrevocable, sea que venga en forma de pasado, de destino o de ira de Dios.

Fuente texto: revista veintitres

Fuente imagen: elroto.com

Published in: on diciembre 22, 2015 at 12:45 pm  Deja un comentario  

Hernan Brienza: ¿Por qué Macri decidió robarse la República?

Fueron diez días que sacudieron el tablero político del país. Desde el «paso de comedia» de la «No transición» hasta hoy, Mauricio Macri ya ha dado muestras de lo que puede llegar a ser su gobierno en los próximos años: algunos aciertos tácticos por debajo de la mesa, una escandalosa forma de administración del poder que incluye el «robo de la Corte Suprema” y el imperio del decretazo injustificado, la toma de decisiones en beneficio de los poderes económicos reales y en contra de los salarios de los trabajadores, la mentira como forma de discurso y propaganda política, y el entrenamiento de las huestes represivas a través de la declaración un tanto eufemística de «estado de emergencia de seguridad», que esconde en su vientre los nuevos protocolos de combate de la protesta social. Nada nuevo para la tradición liberal conservadora, pero que parece haber sido olvidada por un sector importante de la ciudadanía.

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Desde hace unos años insisto con la tesis de que la gran dialéctica de la historia argentina (dialéctica hegemónica y no binarismo moral tonto) se produce entre dos grandes tradiciones que son el nacionalismo popular (San Martín-Dorrego-Rosas-Yrigoyen-Perón-Alfonsín-y los Kirchner), por un lado, y el liberalismo conservador (Rivadavia-Mitre-Justo-las Dictaduras Libertadora y de 1976-Menemismo y el Delarruismo), por el otro. Y sostengo que las variables para poder construir esta tipología son al menos Cuatros D: la Distribución del ingreso, la Desmonopolización de la economía, el Desendeudamiento y la Democratización de la política. En poco menos de una decena de días, Macri ya ocupó el lugar de herencia del liberalismo conservador, muy lejos de la pretendida síntesis de «unidad nacional» que intentó proclamar en su campaña y en su discurso de asunción:

1D) Macri generó con la devaluación una fuerte transferencia de ingresos regresiva de los sectores del trabajo hacia el capital, es decir una concentración del Ingreso en manos del capital frente al trabajo.

2D) Produjo con la apertura de las importaciones, en poco tiempo se verán las consecuencias, un fuerte sacudón concentrador al sistema productivo argentino. Si a esto se le suma el fallo de la Corte Suprema respecto que beneficia a las provincias más ricas con la devolución de las deudas del ANSES y el perjuicio a las provincias menos favorecidas con el debilitamiento del fondo proveniente de las retenciones a las exportaciones, se registrará una centralización geográfica contraria a la federalización real del país. Por lo tanto, beneficiando a los exportadores frente al Mercado Interno, al capital concentrado frente a las Pequeñas y Medianas Empresas, y a las provincias más ricas sobre las más pobres se produce una monopolización brutal de la economía argentina que se replegará en algunos rubros y hacia el interior de esos mismos rubros.

3D) Desde Bernardino Rivadavia, pasando por Martínez de Hoz, Domingo Cavallo hasta el negocio de Federico Sturzenegger con el Megacanje, los gobiernos que han tomado deudas multimillonarias, ya sea con bancas extranjeras u organismos internacionales, han sido los que se identifican con el liberalismo conservador. Los gobiernos del nacionalismo popular siempre han intentado que el impacto de la toma de deuda sobre la soberanía de las decisiones sea el menos posible. El gobierno de Macri ya ha dado señales de que en los próximos meses saldrá a los mercados internacionales, con el supuesto beneplácito del FMI y los Estados Unidos, a buscar decenas de miles de millones de dólares.

4D) En tan sólo 10 días de gobierno, Macri comprendió que el modelo liberal conservador en la Argentina no cierra sin represión. Por esa razón ya intentó varias tácticas. La primera intentar cooptar individualmente a los dirigentes gremiales a partir de las “cajas” de las organizaciones para evitar que los gremios cumplan con su deber de defender a los trabajadores. La segunda, saltar la posible parálisis institucional que genera gobernar sin el Parlamento de una manera sencilla: clausurando virtualmente el Congreso. Tercera, robarse la Corte Suprema de Justicia con la complicidad del Grupo de Clarín, que ya consiguió un empleado directo entre los magistrados, al nombrar a dedo dos jueces militantes del PRO y del Frente Renovador. Cuarta, poner camiones hidrantes enfrente de las manifestaciones callejeras como amedrentar como hicieron las dictaduras. Quinta, crear un nuevo protocolo de represión de la protesta social que impida o ridiculice todo tipo de protestas. Cabe recordar que la encargada de presentar esta «genialidad» no es otra que la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, especialista en reducción de salarios, de comprar senadores con la Banelco y que formó parte del gobierno aliancista que llevó adelante la cacería en la que murieron decenas de personas en distintas partes del país. Ahora, la ministra con fuertes vínculos con distintas centrales de inteligencias estadounidenses, ha decretado la «emergencia de seguridad», obvio primer paso a la militarización de la sociedad y a un pequeño estado de sitio». En conclusión, en pocos días, el Macrismo ha recortado varios aspectos del normal funcionamiento de las instituciones y la democracia argentina, es decir, recuperó ciertos rasgos autoritarios del liberalismo pretoriano del siglo XX.

Ante el silencio cómplice e hipócrita de Elisa Carrió, que ve como su criatura política le roba la «Republiquita» sin siquiera chistar, Macri quebró la institucionalidad como nunca lo había hecho el Peronismo. Ni Juan Domingo Perón, ni siquiera Carlos Menem con su Corte de los Milagros, ni siquiera los Kirchner al decir del horrorizado constitucionalista Daniel «se animaron a tanto». Lo que demuestra una vez más que el Liberalismo Conservador es como el tero: pone los huevos en un lado y chilla en el otro, es decir, acusa de autoritarios a los demás y hacen alharaca de democráticos pero lo primero que hacen cuando llegan al poder es quebrar la institucionalidad.

Muchos se preguntan anonadados por qué Mauricio comete esas supuestas torpezas. Sencillo: responde a la máxima de Nicolás Maquiavelo. Leamos El Príncipe: «A los hombres conviene o atraerlos por las buenas o anularlos, porque de las ofensas leves se vengan, de las graves, no. De ahí que la ofensa que se haga a un hombre debe ser tal que no le deje lugar a la reacción.» Traducido: Si Macri no destroza a la oposición política, económica y mediática hoy, si no la reprime hasta ahogarla, la reacción de los perjudicados por sus políticas se producirá más temprano que tarde.

Una sola cuestión más: la oposición no debe equivocarse. No debe correr el riesgo ni de encapsularse ni de marcianizarse, es decir, debe escuchar y acompañar el proceso de las mayorías. No debe adelantarse al descontento masivo, no debe hacer vanguardismo y tampoco alejarse del sentido común y encerrarse sobre sus propias convicciones. Lo encapsulado es fácil de aislar y extraer. La oposición debe abrirse a nuevos espacios, nuevos actores, nuevos dirigentes, nuevas formas, discursos, creatividades, legitimidades. Simplemente, debe esperar un poco y ser creativa: En democracia el que agrede pierde. El gobierno para sostener su plan de concentración de la riqueza, de monopolización económica, de endeudamiento, y de recorte de derechos democráticos no va a poder evitar el uso de la represión. Desgraciadamente, más temprano que tarde se verá obligado a agredir. Cuando eso ocurra, los deseos imaginarios de una supuesta derecha democrática habrán rodado por el suelo como bolita de pebete arrabalero.

Por lo demás, en estos tiempos de marketing barato, de discursos vacíos, de gestualidades vanas, vale la pena recordar las palabras del apóstol Santiago para estas Navidades: «Hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. Sin embargo, alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras». ¡Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras! Tú crees que Dios es uno. Bien haces. También los demonios creen y tiemblan. Pero, ¿quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Ves que la fe actuaba juntamente con sus obras y que la fe fue completada por las obras. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia; y fue llamado amigo de Dios. Veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. De igual manera, ¿no fue justificada también la prostituta Rajab por las obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque tal como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta».

Fuente texto: infonews.com

Fuente imagem: blogia.com

Published in: on diciembre 20, 2015 at 3:30 pm  Deja un comentario  

Demetrio Iramain : La Constitución es mía

Como su fortuna, Mauricio Macri cree que la Constitución es suya sola. Apenas un bien, con título de propiedad exclusivo sobre él. Alguien de su entorno más íntimo debería indicarle que no todo es “sí, se puede”. A escasas horas de asumir su presidencia, firma sensibles decretos con una liviandad ajena a su investidura.

Se sabe: contra toda legalidad, Macri anunció a través de sus voceros que echaría sin más y mediante un DNU, a la procuradora general de la Nación, que cuenta con el sobrado acuerdo del Senado, al tiempo que nombró por DNU y sin el debido acuerdo de los dos tercios de la Cámara Alta, a dos ministros en la Corte Suprema. Evidentemente ahí hay doble vara, triple discurso y flagrante violación a la Carta Magna.

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Así, los dos supremos ingresan por la puerta de atrás, como lo hicieron los jueces de la dictadura puestos en Comisión por la Junta Militar de Videla. La nueva mayoría automática en la Corte se compone con los dos comisionados, más el duhaldista residual Juan Carlos Maqueda, el clarinista Ricardo Lorenzetti, y la única ministra mujer y que ha dado en el último tiempo sobradas muestras de independencia respecto de los poderes fácticos y de la férrea hegemonía que el juez de Rafaela construyó en el máximo tribunal, Elena Highton de Nolasco.

Un hombre que le grita a Cristina, todavía presidenta y siempre mujer, por teléfono, y luego insulta por decreto y a través de los diarios a la mismísima Constitución Nacional, en vez de demostrar un gesto de autoridad, deja ver una profunda vocación autoritaria. La Constitución, un mero reglamento; el presidente, un cargo menor.

En la información de prensa publicada en la versión online de La Nación y que adelantó la inédita medida presidencial (nótese que el nuevo presidente utiliza los medios hegemónicos como canal institucional de comunicación), el operador Adrián Ventura aseguró que Macri “necesita que el tribunal esté completo ante la inminencia del impacto que generarán muchas de sus próximas medidas de gobierno”. ¿Cuáles serán esas medidas para justificar semejante asalto a la ley?

Desde luego, Macri conoce las debilidades del laboratorio que montó en la Casa Rosada: el kirchnerismo hizo una enorme demostración de fuerza, organización y cohesión el último día de mandato presidencial de Cristina, de la que el nuevo monarca adolece. Tanto fue así, que debió recurrir al Partido Judicial para adelantar un día el fin de la gestión. Así, la jocosa Revolución de la Alegría transita una peligrosa hendidura, tras la cual se adivina lo que podría ser un sombrío régimen dictatorial, con formas un tanto estrambóticas de consenso y una legalidad muy forzada.

No olvidar: el actual presidente se impuso por 700 mil votos. La mitad del país menos 350 mil personas, votó contra él y por la continuidad, aunque bajo otras formas, del proyecto nacional y popular. La indiscutida líder de ese proyecto fue calurosamente despedida en la Plaza de Mayo por una multitud que la desbordó por los cuatro costados. Sin embargo, y a poco de asumir, el nuevo presidente provoca a esa mitad del país, avanza contra los logros más estridentes del periodo político precedente y hasta constriñe las demarcaciones fijadas por la Constitucional, que fueron, paradójicamente, uno de los argumentos más fuertes durante la campaña electoral.

¿Acaso no es una provocación mostrar a Héctor Magnetto en la platea preferencial de la función de gala del Teatro Colón, el día de la asunción del nuevo presidente, y al día siguiente emitir un DNU creando un ministerio de Comunicaciones al que estaría supeditada la autoridad de aplicación de la Ley de Medios, en cuyo ente tienen representación proporcional las fuerzas políticas de oposición?

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue el resultado de una lucha cultural de años y años. Su normativa recoge los 21 puntos básicos por una radiodifusión democrática y los aportes que diversas organizaciones de la sociedad civil hicieron durante meses en los foros de debate realizados en todo el país con el solo fin de optimizar el texto de la ley y volverla más democrática, diversa y plural. A Macri le bastaron menos de 24 horas de gestión para barrer con ella.

¿No es una abierta convocatoria a la ruptura total entre el gobierno y las fuerzas de oposición nombrar dos ministros en la Corte Suprema por decreto, pasando por alto la debida actuación del Congreso, y que uno de esos supremos sea abogado de Clarín y La Nación? ¿Cómo se le dice a eso? ¿Cómo hay que interpretarlo?

Cuando hablamos de que Macri se salteó groseramente el Congreso en el mecanismo para nombrar nada menos que a dos ministros en la Corte, no estamos hablando de una violación procedimental. Es mucho más grave que eso. Se trata de un peligroso ninguneo a la política. A la necesidad de alcanzar consensos. Al debido respeto político que el oficialismo le debe a las fuerzas de oposición. El fascismo, precisamente, es eso: la negación de la política. De la diversidad. De la contradicción. Cristina diría, “no es magia”. Esa certeza de la política es una verdad de época, un hito en la cultura democrática de los argentinos. Por el contrario, el autoritarismo, el decretazo, la prepotencia a las que apela Macri a poco de empezar, son formas cuasimágicas, y profundamente ilegítimas de obtener por medios “non sanctos” lo que la lucha política no da.

La pregunta, sin embargo, sigue siendo otra. Todos hablamos del accidente de gendarmes en la Ruta 134, pero nadie se detiene a analizar qué iban a hacer esos uniformados en Jujuy. ¿Para qué Macri necesita asegurarse la Corte Suprema, disciplinar a todos los medios de comunicación y alistar fuerzas de represión apenas unas pocas horas después de asumir el cargo? No olvidar: la solución a la crisis capitalista planeada por el capital financiero internacional y sus socios locales, no era el kirchnerismo precisamente, sino la dolarización con represión. No era el desarrollo endógeno y la inclusión social, sino el tratado de libre comercio con EE.UU. y la criminalización de la protesta. Exactamente eso era lo que anunciaba Carlos Melconian como futuro ministro de economía de Menem, si el riojano se imponía en las presidenciales de 2003.

Ahora ese tecnócrata ultraliberal, que se corta el pelo en el mismo coiffeur que el ministro de Justicia Germán Garavano, es parte del equipo económico de Macri. ¿Qué elefantes económicos podrían pasarnos por la espalda mientras en el frente discutimos sobre las formas institucionales?

Fuente texto: infonews.com

Published in: on diciembre 18, 2015 at 1:56 pm  Deja un comentario  

Alfredo Zaiat : Salarios en el blanco

Resulta ilustrativo exponer la secuencia de las medidas económicas del gobierno de Macri, como propuso al inicio de su conferencia de prensa el ministro Alfonso Prat-Gay, para comprender cuál es su objetivo central. La megadevaluación anunciada ayer, sin precisar el “número mágico” pero sugerido en 14,25 pesos (como mínimo equivale a un alza del 45 por ciento respecto del tipo de cambio oficial de ayer), es una de las principales iniciativas pero no la única del plan económico. La desproporcionada alteración de la paridad cambiaria forma parte de un paquete que tiene un blanco predeterminado: la definición de un nuevo estadio de la distribución del ingreso, regresivo a partir de ahora rompiendo con la tendencia de los últimos años. Esto será así porque se está afectando en forma negativa el poder de compra de trabajadores y jubilados, con la lejana promesa de un acuerdo social para convalidar ese retroceso. Detrás de la presentación marketinera “fin del cepo”, lo que se anunció fue una megadevaluación con el objetivo es bajar la incidencia del salario (en pesos y en dólares) en el costo de las empresas. La fuerte transferencia regresiva de ingresos es indudable y no se logra disimular con la alegría que buscó transmitir Prat-Gay por terminar con las restricciones para la compra de dólares. Es una alegría sorprendente teniendo en cuenta la historia económica argentina con las bruscas devaluaciones.

Previo a detallar el recorrido de las medidas es conveniente saber que no era necesario semejante ajuste en ninguna de las variables económicas. La economía argentina no está en crisis aunque sí enfrenta tensiones cambiarias, inflacionarias, fiscales y del sector externo. Solo el repiqueteo –acción que está proponiendo el macrismo para la difusión de análisis económicos en los grandes medios amarillos– de la falacia acerca de la inexistencia de reservas y del desborde del déficit fiscal justifican los bruscos cambios que Macri dispuso en retenciones, en el tipo de cambio y en la administración del comercio exterior. Es una decisión política deliberada realizar un ajuste de semejantes proporciones. Ajuste que no se inició con la efectivización de las medidas, sino cuando fueron anunciadas el mes pasado por sus economistas. Por eso en la evaluación de la actual gestión económica no hay que estar distraídos y saber que comenzó en noviembre, pese a la intención de Prat-Gay de eludir esa carga al señalar que su referencia son los precios del 30 de noviembre. Adelantar iniciativas que históricamente aquí y en cualquier otro país son informadas de un día al otro para evitar especulaciones y comportamientos defensivos de agentes económicos fue una de las innovaciones de los economistas de Macri. Por eso la inflación y el deterioro de la actividad económica de noviembre, extendido con mayor intensidad en este mes, es responsabilidad de Macri, aunque su ministro de Hacienda y Finanzas pretenda desentenderse.

La sucesión de medidas comenzó con la eliminación de las retenciones a las exportaciones del complejo agrario –y reducción de 5 puntos a las de la soja–, de economías regionales e industriales. Significa una transferencia de ingresos de unos 30 mil millones de pesos anuales teniendo en cuenta un valor del dólar de 9,80, que se eleva a unos 60 mil millones de pesos en 2016 al nuevo tipo de cambio entre 14,50 y 15,00 pesos. También implica un aumento de los precios internos de esos productos de exportación y de sus derivados (por ejemplo, el cerdo que se alimenta con maíz). El impacto inflacionario de esa medida no puede disimularse.

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Prat-Gay reiteró una confusión deliberada para justificar su megadevaluación afirmando que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en ocho años lo hizo “en 230 por ciento” (para no cultivar la ignorancia vale señalar que no existe una devaluación del 100 por ciento –desaparición de la moneda–, lo que hubo fue un aumento del tipo de cambio en esa proporción). La diferencia sustancial es que esa variación fue en ocho años con una política de ingresos progresiva que permitió avances en términos reales del salario y las jubilaciones. En cambio, el fortísimo ajuste cambiario de Prat-Gay es aplicado en un solo día sin ninguna iniciativa de compensación en los ingresos de trabajadores y jubilados. Integrantes de esos grupos sociales que se sentían bajo tortura financiera porque no podían comprar dólares libremente, ahora no lo van a poder hacer por el alza de la paridad y por la caída de la capacidad de ahorro porque el shock inflacionario está deteriorando el presupuesto familiar. No podrán comprar dólares pero lo harán con alegría.

El otro paso del plan económico de Macri es la apertura comercial, liberalizando las exportaciones de productos de la canasta básica y la eliminación del principal instrumento (DJAI) para evitar el ingreso irrestricto de importaciones. Lo primero presiona aun más sobre la tasa de inflación por el lado de la competencia entre el abastecimiento interno y las ventas al exterior y por el impacto pleno del precio internacional en el mercado local. En sentido contrario, las importaciones servirán para frenar los aumentos de precios pero con consecuencias negativas sobre la producción nacional y el empleo. Es una estrategia de menos inflación con más desempleo.

La medida no mencionada ayer por Prat-Gay pero que constituye otro pilar importante del programa contra el salario es la reducción y hasta eliminación de los subsidios en servicios públicos esenciales (inicialmente en luz y gas; sin definiciones por ahora en transporte). Aquí la obsesión es el nivel de gasto público y el déficit fiscal, entonces buscan compensar la pérdida de recursos por la eliminación de retenciones con menores subsidios. Pero la megadevaluación aumentará esa cuenta por el costo de la energía importado, salvo que también lo trasladen al consumidor, lo que las tarifas subirían todavía mucho más de la estimación inicial. Un alza que se reflejará en la tasa de inflación.

Para sostener estos cuatro frentes del plan económico (retenciones, devaluación, apertura y menores subsidios) que provocan un shock inflacionario que el Indec-Todesca anunció que no medirá, Prat-Gay apelará a la suba de la tasa de interés para desalentar la compra de dólares y al endeudamiento desenfrenado. Fue impactante la alegría expresada por el ministro cuando informó que no serán 10 mil millones de dólares, sino de 15 mil a 25 mil millones de dólares el monto del blindaje financiero. Es un paquete de deuda que estará completado en cuatro semanas, confió el ministro. Por ahora se tiró a una pileta que sólo estará abastecida con 400 millones de dólares diarios por adelantos de las exportadoras de cereales. Además, disparar la tasa de interés tiene un efecto negativo sobre el nivel de actividad con el objetivo de no alimentar la corrida cambiaria. Es recesivo y una trampa de difícil salida, como enseñan situaciones similares de las décadas del 70 y 80.

El plan económico de Macri, que tiene la innovación de un ministro presentando una megadevaluación con alegría por el “fin del cepo”, apunta a redefinir una distribución regresiva del ingreso. El salario y las jubilaciones quedaron alcanzados de ese modo por el dardo de Prat-Gay.

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Published in: on diciembre 17, 2015 at 6:24 pm  Deja un comentario  

Mario Wainfeld : Se clausuró la escribanía

 

El presidente Mauricio Macri exhumó un inciso olvidado de la Constitución, lo interpretó a su manera (posiblemente ilegal en todo o en parte) y nombró en comisión dos jueces para la Corte Suprema. Si su precursora Cristina Fernández de Kirchner hubiera osado intentar la mitad, la coalición Cambiemos en pleno hubiera pedido la exclusión de la Argentina del Mercosur, invocando la cláusula democrática. Estamos bromeando… apenas. Es tan asombrosa y exorbitante la decisión del flamante mandatario que vale la pena tomarla en solfa, de entrada. Ya se pondrán más serios los abogados que planteen nulidades o recusaciones contra los dos paracaidistas que lanzó Macri para que aterrizaran en el cuarto piso del Palacio de Justicia.

Hablemos primero de las implicancias políticas de la movida, que son diáfanas. Luego exploraremos con cautela las cuestiones jurídicas.

* * *

Durante años la oposición al kirchnerismo se quejaba argumentando que el Congreso aprobaba sin grandes debates ni reformas la mayoría de los proyectos enviados por el Ejecutivo. Tamaño proceder, clamaban al cielo, desvirtuaba la esencia republicana. Teóricos afamados y otros a la violeta despotricaban contra el híper presidencialismo. Se burlaba, añadían, la división de poderes. Todas esas polémicas, raramente de buen nivel, se reducían en los medios y aun entre políticos a un slogan berreta: “El Congreso funciona como una escribanía”. Los notarios de profesión jamás se quejaron, que uno sepa, aunque la frase era despectiva con su actividad. Los escribanos, al fin y al cabo, no refrendan cualquier cosa sino que controlan la calidad y legalidad de los actos que aprueban. La “escribanía K”, por el contrario, era una usina de inconstitucionalidades o violaciones normativas.

Cuando llegó Macri a la Casa Rosada podía presumirse que tocaría a su fin esa etapa aciaga político-notarial. Entre otros motivos porque el relato de Cambiemos proponía un Congreso vivaz, pluralista, fuente de consensos y grandes acuerdos. Se podía soñar en cambiar escrituras rutinarias por una Moncloa por día.

La única verdad es el poder. Una vez arribado, Macri gambetea al Congreso, gobierna por Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). El Congreso sigue abierto en estos días pero el Presidente lo subestima y ningunea: ha decidido su destino inmediato. Lo dejará cerradito todo lo que pueda. La escribanía se clausura de prepo.

Un editorialista de Clarín ejercitó días atrás el blindaje mediático: comentó que Macri gobernará mediante DNU hasta las próximas sesiones ordinarias “porque no le queda más remedio”. El concepto tranquilizaría. El gran demócrata parlamentario no pasa sobre el Congreso por su propia voluntad sino porque una oscura fuerza superior lo compele. Lástima que esa fuerza no existe, que prorrogar las sesiones ordinarias o convocar extraordinarias (fijando él mismo su agenda) está al alcance de su mano.

Macri fue el rey de los DNU en la Jefatura de Gobierno, también recordman en vetos. En su reciente mudanza conserva sus hábitos y sus recursos de poder.

La jugada le pasa por arriba al Senado y seguramente empioja el horizonte de pactos y negociaciones que Cambiemos elevó a dogma y mito fundante.

La primera reacción del Presidente del bloque del Frente para la Victoria Miguel Pichetto es indicativa. El Presidente rompió lanzas con “su opo” a menos de una semana de asumir. No porque fuera necesario para la Corte que fallara: podría haberlo hecho acudiendo a conjueces o a presidentes de la Cámara. Lo hizo para formatear en parte un tribunal a su gusto.

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Los cortesanos entran como polizones VIP por la ventana del Supremo Tribunal. Tal vez en un año el Senado los convalide. Tal vez no sea así. En tal caso deberán ahuecar el ala, su salida generará una cantidad interesante de problemas prácticos. Los favorecidos habrán tenido un buen conchabo interino, conseguido con manejos berretas.

Hay otros problemas jurídicos en ciernes. Quien puede lo más, en principio, puede lo menos. Si Macri designa, por sí y ante sí, a los magistrados ¿haría falta juicio político para derrocarlos o bastaría otro decreto presidencial?

Una pregunta más viene a cuento: un juez digitado y tan vulnerable ¿puede ser llamado “independiente”, si se habla en serio?

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El inciso 19 del artículo 99 de la Constitución, dicen apologistas de Macri, fue utilizado por última vez por el presidente Bartolomé Mitre. Primera observación: salvo para el diario de sus herederos no era esa una época de mucha devoción por la democracia ni el respeto de las reglas constitucionales.

Segunda: Es llamativo que en desde 1983 nadie haya echado mano a esa regla. Con mayor institucionalidad, el rebusque quedó archivado.

El debate técnico legal exige lecturas, escuchar distintas voces, no es riguroso “cerrarlo” en las dos horas que van desde que se conoció la jugada hasta el cierre de esta nota. Se formulan, a cuenta, algunas observaciones que podrían ser mejoradas o reparadas con otros enfoques.

Para empezar da la impresión de que el artículo es inaplicable a la vacante creada por la renuncia del juez Eugenio Raúl Zaffaroni. El inciso en cuestión se refiere a “las vacantes… que ocurran durante su receso”. La de Zaffaroni ocurrió mucho antes del receso parlamentario.

El Gobierno, fantaseemos, podría aducir que la vacante de Zaffaroni estaba en plan de cubrirse porque había pliegos presentados en el Senado. El Presidente los retiró y entonces habría “ocurrido” la vacante. El razonamiento sería avieso. Las facultades especiales (el DNU, por ejemplo) son de interpretación estricta. El Presidente no puede ampliar sus prerrogativas porque hay una necesidad y urgencia… que él mismo urdió. La ley no protege el ejercicio abusivo del derecho ni nadie puede sacer ventaja de sus actos maliciosos.

Para seguir, habría que hilar fino para saber si la condición de juez de la Corte es uno de “los empleos” a que se refiere el mencionado inciso 19. La palabra “empleo” aparenta ser impropia para referirse cargos tan elevados. De nuevo, habrá que escuchar las dos campanas.

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Recalculemos: Macri gobierna a puro DNU contra todo lo que prometió y predicó. Políticamente desmiente su prédica, le pasa por arriba a la oposición parlamentaria. Ingresa dos abogados a la Corte, cabeza de un poder del Estado, sin que haya ninguna intervención de otros poderes ni de la sociedad civil. El régimen establecido por el kirchnerismo (el decreto 222) está vigente: su procedimiento es más serio, participativo y republicano.

Entre la cantidad apreciable de tuits que generó la medida destacamos la seguidilla del jurista Gustavo Arballo. Son más de 20, imposible reproducirlos. Se recomiendan en conjunto, se glosa la conclusión, que se comparte: “candidatos en abstracto razonables, procedimiento objetable. Ello aclarando que la objeción no es ‘estética’ sino jurídica”.

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El sistema político tiene bastante de rol playing, el lugar relativo que se ocupa condiciona muchas conductas. No hay que enfadarse por eso todo el tiempo. El oficialismo macrista va perdiendo sus remilgos “republicanos” y sus partidarios mandan a archivo sus discursos de meses atrás.

Los DNU, en general, pueden admitirse como un manejo para consolidar el poder presidencial, abandonando la retórica hueca “parlamentarista” o “anti presidencialista”. Los abusos son muy otra cosa y se acumulan.

Dos jueces de la Corte colados a dedo.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la picota bajo un argumento insostenible: “una ley no puede condicionar a un presidente”.

Amenazas a la procuradora general Alejandra Carbó y afanes de derrocarla violando las reglas vigentes. Este último límite todavía no se quebró. Por ahora.

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Algunos intercambios en redes sociales ensalzan las virtudes de los doctores Carlos Fernando Rosenkrantz y Horacio Rosatti. No corresponde alabarlos ni ponerlos en tela de juicio porque un hecho del príncipe ha tornado ocioso (“virtual” en jerga jurídica) todo debate. Tampoco es justo compararlos con Roberto Carlés, cuyo pliego se envió al Senado para ser discutido, criticado y desmenuzado. Si son mejores, deben recorrer el mismo camino…

En el futuro sí se deberá tomar en cuenta para analizar los antecedentes de los cortesanos interinos que aceptaron una designación de baja calidad institucional que puede crear una serie de disfunciones e irregularidades. Una fea mancha en los dos CV que Macri prohibió discutir.

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Fuente imagen: taringa.net

Published in: on diciembre 15, 2015 at 5:22 pm  Deja un comentario  

Alexis Oliva: El muro ( y los cosos de al lao )

10 de diciembre de 2015, hora 0. Ya está. Con la histórica plaza llena de pueblo que despidió a una Presidenta que lo «mira a los ojos», se terminó un largo recreo de 12 años de anormalidad. Adiós a los cisnes negros de la política. Ahora volveremos a tener un país normal, donde el estable poder real coincida en un cien por ciento con el circunstancial poder político. Donde los medios de comunicación hegemónicos puedan dedicarse a su esencial tarea de entretener y despolitizar y no deban agitar a sus audiencias contra gobernantes que amenazan intereses propios y de aliados.

Además, con Mauricio Macri y quienes bailaban entre los globos amarillos del festejo, tendremos un gobierno frívolo, aristócrata de cotillón, de conchetos porteños y caretas cordobesistas, que reemplazarán las odiadas (¿o envidiadas?) cadenas nacionales de Cristina Fernández por el karaoke discursivo del telefrompter, el gobernando para un sueño, el marketing berreta de la felicidad individual.

En todo caso, el insólito desenlace judicial de la pulseada por la transición le otorgará 12 horas de encanto liberal clásico, con la fugaz presidencia de Federico Pinedo, nieto del Federico Pinedo ministro de Economía de Agustín P. Justo e ideólogo del pacto Roca-Runciman, “estatuto del coloniaje”, símbolo de la “década infame”. ¿Será esta extraña circunstancia el augurio de una tercera década infame?

Pero lo peor no es la forma, sino el contenido. Lo peor es que el gobierno del Estado argentino será –volverá a ser–, sin resistencias ni matices, de un modo voluntario y entusiasta, esa “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, como definieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista.

Ya que estamos, a quienes dicen leer y practicar este texto, en breve les quedará claro que las opciones presidenciales no eran lo mismo. Aunque en los 90 Macri y Daniel Scioli hayan sido gemelos ideológicos, llegaban a esta elección representando proyectos distintos. Y ni siquiera por su libre albedrío, sino porque mientras tanto habían pasado dos décadas de historia, una historia más acelerada que cuando los del Manifiesto nos ayudaron a entenderla, un tiempo en el que pasaron muchas cosas, traumáticas y esperanzadoras, que cambiaron la historia y la política argentina.

Quien los hubiera leído, no podía ignorar la historia y al entrar al cuarto oscuro dejar de advertir que aunque ambos le parecieran malos, uno lo era mucho más. Se supone que el materialismo histórico y dialéctico incluye al realismo. En esta encrucijada política, ¿qué clase de realismo fue votar en blanco o impugnar el voto? Salvo que apostaran a acentuar las contradicciones para que “cuanto peor, mejor”. Salvo que hace rato estén practicando tiro e instrucción guerrillera en algún campo clandestino.

Mientras tanto, algarabía en la bolsa de Wall Street, en los pabellones de lesa humanidad, en los diarios Clarín y la Nación y las revistas Gente y Noticias, en los barrios privados… Euforia entre los Magnetto, Grondona, Pando, Legrand, Etchecopar, Giménez… Dime quién festeja y te diré quién eres.

Es que para la derecha es una oportunidad única, un “ahora o nunca”. Como el ejército realista que en 1810 armó el ex virrey Santiago de Liniers en esta Córdoba que ahora empujó a la presidencia al más popular representante de la oligarquía de la historia argentina. Para ella, Macri representa el atávico y postergado anhelo de un candidato electoral ganador. Eso que no lograron durante el siglo XX, cuando se veían obligados a golpear la puerta de los cuarteles para “congelar salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas”, como escribió Rodolfo Walsh.

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Por eso este voto no solo sinceró una fractura, que no inventó el kirchnerismo, sino que obedece a la profunda y estructural injusticia social que existe en la Argentina desde su creación como país. Además, levanta un muro entre la riqueza y la pobreza, entre la política y la anti-política, entre la soberanía –imperfecta, limitada y contradictoria, pero soberanía al fin– y la obediencia debida al mercado global y las corporaciones, entre la solidaridad y el sálvese quien pueda, entre hermanastras caceroleras y cenicientas con Asignación Universal por Hijo.

Así lo demuestra ese mapa electoral que tras el 22N muestra una Argentina igual a la camiseta de Boca Juniors –oh casualidad–, con una franja amarilla central que pinta a las provincias ricas –y Jujuy–, esas que así renuncian a financiar un país genuinamente federal, que así se niegan a sostener con la coparticipación a otras que ahora volverán a ser “inviables”. Más aún cuando el fallo de la Corte Suprema exime al macrismo del costo político que le depararía acatar el mandato de esa franja amarilla que no quiere compartir los beneficios del modelo de monocultivo y agronegocios, modelo que después del fallido intento de 2008 el kirchnerismo no pudo, no supo o no quiso desmontar.

Entonces, la mentada grieta es en realidad un muro que separa a la Argentina opulenta de la Argentina excluida, como el de la Franja de Gaza, como el de la frontera entre México y Estados Unidos, como el que levantará Europa tras los ataques del 13 de noviembre en París. Un muro intangible, pero real.

El 22N no triunfó el cambio, triunfaron los constructores de muros, económicos, políticos y culturales. Por eso, en vez de bailar la Noche Mágica de Tan biónica, Mauricio debería bailar The Wall de Pink Floyd, porque todo indica que él será otro ladrillo en la extensa pared de la injusticia social y la entrega nacional.

En el tango Los cosos de al lao, los vecinos bailan por el retorno de la piba y el bautismo de su purrete. En el escenario de los globos amarillos, los cosos bailan por el retorno del muro. Ojalá los pichones de cisnes negros aprendan (aprendamos) pronto a volar por sobre él.

Fuente texto: revistaelsur.com.ar

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Published in: on diciembre 12, 2015 at 2:56 am  Deja un comentario  

Mempo Giardinelli : Carta pública al nuevo Presidente

Sr. Mauricio Macri: Usted será desde ahora, y por los próximos cuatro años, también mi Presidente. No me alegra, pero respeto incondicionalmente el voto de la mitad mayoritaria de los argentinos. Por eso, y más allá de pensar que fue un voto equivocado, quiero decirle con el mayor respeto, como merece su investidura, lo siguiente:

1 Ante todo, que fue lamentable el sainete que usted y los suyos montaron para asumir. Festín de los mentimedios que lo sostuvieron y que son los verdaderos triunfadores del pasado 22N, fue una innecesaria muestra de rencor y autoritarismo. Pésimo comienzo.

2 De todos modos, y de cara al futuro, deberá recordar usted que la inmensa mayoría de los argentinos queremos –los que no lo votaron y muchísimos que sí– una economía nacional sometida al poder político y al servicio de los intereses populares, y no al revés.

3 Por eso no queremos que se ceda y se pague a fondos buitre a los que usted ya mandó a buscar 48 horas antes de asumir. Y no lo queremos no sólo por razones ideológicas o técnicas, sino también porque cada vez que nos endeudan sus economistas (muchos otrora servidores de la dictadura y el menemismo), lo hacen porque reciben comisiones fenomenales de los bancos, los buitres y los organismos multinacionales.

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4 Queremos una reforma judicial que termine de una vez con esa corporación o “familia” cuasi mafiosa, que es arcaica, prebendaria, partidizada y corrupta. Y queremos una Corte Suprema que deje de ser funcional a sus mandantes mediáticos y a su partido, y que retome el espíritu de la Corte de 2004.

5 Queremos que Aerolíneas Argentinas e YPF sigan en manos del Estado. Que se mantengan y actualicen las AUH y se respeten y mejoren las condiciones de millones de jubilados. Que nunca más vuelvan las AFJP como se sabe que amigos suyos están planeando. Que continúe la restauración y mejoramiento de los ferrocarriles, a cargo y en manos del Estado. Que se sostenga y fortalezca el Plan Procrear para que más familias accedan a viviendas propias y dignas. Y que el fútbol siga siendo para todos y no lo reconviertan en negocio de dirigentes y empresarios.

6 Queremos que se defiendan las Universidades Públicas, se mantenga la gratuidad y en 2018 se celebre el Centenario de la Reforma Universitaria, que ha sido y es ejemplo en el mundo. Queremos que se sigan repatriando científicos y se coloquen más satélites Arsat en el espacio; que continúen las políticas educativas y culturales inclusivas, y que el mejoramiento de la calidad educativa no sea un negocio. No queremos economistas puestos a educadores.

7 Queremos que se apoye por todos los medios a la Industria Nacional, que da trabajo y genera divisas, y no que se reabran las importaciones basura que ya nos infectaron en los 90.

8 Queremos que continúen las políticas de Derechos Humanos, y bueno sería que usted se retracte públicamente de haber dicho que son “un curro”. Y que prosigan los juicios a los militares responsables de la dictadura, y se procese también a empresarios y civiles cómplices.

9 Queremos que continúen las vacunaciones gratuitas y que se mejore la salud pública en todo el país, en cantidad y en calidad. Que se siga con la fertilización asistida, el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, a todo lo cual usted y su partido se opusieron y votaron en contra.

10 Queremos que su gobierno persista en la recuperación de las islas Malvinas por vías pacíficas, como bien hizo el gobierno saliente.

Y queremos muchas cosas más, Sr.Presidente, y entre ellas garantizarle algo importante: que no llamaremos “yegua” a su vicepresidenta ni a la gobernadora bonaerense, así como no los amenazaremos con la horca aunque roben, ni ofenderemos a sus familiares, vivos o muertos.

Y por supuesto también queremos que cesen los beneficios judiciales que le está brindando a usted ese fiscal rápido para los mandados que lo ayudó en la causa en que está usted procesado y además recortó en 12 horas el mandato de la Presidenta, perfeccionando así una última ofensa gratuita con una medida que es, además, absolutamente contraria a la Constitución aunque la apruebe una veterana jueza siempre oportuna.

En abril de 2010 escribí en este diario una nota rechazando la Medalla del Bicentenario que otorgara su gobierno municipal a la Fundación que presido en el Chaco. Lo hice para no tener que darle mi mano, que estaba y sigue limpia, y porque yo tenía, como tengo, una muy mala opinión respecto de sus cualidades personales, de gestión y sobre todo éticas. Ahora sigo pensando que es usted una persona por lo menos insincera que obviamente no es el presidente que la mitad apenas minoritaria de los argentinos quería. Pero así es la democracia y por eso no puedo sino desearle todo lo mejor por el bien de mi país. Que no es estrictamente el suyo.

Finalmente, corresponde recordarle que somos muchos, muchísimos los argentinos que esperamos que su paso por la primera magistratura de esta república dure sólo cuatro años y no sea especialmente dañosa. Confiamos en ello porque muy estrecha fue su mayoría y porque el pueblo argentino siempre vuelve. Y nosotros volveremos, no lo dude.

Reciba mi más respetuoso saludo.

Fuente texto: pàgina12

Fuente imagen : enorsai.com.ar

Published in: on diciembre 11, 2015 at 2:21 am  Deja un comentario  

Ignacio Molina : Fuiste un lujo

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La única vez que te vi de cerca no me pasó nada bueno. Era una mañana fría del año 2000; vos ibas a ser entrevistada en un programa de la radio donde yo era pasante. Subimos juntos en el ascensor. Al apretar el botón del cuarto piso te saludé con una mueca antipática y mientras te miraba de reojo se me vino a la cabeza una pregunta que en aquel tiempo, y durante los diez años anteriores, se escuchaba seguido: “¿Qué harías si te cruzaras con Videla en un ascensor?” Vos no eras Videla, claro, pero a mí, un post adolescente educado en el rigor político y cultural de los noventa, votante de partidos trotskistas y víctima de la precarización laboral, tu nombre, Cristina Fernández de Kirchner, no me sonaba con la misma cadencia que ahora. Para mí, en ese momento, vos eras una diputada del montón, miembro del partido que había indultado a los genocidas de la dictadura y que había implementado el neoliberalismo en el país. Una dirigente más de la clase política que nos estaba llevando a la debacle.

En aquel tiempo, meses antes o después de aquella mañana fría, te cruzaste con David Viñas en un programa de televisión y les pediste a quienes no estaban conformes con la realidad del país “que participen donde sea, aunque sea fundando su propio partido político, pero que participen para cambiar la realidad”.La escena se puede ver en Youtube y, a la luz de lo que pasaría en los años siguientes, es conmovedora: Viñas interviene para decir “me resulta un poco panglosiana su perspectiva, ¿sabe? Es de un optimismo que por lo menos a mí me desborda…”. Y vos le respondiste: “¿Sabe qué, David? Yo tengo la obligación de ser optimista. Usted tiene la obligación de ser pesimista porque es un intelectual crítico, pero yo soy una militante política, y quiero cambiar las cosas y pienso que lo voy a poder hacer”.

A favor de Viñas, y de aquel post adolescente nihilista que te saludó con una mueca antipática en el ascensor, hay que decir que en ese momento, con un 25% de desocupación, un gobierno que obedecía las órdenes del Fondo Monetario Internacional, un peronismo bastardeado y un pseudo progresismo aliado con el radicalismo de derecha que un año más tarde se iría en helicóptero dejando decenas de muertos en las calles, la opción de no tener esperanzas, de no creer en nada y de desestimar a la política de los partidos tradicionales como una herramienta de cambio era la más lógica del mundo.

Con el tiempo, aquel viaje en ascensor –que si hubiera tenido cualquier otro protagonista habría quedado confinado a los archivos más escondidos de mi memoria– se fue resignificando en mis recuerdos. Tomó una dimensión cada vez más grande. Si te narro mi experiencia, Cristina, no es porque crea que te pueda interesar especialmente, sino porque estoy seguro de que puede ser similar a la de otros miles de jóvenes y no tan jóvenes que en el 2003 miraban a Néstor y a vos de reojo y con desconfianza pero que después, de a poco, fueron encontrando en ustedes al menos una luz a la que aferrarse para no quedar hundidos en la oscuridad del escepticismo. Lo primero que me acercó a esa luz fueron sus nuevos amigos: si varios grupos piqueteros que habían enfrentado las políticas de ajuste y represión de los gobiernos anteriores ahora se acercaban a dialogar, y si las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo confiaban en sus palabras y en sus acciones, entonces ustedes no podían ser tan malos. Y lo segundo fueron sus enemigos: cada vez que la derecha, los militares, la Sociedad Rural y las grandes corporaciones económicas decían cosas como “se viene el zurdaje”, se me iba aclarando el panorama.

A pesar de todo lo que veía de positivo en el gobierno de Néstor y el tuyo, recién pude definirme como “kirchnerista” sin pudores en el 2008, año en el que te enfrentaste al salvaje lock out patronal “del campo” y en un discurso en Plaza de Mayo calificaste al tuyo como “un gobierno popular”. Ese año entré a trabajar en la redacción de la revista Noticias y pude ver cómo se fabricaban las notas de tapa y las denuncias en tu contra: se juntaban dos editores en un escritorio, tiraban títulos, elegían el más escandaloso y en base a eso inventaban la nota. No duré mucho en esa revista (supongo que mi negativa a inventar notas o a presionar a los entrevistados para que digan lo que mis editores pretendían que dijesen y mi firma en una solicitada a favor de tu gobierno influyeron en la decisión de mis jefes de echarme) pero me alcanzó para constatar la saña y la perversión con que los mismos medios que se quejan por una supuesta falta de libertad de expresión quieren lavarle el cerebro a sus consumidores.

Definirme como kirchnerista y valorar todas tus medidas positivas que ya conocemos (la Asignación Universal por Hijo, la estatización de las jubilaciones, los trenes, YPF y Aerolíneas, el matrimonio igualitario, la derogación de la ley de flexibilización laboral, el fortalecimiento de la industria nacional, la derogación de la ley de obediencia debida y la atmósfera que permitió dictar la inconstitucionalidad de los indultos, el plan Procrear, las millones de personas que pudieron jubilarse sin haber hecho aportes, el intento de la 125, y un largo etcétera) no me convierte en un fanático ni me ciega a la posibilidad de ver las falencias y las contradicciones de tu gobierno (la designación de un presunto implicado en crímenes de la dictadura como Jefe del Ejército, la negativa a tratar una ley de aborto seguro y legal, y evitar así que una gran cantidad de mujeres muera por año en clínicas clandestinas, la ausencia de reformas impositivas y agrarias más sólidas y estructurales, los cientos de muertes por casos de gatillos fácil que siguieron produciéndose en los últimos años, tu fortuna económica personal que me incomoda al tener que defenderte, entre varias otras.)

Pero aun teniendo en cuenta todas esas falencias y contradicciones, habría que ser bastante necio para mirar alrededor y no darse cuenta de que fuiste un lujo demasiado grande para este país. Sí, Cristina, fuiste un hecho fuera de lo ordinario para este país lleno de gente que destila un odio y una violencia extrema en la calle, en las redes sociales y en los foros de los diarios; un país en el que muchísimos, al tiempo que te acusan de dictadora, añoran los golpes de Estado y las dictaduras militares; un país donde millones afirman que “las negras del conurbano se embarazan para cobrar los planes”; un país donde gran parte de la clase media y baja puede votar, como en estas últimas elecciones, en contra de sus propios intereses y a favor de una runfla de ignorantes, insensibles y mercenarios que no creen en la política ni en el Estado y que piensan que gobernar es lo mismo que administrar una empresa; un país donde gran parte de la clase alta y la oligarquía se cree dueña de todo y siente que las clases bajas son un estorbo y volvería gustosa a la época de la esclavitud con tal de seguir enarbolando una sola bandera, la de su propia ganancia, a expensas del hambre de los demás.

Sí, Cristina, tus gobiernos y el de Néstor fueron un lujo que muchos no merecieron y que tal vez los más jóvenes no pueden mensurar en su plenitud porque no tienen recuerdos de épocas anteriores; tus gobiernos y el de Néstor fueron un gran paréntesis histórico de doce años tras el cual volverán a escribirse sin traumas palabras como ajuste y represión. Mañana este lujo se termina y vos te vas por la puerta grande. Y por eso te despido hasta pronto y te digo gracias por haber hecho del Estado una herramienta de transformación y no un mero instrumento de los poderosos y las corporaciones, gracias por los derechos y las conquistas, gracias por haber conseguido que en los últimos años la palabra política haya dejado de ser una mala palabra, gracias por haber permitido que las discusiones sobre política dejaran de ser teóricas y utópicas para instalarse en la realidad concreta y cotidiana, gracias por haber hecho que palabras como justicia y distribución no sean sólo parte de consignas panfletarias…

Mañana te vas, Cristina, y la Argentina que dejás es muy diferente a la de aquella mañana fría del año 2000 en que subimos juntos en el ascensor. Y no sólo porque, gracias a los cambios de estos últimos años, Videla murió en la cárcel y otros cientos de genocidas de la dictadura fueron juzgados y condenados y ya nadie puede cruzárselos en ningún ascensor; también porque ya no se respira un aire de pesadumbre general ni hay tantos argentinos olvidados y destinados a pasar hambre a merced de las reglas del mercado. Y vos y yo tampoco somos los mismos que aquella mañana. Yo ya no soy un post adolescente descreído de todo que se interesaba por la política de la misma manera en que se interesaba por la literatura, como algo muy apasionante pero que no tenía injerencia real en la vida de los millones de argentinos. Ahora soy un papá responsable que dejó de sentirse parte de una vanguardia iluminada y escribe novelas y trabaja de cosas que le gustan. No voy a caer en el facilismo y la demagogia de decir que eso último te lo debo a vos, pero sí puedo afirmar que los años de tus presidencias y la de Néstor coincidieron con los años más felices que viví. Y vos, Cristina, lograste convertir tu “optimismo panglosiano” en el gobierno más inclusivo y democrático de la historia argentina. Es cierto que te quedan muchas deudas pendientes y que las desigualdades en el país siguen siendo gigantes; tan cierto como que para llegar adonde llegaste tuviste que dejar en el camino jirones de tu vida. Por eso, si hoy tuviera la suerte de subir con vos en un ascensor, ya no te saludaría con una mueca antipática ni te miraría de reojo ni pensaría en Videla; si hoy me encontrara con vos en un ascensor no sé si los nervios y el tiempo me dejarían hablarte demasiado, pero te abrazaría hasta que se abrieran las puertas y te diría “gracias” al oído y en la última mirada intentaría darte a entender todo esto que te acabo de escribir.

Fuente texto: anfibia.com.ar

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Published in: on diciembre 9, 2015 at 7:10 pm  Deja un comentario  

Sandra Russo : El oleaje imprevisto

Los porcentajes del ballottage, esas dos mitades de torta no idénticas, y cuya asimetría le dio el gobierno a Macri, son, si uno observa cualitativamente su gráfica, un sinceramiento de lo que a menudo se llama “la grieta” y que es la puja entre dos modelos de país. Precisamente, y por las sabias consecuencias de la lógica democrática, el ballottage sintetizó lo que en la primera vuelta aparecía diversificado en más ofertas. Pasada la elección no es que esas ofertas se hayan diluido, y la lectura del resultado sería errónea si se creyera que esas dos mitades son estáticas, pero el ballottage sí dirimió la opción entre un país nuevamente regido por las finanzas y la lógica de los organismos internacionales de crédito, y otro país heterodoxo, con la meta puesta en el desarrollo y el mercado interno. El nuevo gabinete no puede expresar mejor a ese país mayoritariamente electo. Es descriptivo decir que la procedencia de sus integrantes lo hace parecer más una fabulosa pauta publicitaria que “un equipo” de los que promueve Macri.

Durante los últimos años se responsabilizó al actual oficialismo por esa grieta que puede usarse sin comillas porque si se la resignifica es, claro, un corte, un tajo, una línea que separa a esos dos modelos de país. Pero por eso mismo es completamente absurdo remitirse a esa puja a modo de “denuncia” de confrontación. Esa misma “denuncia” lo que a su vez denuncia es la pretensión de hegemonía a la que la derecha no renuncia ni en este país ni en ninguna parte. A la derecha lo que siempre le cae mal es que se confronte con lo que la propia derecha comunica como “lo normal”, “lo serio” o “lo inevitable”.

La idea de que el kirchnerismo era responsable de la grieta, entendida como la división entre argentinos, supone que los argentinos no debíamos dividirnos a costa de no poder elegir, a costa de sacrificar la verdadera alternancia democrática, a costa, en fin, de lo que ya tuvimos y se intentará que volvamos a tener: bipartidismo. La grieta es lo que hay cuando no hay bipartidismo.

No somos originales. Escuché el otro día por televisión a una periodista española muy verborrágica y difundida, que decía que ser kirchnerista o incluso ser macrista le parece a ella algo insensato, cercano a secta, porque las convicciones de los ciudadanos se dividen en líneas de pensamiento más amplias, como por ejemplo, ser socialista, o conservador. La verdad que esa señora que era escuchada con beneplácito atrasaba dos décadas, que fue cuando el socialismo global empezó a bajar todas sus banderas y a dejarse perforar por espadas neoliberales. Con el socialismo Gran Bretaña fue a la guerra de Irak, con el socialismo España y Francia diagramaron sus respectivos ajustes y recortes a la seguridad social. Con socialismo la Grecia ya arrodillada volvió a votar la austeridad. Lo que le parece acertado a la periodista española es precisamente lo que no significa nada, y donde nos quieren instalar otra vez. En un mundo en el que las opciones políticas no signifiquen nada. Los partidos que están vivos ahora, en el mundo de hoy, son los que se han purgado y han reespecificado sus identidades. En España, en Grecia, en Portugal, en Gran Bretaña, en Canadá. Y si seguimos así también lo harán los demócratas norteamericanos.

En la Argentina ya se puso en marcha el lento intento de restauración del bipartidismo que fue, en rigor, lo que nos introdujo en el neoliberalismo salvaje de los 90, cuando ser peronista o ser radical daba lo mismo, porque las riendas de la economía las llevaba Cavallo. Para eso, que fue el proyecto de las corporaciones, fue necesario licuar la política y disolver identidades partidarias. Un sector del peronismo está hoy preparado para volver a ser una opción en un bipartidismo en el cual se borre la grieta: la hilacha se le ve en la inclinación por la Alianza del Pacífico. Esa no es solamente una línea de política exterior sino la definición de un modelo de país. Ni independencia política, ni soberanía económica, ni justicia social son posibles dentro de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. No hay que ser demasiado astuto para darse cuenta.

grietaorimeraedicion.com.ar

Al proyecto de las corporaciones ahora lo tenemos de nuevo en el gobierno, pero elegido por el voto popular. Es una escena nueva y ligeramente escalofriante, pero al menos ha dejado al desnudo de qué se trataba la grieta, por qué se la denostaba y por qué ahora se querrá borrarla con una palabra linda, “unión”. Será necesario, como siempre, pedir especificaciones cuando se hable de “unión”, porque a juzgar ya por la primera visita protocolar del presidente electo a la presidenta saliente, no se está hablando de una “unión” entre las dos mitades de esa torta. El proyecto de país de las corporaciones no está dispuesto a convivir con un proyecto nacional y popular. El kirchnerismo sigue siendo un yuyo que hay que arrancar de la historia para que todo vuelva a la normalidad. Ya está montada nuevamente en los diarios, la radio y la televisión la operación para hacer de Daniel Scioli un antagonista de Cristina, y disponerlo para la “unión” con otro sector del peronismo, el Renovador, que a su vez brega por la “unión” liderada por el PRO.

Y sin embargo, abajo de las baldosas, en los barrios, bulle algo que lejos de replegarse se ha comenzado a desplegar. Uno de los rasgos distintivos del grupo de facebook Resistiendo con Aguante –del que se habló aquí hace dos semanas y que en la que pasó fue objeto de una foto dedicada de la Presidenta, seguida de análisis en algunos diarios– es que entre su casi medio millón de adherentes el celeste y el naranja conviven plácidamente. Se revela algo superador, ahí en la base.

Fue gente inorgánica en la mayoría de los casos que se juntó para remontar la campaña y la fórmula Scioli-Zannini. Gente que se referencia en Néstor y Cristina, que trabajó activamente y que todavía en muchos casos sigue teniendo como foto de perfil el pin Yo voto a Scioli. Gente que responde a Cristina, que es conciente de que Scioli estuvo en condiciones de proponer un modelo de país porque antes hubo tres gobiernos que lo tallaron tragándose cientos de operaciones e injurias a las que pocos se hubieran animado. En ese recorte generoso que discute política y lentamente se articula más allá de las redes sociales, hay una síntesis nueva, surgida de la acción política directa de cara a las elecciones, y que, contra la inercia separatista de los grandes medios, ha encontrado en la defensa de un modelo inclusivo y de desarrollo la superación de antiguas contradicciones o diferencias. Gente que es demasiado poco escuchada por las organizaciones, algunas de las cuales postean invitaciones a la militancia; algunas, incluso, con un dejo despectivo (“Vengan a militar en serio”), como si lo que esos cientos de miles de personas fuera banal. No es banal. Hay que escuchar mejor, hay que aprender.

Seguramente si uno profundizara en las procedencias o especificaciones, surgirían entre esa gente y entre mucha otra los matices. Pero en los cuatro años que vienen no andaremos con matices: el objetivo será el regreso a un modelo de país que defienda la industria nacional, que crea en el Estado como una herramienta de igualación, y que se preserve de las recetas del FMI. Como alguna vez dijo Néstor: “El objetivo es la construcción de poder popular. Lo demás lo discutimos”.

Sorprendentemente, entre esa gente han comenzado a surgir, embrionarios pero sintomáticos, los ámbitos. Esa herramienta que fue la que hace muchos años permitió organizarse al Frente para la Victoria santacruceño. Ambitos, grupos pequeños de vecinos o de amigos que llevan a amigos, familias ampliadas con compañeros de los hijos o de trabajo de los padres, lugares de reparo para discutir y profundizar diversas lecturas de la realidad. Lo virtual sigue siendo, después del resultado adverso, insuficiente. De ese oleaje forman parte también muchos afiliados a partidos o militantes de organizaciones que sin embargo, necesitan el oxígeno que viene de las calles. Ese oleaje es imprevisto, desencuadrado, desesquematizado, pero de una voluntad y convicción inequívoca, y sin duda forma parte de la fuerza propia de Cristina.

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Published in: on noviembre 29, 2015 at 7:38 pm  Deja un comentario  

Diego Tatiàn : Contemporáneos

Es lunes 23 de noviembre y son las seis de la mañana cuando escribo esto. Apenas hay luz. Es la hora, como decía Borges, en la que la mañana casi no ha tocado a nadie. Desde la ventana de mi casa de Alta Córdoba veo un basurero limpiar con su pala el cordón de la vereda; una chica, tal vez estudiante, pasa con sus auriculares puestos; una señora pasea un perrito. Un hombre mayor, casi anciano, pedalea su bicicleta con dificultad. Trato de imaginar qué imaginan, de comprender qué comprenden, de descifrar el deseo que los habita. “Va a ganar Macri –me había dicho mi hija, aún niña–. Casi todas las personas están insatisfechas con su vida y por eso predispuestas siempre a seguir a quien les prometa cambios y felicidad. Después se decepcionan, se enojan con ellos y siguen a otros.”

La frase acierta a definir con bastante exactitud lo que, asombrados por la oscilación de los afectos (en particular la esperanza y el miedo), los clásicos llamaban superstición. Prefiero incursionar en las cosas de otro modo, mediante un ejercicio de la interrogación por un cierto hartazgo de la política en quienes durante los últimos años se han visto beneficiados por ella. Por el enigma de los que se hartan de la conversación sobre los derechos, las libertades y las igualdades obtenidas por la insistencia en la importancia de esas mismas palabras, que guiaron decisiones institucionales en su favor.

El kirchnerismo es una subjetividad ideológica y una fuerza cultural que orientó sus políticas públicas por la idea de igualdad, por la extensión de los derechos sociales, por la transmisión de la memoria, por la construcción de lo común. Desde el peronismo histórico, nunca una subjetividad social había hecho irrupción con tanta nitidez y con una proyección generacional tan extensa. En las antípodas, Macri le habla al pueblo como si se tratara de una muchedumbre de emprendedores que, gracias al talento individual que él les va a ayudar a desarrollar, serán exitosos y felices. Para eso es necesario liquidar el pasado, desentenderse de las dificultades ajenas y “mirar hacia adelante”. El emprendedorismo individual que promueve el discurso macrista puede efectivamente ganar elecciones, generar expectativas económicas e introducir cambios culturales, pero no producir una subjetividad transformadora.

cambiemos

La retórica del cambio más bien desvanece el anhelo de transformación social y el horizonte de una “vida popular emancipada”, que para mantener abierta la cuestión de la justicia precisa componer sus rupturas con un conservacionismo de los bienes comunes, una preservación de la memoria y un cuidado de la historia. Si fuera el caso de que se abre un tiempo de catástrofe social que va a dejar en la intemperie económica y educativa a miles de conciudadanos de los sectores más desfavorecidos, será necesario que ese reflujo haga el menor daño posible y sea breve. La sabiduría militante obtenida en estos años de aprendizaje y experiencia colectivos deberá producir nuevas formas de intervenciones territoriales, y acompañar con el pensamiento (que es un modo de la acción) y con la acción política (que sin duda es una forma del pensamiento) lo que decante en el tiempo que nos va a tocar. Toda situación es buena para pensar y transformar.

Hemos sido –somos– contemporáneos y depositarios de una de las mayores rarezas históricas de la Argentina y el continente: la rareza de la política. La política, eso que de manera imprevista le hace un hueco a la historia, no va de suyo –como sí la administración de los llamados recursos–, ni se produce siempre en las sociedades. La confianza en la experiencia democrática como voluntad colectiva que fue capaz de subordinar durante casi trece años los poderes financieros y corporativos a las instituciones de la república es tal vez la novedad por la que este tiempo kirchnerista será recordado, y la inspiración renovada de esa experiencia su mayor contribución a las generaciones por venir, cada vez que reinicien la pregunta por la emancipación.

Contemporáneos de la política, el retorno de las ideas a la discusión pública, la hermandad continental como nunca en doscientos años, un país menos desigual y más justo, una cultura social del reconocimiento, un nítido mensaje de paz en un mundo en guerra, dejan una sociedad más plena, una marca libertaria en la imaginación colectiva, y un tesoro cultural y político que no podrá ser arrebatado. Todo esto no se pierde con una elección adversa, solo cambia el territorio en el que se inscribe: seguramente ya no el de la construcción institucional, sino el de la resistencia cultural acompañada de una gratitud y de una memoria. Y de mucha conversación serena y sin cansancio: con el señor de la bicicleta, con la chica de los auriculares, con el basurero y con la dama del perrito, para que esta vez sean contemporáneos de las disputas por librar de ahora en más, aunque durante este tiempo no hayan podido o no hayan querido serlo de algo que fue único y volverá con otro nombre.

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Published in: on noviembre 24, 2015 at 7:56 pm  Deja un comentario  

Washington Uranga : Similitudes y diferencias

El 22 de noviembre de 2015 debería quedar en la historia como el día en el que la derecha regresó al poder en la Argentina. Lo hizo en democracia y con el voto ciudadano. Desde ese punto de vista resulta incuestionable y está dentro de las reglas que la misma democracia impone. Es positivo que el sistema democrático funcione y se consolide. Desde el punto de vista político es lamentable que desde las urnas haya surgido una decisión que, sin duda, perjudica al campo popular. Tampoco debería equipararse la derrota electoral con capitulación de un “modelo”, entendido éste como una forma de ver el mundo que pone en el centro al ser humano gozando en plenitud de sus derechos. Porque las banderas no se bajan ni se negocian. Sobre todo si están impregnadas de derechos esenciales. Es un retroceso, sin duda. Y también una batalla que comenzó a perderse mucho antes de las elecciones presidenciales.

¿Cuáles son las diferencias con otros gobiernos de derecha? Es diferente la composición de la alianza ganadora si se la compara con otras manifestaciones de derecha en el pasado. Porque Cambiemos reúne a una fuerza tecno pragmática que dice descreer de las ideologías pero se aferra a los principios básicos del neoliberalismo, con el sector más conservador y retrógrado de un partido tradicional como el radicalismo que tiró por la borda la perspectiva nacional y popular que otrora lo caracterizó. No menos importante es que la coalición triunfante carece de coherencia política e ideológica: su unión está basada en el “anti” antes que en acuerdos programáticos o políticas. Habrá que ver cómo se traduce esta situación en el ejercicio del gobierno.

El resto de las diferencias de este Cambiemos encabezado por Mauricio Macri con otras expresiones de derecha son apenas el resultado del cotillón electoral. Los gestos adustos y las formulaciones categóricas dejaron paso esta vez al canto, al baile y a los globos acompañados de un discurso marketinero que se pretende cercano “a vos”, que habla de “construir juntos” y hasta de “solidaridad” y de dejar atrás “los enfrentamientos” como si éstos no fueran el resultado obvio de la conflictividad social y de intereses encontrados. Acompañado por la música ejecutada por Jaime Durán Barba, el discurso de Cambiemos fue capaz de ajustarse al ritmo de las encuestas y de lo que “la gente” quiere escuchar, sin reparar en contradicciones y mentiras evidentes que, por cierto, no han sido apreciadas o sencillamente desestimadas por la mayoría de la ciudadanía que sufragó.

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Pero resulta por demás ostensible que en cuanto le sacan el bozal a sus más encumbrados dirigentes el cotillón electoral de Cambiemos queda de lado y se pone al descubierto su verdadera perspectiva ideológica en expresiones como las de Marcos Aguinis insultando y repudiando a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para acompañar la frase de que “se acabó el curro de los derechos humanos”, o Alfonso Prat-Gay despreciando la posibilidad de que algún ciudadano de esos lugares que los porteños llaman “el interior” llegue con posibilidades a la presidencia o las de Juan Aranguren sosteniendo que “el autoabastecimiento energético no es relevante” o las del propio Mauricio Macri recordando que “el salario es un costo más” aunque luego se desdiga en campaña.

Ahora las cartas están echadas. Ya no hay vuelta atrás. En democracia no se cuestionan las decisiones electorales de los ciudadanos. Y ojalá nos vaya bien a todos, derrotando así la mirada pesimista de quien escribe estas líneas convencido de que este es un momento triste para la sociedad argentina pero esencialmente para los pobres, los trabajadores y los actores populares del país y, por añadidura, de las otras naciones de la región sudamericana.

Otra diferencia con anteriores gobiernos de derecha es que ahora nadie podrá decir que no estuvo avisado. Quienes votaron a Macri lo hicieron a sabiendas, aun cuando se pueda apuntar que muchos respondieron a un clima de opinión generado por el sistema de medios que actuó como principal opositor al gobierno del FpV. Es posible que en cierto tiempo aparezcan quienes levanten la mano para señalar que “yo no lo voté”. Ya lo vivimos también en la Argentina. Pero será tarde.

Una diferencia más radica en la fuerza que a partir de ahora será la principal oposición. No es menor advertir que tras doce años de ejercicio del gobierno el FpV obtuvo en la primera vuelta más de un tercio de los votos totales. Es un logro si se tiene en cuenta el desgaste lógico que produce la gestión y el hostigamiento permanente de los principales conglomerados mediáticos, artífices esenciales de la victoria de Macri (aporte por el cual esperan retribución), y por voceros de los grupos de poder económico que, a pesar de que acumularon ganancias durante todo este tiempo, se sintieron desplazados sencillamente porque siempre quieren más y participar de las decisiones del poder. El FpV mantiene, por otra parte, una fuerte representación parlamentaria y una mayoría de gobernaciones que constituyen una cuota de poder que tendrá que usar con inteligencia ahora desde la oposición.

Mirando al 2003 hay que decir que el gobierno saliente deja un saldo sumamente positivo respecto de derechos recuperados y nuevos derechos constituidos por parte de los sectores populares y actores diversos de la sociedad. No será fácil para nadie desconocer esta nueva línea de base, aunque habrá múltiples estrategias para echar atrás conquistas históricas. Es otra diferencia. Que se suma también a una mayor conciencia y politización de la sociedad que no puede desmentirse ni siquiera por el resultado electoral de ayer. En Argentina existen hoy muchos más actores conscientes de sus derechos porque ya los ejercieron, así haya también muchos de esos titulares de derecho carentes de sentido político, estrategias y capacidades para defender tales conquistas.

Es verdad también que el FpV, el justicialismo y lo que se ha denominado el kirchnerismo, tendrá que iniciar un profundo proceso de revisión y autocrítica para evaluar los errores cometidos. Habrá que preguntarse en qué radica la imposibilidad manifiesta para acumular en términos político electorales las mejoras evidentes en la calidad de vida de los ciudadanos, la incapacidad estratégica para explicar de manera masiva y convincente (no hablando sólo para los “conversos” e intentando superar el obstáculo de los medios hegemónicos) las ventajas “del modelo”, el empecinamiento en promover luchas intestinas en las propias filas pretendiendo que las diferencias se saldan con autoritarismo y disciplinamiento, mientras se obturan los espacios de participación y se castiga a quienes opinan distinto. Es evidente que todo ello perjudicó las chances de Scioli y así lo percibieron muchos ciudadanos y ciudadanas que, en las últimas semanas y aun desoyendo a la dirigencia, “militaron” inorgánica, heroica y comprometidamente en defensa de sus derechos y de los de sus conciudadanos. No alcanzó. Pero esta manifestación es, por sí misma, la más severa crítica a la dirigencia del peronismo y del FpV y, sin duda, una esperanza y una base para construir nuevas formas de hacer política en el futuro inmediato.

¿Qué se puede esperar? Es probable que todo lo que se pueda decir ahora, en medio del viento de cola que supone la euforia ganadora, sea rápidamente inscripto en la “campaña del miedo” como se la tituló en las últimas semanas. El PRO y Cambiemos venden alegría y esperanza. Pero no es ilógico esperar que la alianza que gobernará desde el 10 de diciembre convoque a los factores de poder que la apoyaron para producir en escasas dos semanas una especie de “golpe de mercado” que dispare los precios “preventivamente”, que impulse hacia arriba la cotización del dólar ilegal, también “para evitar pérdidas” y que como consecuencia se produzca una inevitable caída del salario real. Por supuesto que todo ello tiene que ocurrir antes del 10 de diciembre por un doble motivo: para endilgar todas las responsabilidades al gobierno saliente y para que las primeras medidas de los nuevos administradores se presenten como “inevitables” y “salvadoras”. Esta historia ya la vivimos.

Después de ese impacto inicial seguramente habrá gradualidad en el ajuste, pero ajuste al fin. No es “meter miedo” analizar las consecuencias de las medidas ya anunciadas: recorte del gasto social y de los subsidios, devaluación y libre flotación de la cotización de las divisas extranjeras, apertura irrestricta de las importaciones, pago a los “fondos buitre” y endeudamiento internacional. Para mencionar tan sólo algunos temas. Son todas decisiones coherentes con “otro modelo” y concurrentes en el mismo sentido: en contra de los intereses de los pobres y asalariados. Por ese mismo motivo no es temerario afirmar que, en la medida que tales medidas se concreten, habrá aumento progresivo de la conflictividad social porque aún quienes hoy favorecieron con su voto a Cambiemos tendrán que encontrar inevitablemente las estrategias para defender la calidad de vida antes conquistada.

Y habrá que ver cómo actúan en ese momento quienes desde la oposición se llenaron la boca hablando de la diferencia, de la diversidad, del “relato único” y de la defensa de la institucionalidad. Un adelanto ya lo dio la máxima autoridad del radicalismo conservador. Ernesto Sanz sostuvo que “habrá que gobernar por decreto”. ¿Y qué se puede esperar de la Justicia que hizo todo y más para favorecer a la oposición? Será importante observar, finalmente, cómo hace Mauricio Macri para sostener en la práctica y traducir en acciones de gobierno el eslogan electoral que decía que “estamos con vos” y “no te vamos a dejar solo”. Ya no serán suficientes los consejos marketineros de Jaime Durán Barba. Los que lo votaron y quienes no lo hicieron le pedirán cuentas y resultados.

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Published in: on noviembre 23, 2015 at 6:31 pm  Deja un comentario  

Luis Bruschtein : Cabeza lavada

 

Se dice que Scioli hizo campaña de miedo porque dijo lo que iba a hacer Macri. Pero lo que más miedo dio fue el silencio de Mauricio Macri. Da más certeza lo que no se dice ex profeso que lo que se dice abiertamente. Y en este caso, lo que se oculta da miedo. Macri se conformó con decir que son mentiras del kirchnerismo, una excusa que conforma a los ya tienen la cabeza lavada por el ametrallamiento insultante y gritón de las radios opositoras todas las mañanas, pero no alcanza para convencer a nadie con las neuronas en su lugar. Entre los cabeza lavada y los cabeza rapada hay cierto parentesco. Porque entre las grandes lagunas que dejó el discurso del macrismo, apareció Marcos Aguinis, uno de sus intelectuales emblemáticos, para justificar el respaldo de un sector de la sociedad civil al golpe genocida de Videla en 1976 y para insultar a Hebe de Bonafini y a Estela de Carlotto como personas “despreciables”.

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Por ese mismo intersticio que abrió el escritor radical se colaron los que fueron de noche y embadurnaron la Mansión Seré, el ex centro clandestino de detención durante la dictadura en Morón, con consignas contra los derechos humanos. Una modalidad parecida a la que usaban los nazis locales con las sinagogas. En realidad usaron una de las frases que acuñó el candidato conservador que respaldan radicales de derecha como Aguinis y los progresistas de Margarita Stolbizer: “El 22 se va a acabar el curro de los derechos humanos”.

El papa Francisco evitó revelar sus preferencias en la elección del domingo. Pero el súper asesor Durán Barba dio por descontado que el Papa apoyaba a Scioli y salió con los tapones de punta. “¿A quién le importa lo que diga el Papa?”, mandó en un ataque de laicismo anticlerical, “más de diez votos no arrastra el Papa” remató por si quedaban dudas. De lo que no quedan dudas es de que el macrismo da por descontado que el Papa prefiere el triunfo de Scioli y que ellos se ubican a la derecha del Vaticano.

Otro personaje que salió a hacer campaña junto con Aguinis fue el juez Claudio Bonadio, quien se ha convertido en magistrado ejemplar para radicales y proístas. En estos últimos diez días de campaña electoral, abrió una causa basura contra el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, y realizó un allanamiento en el banco, muy publicitado, para buscar información que ya le habían dado. Al mismo tiempo citó a declarar como testigo al jefe de Gabinete Aníbal Fernández por otra causa basura abierta por la ex titular del PAMI Graciela Ocaña, ahora legisladora de la oposición, y en una tercera causa basura, en un record histórico por la cantidad de basura que juntó en tan pocos días, procesó al actual titular del PAMI, Luciano Di Cesare, por operaciones financieras que les hicieron ganar 300 millones de pesos a los jubilados. Con este mecanismo –denuncia-causa judicial-amplificación mediática– les calientan la cabeza todas las mañanas a los cabeza lavada. Están hechas con ese objetivo.

No se trata de un profesional con gran currículum, más bien lo contrario si se tiene en cuenta que acumula diecisiete denuncias en su contra, doce de ellas ante el Consejo de la Magistratura y cinco ante la Justicia penal. Varias son anteriores al kirchnerismo. Ha sido uno de los jueces más cuestionados pero la oposición macrista y radical lo ha convertido en una especie de héroe judicial porque lleva la causa políticamente inflada de Hotesur, la empresa familiar de los Kirchner. La idea de Justicia profesional que ha declamado la oposición ha decantado sus propios funcionarios como Bonadio, convertidos en emblema de la Justicia que quieren. El otro es el fiscal Alberto Nisman, cuya muerte motivó una gran movilización para convertirlo en una especie de mártir por su denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner por el Memorándum con Irán. La investigación está demostrando que el fiscal no es un mártir, que tenía una vida muy vulnerable a las presiones, empezando por una fortuna que no se explica con sus ingresos, que evadía impuestos con cuentas millonarias en el exterior, que usaba los fondos de la investigación del atentado a la AMIA para pagar sus vacaciones en el Caribe con mujeres que contrataba y que recibía órdenes de los servicios de Inteligencia locales y extranjeros en esa investigación. Pero lo más grave fue que en más de diez años no agregó una sola prueba sobre el atentado a la AMIA, a pesar de contar con todo el respaldo financiero y de infraestructura del gobierno nacional. Nisman y Bonadio sintetizan la idea macrista y radical de Justicia simplemente porque usaron a la Justicia con fines políticos que le convenían a la oposición. Esa es una idea de Justicia como parte de un sistema de defensa de privilegios. Ese sistema quedó anacrónico y en gran parte ha sido reformulado, pero ha prevalecido en todas estas décadas en la Justicia, incluyendo los tiempos de dictaduras. Es una Justicia estructurada para proteger intereses determinados así como sus propios privilegios corporativos.

Podría decirse que Bonadio y Nisman son malentendidos extremos, algo así como ejemplos de lo contrario de lo que se quiere ejemplificar. Pero en los últimos diez días también hubo fallos acelerados de la Corte en tiempos electorales. Si son coincidencias cronológicas, en todo caso a los miembros de la Corte no les importó. En pocos días hubo tres fallos. Los medios concentrados dijeron que se trataba de tres fallos contra el Gobierno. En parte es así, pero en realidad, uno es en contra de YPF, otro en resguardo de la corporación judicial y un tercero –ya casi como una broma– a favor del megamultimedio Clarín que le permite aguantar hasta el próximo gobierno sin desmonopolizarse como plantean la ley de medios y todas las leyes antimonopólicas.

El proceso electoral estuvo siempre determinado por la ofensiva a dos puntas mediático judicial de ese esquema denuncia mediática-apertura de causa judicial-reamplificación mediática, usado como herramienta política de la derecha. Ha sido una constante muy visible en estos doce años. Sobre la base de esas dos corporaciones más la del poder económico concentrado se basaría la gobernabilidad de un presunto gobierno conservador de Mauricio Macri cuyas medidas económicas, más orientadas al ajuste y la devaluación, provocarían un profundo malestar social. En contrapartida, la gobernabilidad de un presunto gobierno de Daniel Scioli se basaría en el respaldo popular y de los demás sectores que se verían beneficiados por las políticas de industrialización y fortalecimiento del mercado interno.

Para los cabeza lavada, esta opción que se plantea entre los dos candidatos presidenciales es “una mentira kirchnerista” y no les entran razones. Ellos están luchando contra la encarnación del mal. Como grupo social, los cabeza lavada han pasado más tiempo arrepintiéndose de sus apoyos siempre fallidos a la dictadura, al menemismo y a la Alianza, o a Domingo Cavallo, que tomando definiciones a partir de sus intereses y posibilidades reales. La derecha es más realista. Apoya las políticas de ajuste y devaluación porque la favorecen, pero sabe que tiene que ocultarlas para atraer a los cabeza lavada. Aparte hay un voto consciente, que se apoya en críticas concretas y que está abierto al debate y a las posibilidades que se le planteen. Ese voto es el que ha estado en disputa en la campaña para esta segunda vuelta y lo más probable es que se haya repartido, lo que agrega suspenso a la definición de mañana.

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Published in: on noviembre 21, 2015 at 4:46 pm  Deja un comentario  

Mario Rapoport y Ricardo Vicente : La derecha argentina y la pérdida de la memoria

Hay quien dice que es bueno que por fin se haya formado un partido de derecha en la Argentina, que nunca existió, porque eso equilibra el escenario político. Aunque estuviera bien que en democracia existiera un partido de ese tipo en el país, esta afirmación está tan lejos de la verdad como la de que un peso valía un dólar.

Desde la instauración del Estado nacional, en 1880, la derecha vernácula tuvo una influencia decisiva tanto en el poder político como en el económico. Entre 1880 y 1916, la Argentina fue una república conservadora bajo el mando de los “gobiernos electores” porque cada presidente saliente elegía a su sucesor y las elecciones eran totalmente fraudulentas y limitadas. Las derechas no conformaron un partido único sino que siempre eran alianzas de la oligarquía de Buenos Aires y las oligarquías provinciales. Esos gobiernos diseñaron las instituciones a su gusto y paladar: un país liberal en lo económico, dedicado a la exportación de productos primarios e importación de bienes manufacturados, y a endeudarse en el exterior; y conservador y reaccionario en lo político con una relación especial, asociada, pero más aún dependiente, del imperio británico. Esa derecha constituyó una oposición poderosa en los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen, manteniendo el poder económico; apoyó al gobierno de Alvear y luego derrocó a Yrigoyen en su segundo mandato mediante el primer golpe de Estado militar en la Argentina.

Gobernó nuevamente en la década de 1930 con Uriburu y Justo, lo que se expresó sobre todo en la llamada Concordancia conservadora, otra alianza política que dirigió el país hasta 1943. Esa derecha, con el apoyo de otras fuerzas políticas, sobre todo del radicalismo, retornó al gobierno con la Revolución Libertadora y luego, a través de las fuerzas armadas y el poder económico, con golpes militares o amenaza de hacerlos y la proscripción del peronismo, siguió influyendo decisivamente y gobernando con Guido y a través de otro golpe militar (el de Onganía) hasta la vuelta del peronismo, para asumir plenamente el poder con la última y más brutal dictadura de 1976 a 1983.

Tras la vuelta a la democracia incidió en el gobierno de Alfonsín y su golpe de Estado fue aquí el proceso hiperinflacionario. Con Menem, De la Rúa y el sempiterno Cavallo, la saga continuó hasta la crisis del 2001. De modo que la derecha siempre tuvo un peso decisivo se trate de una conformación de partidos políticos como la Concordancia, de la influencia del establishment económico, de las dictaduras militares, o de fuertes corrientes de centro derecha en los partidos populares. Y sus intereses siempre obraron en contra de los de la mayoría de la población. Cuando se habla de la no existencia de un verdadero partido político quizá se quiere expresar la ausencia de un considerable apoyo popular a esa fuerza, pero ese paso se supera, como ahora, en el mundo de las corporaciones y los universos mediáticos, mediante una información engañosa. Hoy en día para conseguir ese apoyo, como se ha demostrado en muchos países, puede ser suficiente el dinero y el marketing político. Berlusconi es un buen ejemplo.

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La derecha puede resguardarse, tras esa impunidad mediática que admite sus silencios y ocultas intenciones, escondiendo la basura debajo de la alfombra. No necesita programas e ideas y, por eso, ha perdido el rostro adusto del pasado y presenta una imagen festiva con una representación escénica nutrida de globos que a diferencia de los de las historietas no dicen nada, pero esas intenciones van a aparecer cuando estallen esos globos, pinchados por la megadevaluación, la austeridad, la rebaja de salarios y jubilaciones, la privatización de las empresas públicas, el pago a los fondos buitres, la apertura de las importaciones que destruyen la industria nacional, y así de seguido. Entonces vendrá otro 2001 y a empezar de nuevo. Con un helicóptero como un gran pájaro huyendo de la Casa Rosada.

Atrás ha quedado, por ejemplo (y su hija procesada por delitos de corrupción) uno de los númenes de la derecha, el inefable capitán ingeniero Alvaro Alsogaray que, a través de la didáctica televisiva, nos vendía sus inviernos tras brutales devaluaciones y nos prometía una moneda fuerte para los bolsillos magros de los futuros desocupados y empobrecidos. Y detrás de él la marcial presencia de los “libertadores”.

Carlos A. Coll Benegas, que fue ministro de Economía de Frondizi, impuesto por el establishment durante pocos meses en 1962, en vísperas del golpe militar de ese año y vinculado con él, daba sus diagnóstico desde el punto de vista de los sectores más ortodoxos en la Revista de la Unión Industrial Argentina. Según su opinión, la inflación argentina tenía su origen en el “tremendo egoísmo que caracteriza a sus grupos sociales” y se desencadena “a través de la política salarial peronista”. Desde entonces, “el sector obrero obtuvo una mayor participación en la renta nacional”. En consecuencia, “los perjudicados –clase media y agricultores– trataron de recuperar su posición. Así se establece una puja que ahora se ha agravado”. El incremento del costo de vida es consecuencia de la suba de los salarios y no a la inversa. “El mayor poder adquisitivo de los obreros provoca el alza [de precios]” y no se puede corregir el efecto sin extirpar la causa. En definitiva, la solución para frenar la inflación es “inevitablemente un descenso en los salarios reales [que] tendrá que producirse a través de un reajuste del tipo de cambio”. Los asalariados deben pagar su culpa.

Idénticas ideas respaldaron al prócer del liberalismo local, Federico Pinedo, en su tercera incursión en el manejo de la economía argentina. Nuevamente ministro con el gobierno de Guido, luego de derrocado Frondizi, ni bien asumió su cargo decretó la liberación del tipo de cambio, con una suba del 64 por ciento, que se tradujo en una fuerte devaluación, precedida de un desangre de las reservas del Banco Central. De inmediato, un brote inflacionario licuó los ingresos de trabajadores y jubilados, todo ello con el visto bueno del FMI. Su gestión duró apenas 15 días, repudiado por la sociedad argentina.

Asociado a la sangrienta dictadura cívico-militar iniciada en 1976, el Ministerio de Economía a cargo de José Alfredo Martínez de Hoz (h), resulta difícil de sepultar en el olvido. Provocó una gran devaluación con dos tipos de cambio diferenciales para favorecer al sector agroexportador manteniendo el proceso inflacionario, que pretendía reducir. Al mismo tiempo, se congelaron los salarios del sector público y cayeron los ingresos de los agropecuarios. Para disciplinar a los damnificados, se suspendieron las convenciones colectivas a fin de evitar los aumentos salariales y su impacto sobre los precios. No obstante, sus esfuerzos antiinflacionarios, tuvieron resultados contundentes: entre 1976 y 1983 la inflación se mantuvo en tres dígitos (comenzó con 444 por ciento y terminó con 333 por ciento) y ya en el año 1981 se produjo una violenta crisis que obligó al “poderoso” ministro a renunciar. El Banco Central perdió una apreciable cantidad de reservas y la deuda externa experimentó un enorme aumento. Joe fue un precursor de la integración plena de la Argentina en el orden mundial: con la reforma financiera de 1977 se dieron los primigenios pasos orientados a participar de la timba financiera que velozmente atravesaba el mundo.

Pese a la adscripción al neoliberalismo, el Estado dictatorial lejos de “achicarse” desempeñó un rol sustantivo para “agrandar la Nación”, entendiendo por ello la defensa de los intereses de los grandes empresarios. En 1982, el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, hoy un firme partidario de Macri, en el breve lapso de 59 días estatizó la deuda de privados, endosándosela al pueblo argentino. La magnánima medida benefició a Acindar, cuya presidencia ejerció Martínez de Hoz; Pérez Companc; Fortabat; Techint y adivinen quién, Macri, entre otros.

En los años 90 se replicaron las políticas económicas de la última dictadura: la apertura comercial, la apreciación cambiaria, el endeudamiento externo, la caída del empleo industrial y del salario real, todas piezas de un modelo de acumulación centrado en la valorización financiera, a lo que se agregó la venta de los activos públicos y con el tipo de cambio fijo y la convertibilidad, la inconcebible apreciación del peso. Pero las semejanzas no se acaban ahí: varios funcionarios, integrantes de la derecha neoliberal, participaron de ambas administraciones y Cavallo mismo fue un factótum en la dictadura militar, Menem y De la Rúa. Interviniendo o haciendo su carrera en una u otra, o en varias, encontramos a Prat-Gay, Melconian, Sturzenegger, Esper, Rogelio Frigerio, etc, etc.

Sin memoria no hay futuro. El pensamiento económico hegemónico siempre nos propone el olvido; el pasado incomoda particularmente cuando se traen ahora experiencias fallidas que han dejado marcas funestas en la sociedad argentina. Es el caso de la convertibilidad (con la liberación de todos los otros mercados y las privatizaciones de los bienes públicos) que concitó el apoyo de un sector numeroso de la población y de gran parte de la dirigencia política que ahora apoya a Macri. Fue necesario el incremento de la pobreza, las altas tasas de desocupación, el agobiante endeudamiento externo, la concentración del ingreso y la regresividad en la distribución de los ingresos, la desindustrialización, la precariedad laboral y la exclusión para que se produjera la explosión social de diciembre de 2001.

Hasta entonces, tanto durante el menemismo como durante la Alianza, sectores populares y sobre todo de clase media afectados por aquellas calamidades se mostraron como el soporte político-electoral del bloque social dominante y otorgaron su consenso a la conducción neoliberal conservadora que adoptaron ambos gobiernos a lo largo de más de una década, incluso Menem tuvo la mayor cantidad de votos en la primera vuelta de las elecciones de 2003. En estas circunstancias previas a la elección presidencial, que involucra la opción entre dos modelos, se aprecia una flagrante contradicción entre muchos que fueron víctimas de aquella expoliación y que, no obstante, apoyan a los que pusieron en práctica medidas que terminaron por deteriorar sus salarios, jubilaciones, empresas, ahorros, etc., etc. en la brutal crisis de 2001. Cierto que en esta voluntad influyen en distinta medida el poder mediático, el desgaste del gobierno o la pérdida de la memoria.

También es posible que predomine en ellos una visión individualista, proveniente de la creencia de que sus desarrollos personales se deben sólo a sus propios esfuerzos y no a la acción del Estado, en los que los gobiernos populares tuvieron, por el contrario, mucho que ver mejorando la distribución de los ingresos e impulsando la actividad productiva. Y no hablamos sólo de aumentos salariales u otros beneficios sino de lo que eso significó para comerciantes e industriales, a través de un aumento de la demanda y de otros estímulos y por esa vía de la producción y los intercambios. Un rol cada vez más importante en momentos en que las grandes corporaciones dominan el mundo y no les interesan esos sectores medios, que fueron grandes perdedores de la crisis de 2001 y de la actual crisis mundial de 2008. Si algunos piensan que una liberación de los mercados sin intervención del Estado les vendría mejor han aprendido poco de las traumáticas experiencias propias, que hoy sufren también griegos y españoles, entre muchos del primer mundo, a los que algunos conciudadanos soñaban con parecerse.

Como dijo un filósofo conservador español, José Ortega y Gasset, en un viaje a la Argentina en septiembre de 1929, analizando la idiosincrasia del país y de los argentinos en una conferencia, titulada El hombre a la defensiva, que fue muy criticada por la prensa local de esa época por señalar que los argentinos vivían sólo del presente y del futuro: “La falta mayor de nuestro tiempo es la ignorancia de la historia, nunca desde el siglo XVI, el hombre medio ha sabido menos del pasado […] La experiencia histórica acumulada […] permitiría evitar las fatales e ingenuas caídas históricas de otros hombres y otros pueblos […] pero si se encuentra con problemas muy difíciles y su mente por haber perdido la memoria vuelve a la niñez, no hay verosimilitud de buen éxito. Los errores mortales de otras épocas volverán indefectiblemente a cometerse”.

* Mario Rapoport es profesor emérito de la UBA y director del Idehesi (Conicet-UBA) y Ricardo Vicente, investigador del Idehesi.

Published in: on noviembre 18, 2015 at 8:20 pm  Deja un comentario  

Ricardo Forster : Intervenciones para una elección decisiva

 

En estos días urgentes y complejos, días en los que se juega la próxima década en la Argentina, cada uno de nosotros (e incluyo en este “nosotros” a los lectores de Veintitrés ya que los puedo imaginar como parte de quienes hemos reivindicado la intensidad y riqueza de estos años), hemos intercambiado infinita cantidad de veces y a través de los más diversos medios nuestras inquietudes ante la elección del 22 de noviembre (la conversación de siempre con los amigos, utilizando las redes sociales, en el trabajo, con el vecino, en la fábrica, en la cátedra, por e-mail, en el consultorio médico, en la fila del banco, en la carnicería, en el parque, donde sea y como sea). Y lo hicimos con pasión, la que nace de rescatar la importancia del involucramiento político en los destinos del país, buscando argumentos, refutando críticas, asumiendo errores, planteando la gravedad de lo que está en juego, buscando persuadir. Quizás uno de los puntos más notables de estos últimos días, los que vinieron después de los inesperados resultados del 25/10, haya sido la multiplicación impresionante de la participación espontánea de miles y miles de personas que se han lanzado, por todos los medios disponibles y sin esperar lo que bajara de las organizaciones políticas y sociales, a impulsar, a través de ese fenomenal involucramiento, la conciencia de lo que puede significar un triunfo de la derecha neoliberal. Eso que se suele llamar “el kirchnerismo silvestre” afloró, como los hongos después de la lluvia, para amplificar la voz del pueblo y, sobre todo, para defender las grandes conquistas de estos 12 años. La conciencia de la amenaza despertó las voces de una multitud compuesta por la sumatoria de cada uno de nosotros. Lejos de cualquier “fin de ciclo” declarado por decreto mediático, los miles y miles que salieron a defender el proyecto y a disputarle palmo a palmo a la derecha la voluntad popular, constituyen el mejor reaseguro de la continuidad del kirchnerismo como una potente fuerza que reconstruyó lo mejor de la cultura política de las grandes mayorías en nuestro país.

Como parte de ese reguero de pólvora participativa, de ese entusiasmo en discutir con todos y de todos los asuntos, comparto con los lectores algunas de las cosas que escribí o dije a través de los medios en estos días defendiendo la necesidad de votar la fórmula del FPV. Son comentarios escritos o dichos en el calor del debate y con la urgencia de la hora. El hilo que los reúne es el de la pasión política en defensa de un país más justo.

Hay un amigo de izquierda (cada quien tiene el propio cerca) que se siente puro, intocado, inmaculado y muy satisfecho al comprobar (como seguramente lo hizo desde 2003 anticipando lo que sucedería inexorablemente en 2015) que el kirchnerismo ha sido y es una impostura y que, por lo tanto, a un “alma bella” pero muy de izquierda, que defiende a las mayorías populares “engañadas” por el populismo que siempre traiciona, le da lo mismo Scioli que Macri y, claro, que su opción inmaculada es votar en blanco. Seguramente no sentirá ninguna inquietud ante el triunfo posible de la derecha restauracionista porque él considera que en estos 12 años no pasó nada: no se derogaron las leyes de impunidad, no se reabrieron los juicios, no se encarceló a los represores en cárceles comunes, no murió Videla en prisión, no se recuperaron las jubilaciones, no se reestatizaron AySA, Aerolíneas Argentinas e YPF, no se recuperaron las paritarias, no se aumentó exponencialmente el presupuesto en educación, no hubo ley de medios, no se viró hacia América latina (no imagina por qué motivo los procesos democrático-populares de América del Sur están apoyando a Scioli y temen las consecuencias desastrosas que para toda la región podría tener un triunfo de Macri), no se multiplicaron los derechos civiles como nunca antes en nuestra historia, no se intentó reformar a la corporación judicial –núcleo intocado del poder corporativo y conservador–, no se aprobó la ley de servicios audiovisuales, no se reformó la Carta Orgánica del Banco Central sacándolo de la esfera ideológica e instrumental del monetarismo neoliberal que siempre dirigió a esa institución, no se asumió una posición de dignidad nacional ante las brutales exigencias de los fondos buitre y de la Justicia estadounidense, etc., etc., etcétera.

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Todo eso a la bella conciencia de nuestro amigo izquierdista (yo también me considero de izquierda, lo aclaro para que no se me acuse de macartista o algo por el estilo) no le interesa, lo considera puro relato kirchnerista, apenas una ficción. Él seguirá permaneciendo virginal aunque el pueblo, el de verdad no el de las teorías puristas y esencialistas, ese pueblo es el que sufrirá en carne propia el regreso de las políticas neoliberales. Con Scioli puede haber un gobierno en disputa, podemos permitirnos las dudas; con Macri son solo certezas: es la regresión. Que cada quien asuma sus responsabilidades, no da lo mismo votar en blanco que hacerlo por Daniel Scioli. La diferencia, esa que parece no existir para algunos amigos de la izquierda, la pagará duramente el pueblo si la derecha neoliberal gana electoralmente el gobierno por primera vez en nuestra historia.

Hay muchos amigos de izquierda que no son dogmáticos ni se creen los portadores de ninguna verdad absoluta; amigos que sienten y piensan en las necesidades de los más humildes, que han militado a lo largo de sus vidas en el campo popular, que han sido y son parte de los grandes sueños colectivos. No se trata de dividir entre lo nacional-popular y la izquierda, se trata de hacer confluir los caminos y las tradiciones respetando los orígenes de cada cual y recordando, en estos días complejos y difíciles, lo que Néstor Kirchner defendía cuando decía que debía construirse transversalmente, incorporando a las distintas tradiciones del campo popular en ese gran frente político y social capaz de desafiar a los verdaderos poderes que han venido dominando a nuestro país sin solución de continuidad hasta mayo de 2003. Errores, equivocaciones hay en todos lados, y nosotros no podemos hablar como si nunca los hubiéramos cometido. Pero hoy, en esta hora del país, nos jugamos la próxima década, todos juntos, todos los que creemos profundamente en aquello de que “la patria es el otro”, que nos duelen las injusticias y la desigualdad, que imaginamos una sociedad más justa. Todos, con nuestras banderas, nuestros libros, nuestros muertos, todos juntos para impedir que la derecha travestida en una oferta neoevangélica y cool, vuelva a arrasar con los derechos de las grandes mayorías. Después, como siempre, a seguir discutiendo absolutamente todo. Nadie baja sus banderas ni abandona la necesidad de la reflexión crítica porque en una hora absolutamente decisiva para los destinos del país decide apoyar sin retaceos.

Insisto en que el debate o la discusión debe ser con respeto y, eso creo, las intervenciones de Ricardo X lo han sido (esta es mi respuesta a un intercambio surgido en las redes sociales y que giró principalmente en torno al voto en blanco de quienes provienen de tradiciones de izquierda o se reconocen en ellas). Sus argumentos no sólo son honestos sino que merecen ser reflexionados aunque sea para criticarlos sin caer en la chicana o en el golpe bajo. Así como se pueden decir muchas cosas de la izquierda también se lo puede hacer del peronismo y sus contradicciones internas a lo largo de la historia. Siempre será bienvenido un debate serio que recorra nuestras grandes tradiciones populares. Pero lo que hoy está en juego, eso creo Ricardo, es de una enorme gravedad que supera los diferendos ideológicos entre todos aquellos que miramos el mundo desde una sensibilidad política ligada a la igualdad y que nos preocupa sobremanera el sufrimiento de los más desposeídos. Ser de izquierda o nacional popular (o ambas cosas a la vez) es ponerse siempre del lado de las grandes mayorías defendiendo las banderas de la justicia social, de la ampliación irrestricta de derechos y de la distribución más igualitaria de los bienes materiales y culturales. Por eso no podemos permitir que ganeMacri y, aunque nos sintamos disconformes con ciertas cosas del FPV, votar en blanco es contribuir, sin quererlo, a dejar que la derecha argentina nos haga nuevamente retroceder hacia las peores políticas neoliberales. Nunca da lo mismo un proyecto que reivindica el rol de un Estado interventor que defienda a las mayorías, aunque no se plantee rebasar el capitalismo, que un proyecto de las corporaciones que sólo busca recomponer su rentabilidad a costa de los trabajadores.

Estimado Ricardo X, no era mi intención ser sectario ni colocarme del lado de quienes leen de ese modo a la izquierda (como gentes que siempre se equivocan o que prefieren su virtuosismo individual a defender, más allá de las diferencias, los intereses de las mayorías). En todo caso sí reflexionar sobre las equivocaciones que se pueden cometer en nombre de un cierto prejuicio. No creo, y lo digo con absoluta sinceridad, que la cuestión Milani ponga en duda la política de derechos humanos, la reapertura de los juicios y la derogación de las leyes de impunidad (supongo que usted tampoco lo piensa, sería absurdo, injusto y desmesurado). Soy de los que piensan que nadie es impoluto en esta larga historia de luchas, sueños y también de errores y dogmatismos varios. Con sinceridad, y por eso escribí un segundo texto para criticar a quienes desde lo nacional-popular esgrimen posiciones filomacartistas, creo que hoy se juegan cosas muy importantes que pueden afectar la próxima década en la Argentina y América Latina y que ser de izquierda hoy, en este tiempo tan complejo, es defender los proyectos democrático-populares de nuestro sur, la tal vez la única región del mundo que construyó con mil dificultades un camino de crítica concreta al capitalismo neoliberal. Ni más ni menos. Usted sabrá juzgar su propia decisión. Saludos cordiales.

Fuente texto: revista veintitres

Fuente iimagen: expedientepolitico.com

Published in: on noviembre 13, 2015 at 7:52 pm  Deja un comentario  

Roberto Caballero : La política y la generosidad

Podría decirse que ayer quedó en claro por qué Florencio Randazzo no fue candidato a presidente por el FPV: su promedio de vanidad en sangre es inversamente proporcional a su capacidad para comprender la política como un acto que, a veces, y sobre todo en momentos cruciales, implica altas dosis de generosidad humana.

Las declaraciones que hizo ayer a una radio mendocina pueden responder a la lógica del despecho, si es que solamente influyó el factor emocional; o a algo mucho más censurable en el diccionario peronista, como la deslealtad, si lo que primó es el daño calculado sobre el candidato presidencial de su espacio y sobre la presidenta que lo convirtió en ministro de gestiones eficaces.

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Dijo Randazzo: «La presidenta ha decidido que el candidato sea Scioli y los resultados están a la vista». Ese mismo día eligió fotografiarse con el radical Ernesto Sanz, socio de Mauricio Macri en Cambiemos.

La declaración y la imagen, juntas, lo dicen casi todo, menos las motivaciones de su operación. A esto, debe sumarse una tercera y curiosa circunstancia: ayer habló con la presidenta, a las 10:15, y ni siquiera le avisó, por mínima cortesía, que había declarado lo que declaró.

La jefa de Estado se enteró por las agencias de noticias que su ministro había decidido contraponer una versión distinta a la conocida sobre su fallida pre-candidatura al sillón de Rivadavia, reabriendo un episodio saldado, de cara a un verdadero plebiscito en no más de 20 días.

Al parecer, omitió decir el ministro Randazo que, si no hubo PASO en el FPV a escala nacional, como sí la hubo en provincia de Buenos Aires, fue porque él mismo se negó a competir en una interna con Daniel Scioli.

Lo aclaró el secretario de Legal y Técnica y candidato a vice, Carlos Zannini, que estuvo en la reunión donde Randazzo decidió bajarse. «No hubo competencia porque Randazzo no se presentó», recordó Zannini, y agregó: «Pretendía ser ungido por Cristina, y Cristina no ungió a nadie». Esto ya había trascendido a los medios.

Lo nuevo, o mejor dicho, lo confirmado es que en esa reunión Cristina y Zannini le aconsejaron llevar a Axel Kicillof –kirchnerista de paladar negro igual que Zannini- como vice en la fórmula, y que Randazzo se negó de modo tajante. También en ese encuentro se le planteó que iba a recibir todo el apoyo oficial si decidía competir en la provincia de Buenos Aires. Y rechazó la oferta, ofendido: puesto menor.

Es curioso lo que pasó con Randazzo. Dice que la presidenta ungió a Scioli. Se olvida que hubo otros dirigentes que habían tomado partido por el gobernador bonaerense en una eventual interna, bastante antes de que se oficializara la dupla Scioli-Zannini: Antonio Caló, Fernando Espinoza, Juan Manuel Urtubey, José Luis Gioja, Martín Insaurralde, José Alperovich, Luis Beder Herrera, Paco Pérez, Fabián Ríos, Gabriel Mariotto, Sergio Berni, Guido Carlotto, Julio Pereyra y Ricardo Pignanelli quizá sean los más reconocibles.

Si Randazzo pretendía que la presidenta se atara a su suerte en una elección sin internas que iba a dejar heridos por todas partes, suena lógico que la presidenta haya decidido no involucrarse en su aventura.

Ahora, además de lógico fue profético: queda probado que Randazzo no se sentía cómodo dentro del marco de alianzas internas, de agrupaciones y de gobernadores, que el FPV construyó en todos estos estos años.

¿Por qué Randazzo hace esto, ahora? ¿Busca que Cristina lo eche en medio de la campaña? Eso no va a ocurrir, sería impolítico a dos semanas del 22. ¿Cuánto de emotividad y cuánto de fría resolución tuvo lo suyo? Ya pasaron meses desde que el FPV lanzó su fórmula nacional. El tiempo, generalmente, va apagando el dolor, no lo incrementa.

¿Qué tan profunda fue la herida narcisista para que, a dos semanas de un balotaje donde el país puede quedar en manos de Macri, salga a lastimar públicamente las posibilidades de Scioli, el candidato de su frente político, abrazándose a Sanz?
Alguien capaz de gestionar exitosamente lleva consigo cierto engreimiento. La petulancia bien conducida obtiene resultados. Una obra buena, cuando es reconocida por otros, alimenta el ego del ejecutor mientras aumenta la calidad de vida de los ciudadanos. Randazzo fue eficiente haciendo documentos y renovando los trenes.
Pero salta a primera vista que no lo hizo solo. No lo hubiera podido hacer, en realidad. La decisión política para que eso sucediera y el dinero para concretarlo, los puso el gobierno de Cristina Kirchner. Alguna gratitud podría guardarle. Sorprende que no la tenga, pese a todo. Es cierto que asombrarse por las traiciones en política es algo tan absurdo como hacerlo porque un perro tiene pulgas. Las hay. Solo que algunas no tienen explicaciones fáciles. Ni demasiado retorno.

De todos modos, explicar la totalidad de las decisiones de un político desde la más pura psicología no siempre es lo más aconsejable. Randazzo no es un recién arribado a la arena del poder. Fue funcionario en la provincia y en la Nación. Tiene varias gestiones y varias campañas encima. No pudo ignorar el efecto que iba a tener su declaración y su foto, sobre todo en un escenario mediático dominado por los opositores del kirchnerismo que tratan de instalar o hacer parecer que el FPV es un gran cabaret en declive, donde todos se pelean contra todos.

Randazzo sacrificó su kirchnerismo por algo que no se entiende, porque faltan datos para completar el cuadro, aunque se sabrá no dentro de mucho. El rumor fuerte es que habló con María Eugenia Vidal hace unos días. Tal vez para felicitarla. Fue después de que perdiera, tras 12 años de hegemonía propia, en Chivilcoy, a manos de un candidato massista. Mirado con los ojos transaccionales de las cooperativas tradicionales de poder, una hipótesis es que la foto y la declaración respondan a algún tipo de acuerdo secreto o próximo a hacerse público. ¿Tal vez para ubicar en la próxima administración macrista de La Plata a los funcionarios que podrían quedarse sin trabajo en su municipio? ¿O para sumarle una pata justicialista bonaerense de gestores eficaces, encabezada por él mismo, a la ola amarilla?

Difícil saberlo hoy. No va a pasar mucho tiempo, igual, hasta que se sepa. El ministro de Transporte dijo que era un militante más y que se volvía al llano, después de los pucheros. No dijo la verdad: ni las declaraciones a la radio mendocina ni las fotos con un dirigente como Sanz son el llano. Por el contrario, tienen una resonancia política mayúscula en un escenario de balotaje, precisamente, entre el Scioli que parece aborrecer y el Macri socio de Sanz y su radicalismo conservador.

El FPV viene tratando de suturar heridas, luego de que los personalismos, las voracidades de algunos y las operaciones mediáticas de los grupos opositores de la comunicación concentrada dañaran su potencia electoral, al punto de perder la provincia peronista por excelencia, como es Buenos Aires.

La Cámpora ayer inundó el país con mesas y volantes llamando a votar por Daniel Scioli el 22, cerrando filas detrás de la fórmula del FPV, como pidió Cristina Kirchner el otro día, sin dejar resquicio para los que tratan de presentar las diferencias de estilo con el ex motonauta como un irreconciliable abismo estratégico en materia de proyecto político.

La de la agrupación de Máximo Kirchner fue una decisión compleja: la operación de los medios hegemónicos macristas, que plantea que si La Cámpora aparece lo puede hacer perder a Scioli y que si no aparece en primera fila es porque están apostando a que pierda, influye generando malestar donde no debería haberlo. Scioli es el candidato del proyecto para la segunda vuelta y el proyecto es el que gobernó durante 12 años la Argentina, con Néstor y Cristina Kirchner, bajo la impronta de una persona que no salió de un OVNI: fue vice de Néstor Kirchner, dos veces gobernador del FPV y se mantuvo siempre leal al espacio, desde su rincón. Con sus formas, que no son las del kirchnerismo que hoy sale, sin embargo, a volantear en las calles, mientras viejos operadores que se dicen sciolistas quedan atrapados en la lógica de los diarios que siembran lo que Macri cosecha e inventan enemigos fantasmales que buscan copar al candidato. En vez de fortalecerlo, así, lo debilitan. Si estos asesores bonaerenses ad hoc no entienden que el antikirchnerismo posible está del lado de Macri y cualquier intento por parecerse a sus referentes, lejos de potenciarlo, merma las chances de Scioli y genera división entre los que lo votan y le militan su candidatura, es porque no entienden o porque ganan ganando y también, perdiendo. O sea, ellos ganan, aunque Scioli caiga derrotado por sus consejos. Eso es lo peligroso: los que se sientan a comer en la mesa ajena para, en teoría, cubrir la grieta y, en la práctica, se benefician de su existencia. Lo único que les molesta es dónde empieza: si lo hace en el kirchnerismo, no hay problema.

No queda mucho tiempo para el balotaje. El FPV asimiló los resultados con hidalguía en la emergencia. La performance electoral de Cambiemos superó las expectativas previas, es cierto. Fue duro el golpe. Las disputas, las internas, las rencillas, el extremismo personalista y los despechos irresueltos hacen demasiado ruido y no cooperan en la solución de nada. Más, cuando estos son operados desde afuera y, ahora se comprueba, también desde adentro. ¿Qué ganaron los dirigentes que jugaron a martirizar a Aníbal Fernández si perdieron en sus propios distritos y hoy van a tener que negociar, en vez de con un gobernador peronista, con la delegada porteña de Macri en la provincia como gobernadora? Nada. Esa es la verdad. Hubo elecciones internas. Las ganó Fernández. Los que le quitaron el cuerpo a esa candidatura (que no son todos, ni son muchos, pero eran los necesarios), ahora tienen las manos llenas de incertidumbre.

Por suerte, la sociedad está más madura que muchos de sus dirigentes. Es impresionante la reacción de sectores sociales, económicos, culturales y de la comunicación que saltaron la tranquera y se pusieron a militar por el no retorno del neoliberalismo, bajo la consigna «Mi límite es Macri».

Es probable que Scioli sea depositario de un caudal de votos que lo consagre presidente. No sólo no es imposible, sino que es perfectamente viable si no yerra demasiado en su campaña, que la tiene que dirigir él interpretando lo que necesita, qué lo fortalece y qué lo debilita. Muchos de esos votantes serán gente que lo quiere y otra que no lo quiere tanto, pero todos los votos valen uno. Dicho esto, quizá la característica plebiscitaria del balotaje lo ayude. Macri se benefició de buena parte de las casi dos millones de personas más que fueron a votar en primera vuelta en relación con las PASO.

El efecto pudo haber sido que Scioli aparecía ganando por mucho, posando de presidente desde el vamos. Macri convocó al ciudadano común que lo tiene como referente a una épica sencilla de rebeldía frente a eso mismo, que parecía consumado.

Tal vez, ahora ocurra lo mismo, pero en sentido contrario: los diarios ya tratan a Macri como futuro presidente, y en la cabeza de mucha gente eso funciona como una verdadera pesadilla llevada al límite de lo inconcebible, cuando se analiza el país de hoy con el que había cuando sus ideas, las de la derecha neoliberal, gobernaban la Argentina.

Fuente texto: tiempo argentino

Fuente imagen:enorsai.com

Published in: on noviembre 1, 2015 at 8:00 pm  Deja un comentario  

Ricardo Forster : Entre la memoria de Néstor Kirchner y la batalla electoral

En estos días atravesados por la inquietud ante el futuro, días en los que no sólo tenemos que asimilar los resultados electorales de la primera vuelta sino que debemos extremar las iniciativas para recuperar el terreno perdido de cara al 22 de noviembre, cuando se decidirá cómo será la próxima década de los argentinos, resulta más que significativo regresar, cuando se cumplen cinco años de su muerte, a lo que supuso, para el país, la llegada inesperada de Néstor Kirchner. Repasar su figura es, no tengo dudas, una manera de prepararnos para la disputa de estas semanas, para recobrar la energía y las ilusiones después de las angustias y los fantasmas que aparecieron durante la noche del último domingo.

La voluntad, el coraje y la inteligencia política fueron el sello de Néstor para invertir el rumbo de una sociedad desmadrada, en crisis terminal y, fundamentalmente, para abrir las expectativas de un futuro que parecía cerrado e inalcanzable en términos de reparación social y democrática. Por eso elijo, y escribo este artículo el martes 27 cuando el recuerdo de lo que sucedió otro 27 de octubre pero del 2010 nos convoca y nos vuelve a emocionar, detenerme en la figura de Néstor Kirchner como un modo de reivindicar lo que su paso por nuestras vidas generó y como una manera, también, de señalar con énfasis lo que está en juego de cara al ballottage. Nosotros, hoy, necesitamos mirarnos en ese espejo de voluntad, coraje e inteligencia política para salir airosos el próximo 22 de noviembre.

La historia muy pocas veces es lineal. Imaginar, entre nosotros, un recorrido causal y necesario es suponer que el hilo del tiempo discurre con placidez, alejado de tormentas y sorpresas, de situaciones inesperadas y de bruscos giros que suelen sacar de quicio aquello que supuestamente responde a una racionalidad subyacente. El tiempo, el de un país, el nuestro, zigzagueante y espasmódico, entrañable y trágico, suele responder a una extraña alquimia de materialidades realmente existentes y acontecimientos que dislocan lo previamente anunciado como esperable. Ruptura y continuidad se entrelazan marcando a fuego la complejidad de un presente anómalo; de un presente capaz de persistir atravesado de viejas matrices, a la vez que nos ofrece el panorama de lo nuevo que disloca lo establecido hasta configurar una escena inimaginable de acuerdo a la fuerza inercial de una historia que, eso parecía evidente e inmodificable, seguía una marcha hacia una decadencia siempre anunciada como destino irrevocable. Muy de vez en cuando, cuando no se lo espera, algo sucede, algo intenso, que viene a alterar las escrituras del poder. Algo de eso, en su excepcionalidad, aconteció a partir del 25 de mayo de 2003. Lo insólito, lo que no podía estar pasando, simplemente comenzó a derramarse sobre una época descreída que, en muchos que continuaron aferrados a su incredulidad, condujo a la teoría de la impostura. De una suerte de relato de ficción astutamente desplegado por el saltimbanqui y prestidigitador venido del sur y dispuesto a engañar para que todo siguiese igual. Hubo que esperar hasta su muerte, también inesperada, para terminar de desgarrar el velo de la impostura de la impostura, de ese relato mentiroso y autoexculpatorio que tanto les sirvió a ciertos intelectuales y políticos supuestamente progresistas a la hora de consolidar su opción por el poder corporativo y la restauración conservadora.

El vértigo estaba marcado por la caída en abismo, por esa espera del cumplimiento de lo peor que venía arrojándonos, en tanto que habitantes de esta geografía sureña y muchas veces destemplada, a la intemperie. Sin horizonte, pero también sin pasado a redimir. Puro presente de angustia, corroboración de un destino estrellado contra el muro de ilusiones vanas o de engreimientos ahuecados después de años de horrores, miedos, desilusiones, banalidades, fiestas dispendiosas, cualunquismos diversos y profetismos quiméricos. Años en los que los puentes entre las generaciones se rompieron y en los que lenguajes y tradiciones emancipatorios se transformaron en objetos arqueológicos, piezas de colección de un museo temático en el que el presente, como tiempo de llegada al fin de la historia, se volvía escenario de un mundo sin sueños ni esperanzas. Apenas entre sus pliegues o en sus napas soterradas persistían legados y herencias maltratados por las inclemencias de una realidad despojadora de ilusiones y de proyectos alternativos al de un capitalismo neoliberal que parecía devorarse todo a su paso.

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Kirchner, su nombre, vino a invertir esa inercia, vino a enloquecer la marcha del tiempo argentino quebrando la repetición maldita y abriendo fisuras, cada vez más hondas, en el muro de un sistema (amasado entre la dictadura y el menemismo) capaz de aniquilar memorias de equidad y tradiciones populares al vil precio del consumismo y la exclusión como etapa final del miedo destilado sobre cuerpos y conciencias. Su impronta, su firma que era un jeroglífico para la mayoría de una sociedad que no sabía quién era ni de dónde venía (sabía, apenas, que era gobernador de Santa Cruz pero desconocía su pasado, sus antiguas lealtades, la persistencia, en él, de historias clausuradas por la violencia dictatorial pero a la espera de una reparación), su firma, decía, selló lo inesperado, aquello caudaloso que se liberó en un discurso alocado, inusual, antiguo y lozano, admirable y sorpresivo que pronunció, entre la seriedad de la investidura presidencial y la informalidad de un personaje subvertidor de todo protocolo, lúdico en momentos de extrema gravedad y serio para aliviar, con sus malabares simbólicos con el bastón de mando, la incredulidad de una sociedad demasiado lastimada y, también, envilecida.

Una doble reparación comenzó en un país incrédulo. Reparación del pasado al reabrir no sólo los expedientes cerrados por las leyes de la impunidad y los indultos, sino al destrabar una memoria que lograba, con esfuerzos pero con intensidad, interrogar críticamente por una época decisiva, preñada de utopías y de errores, de sueños revolucionarios y de violencias, de generosas entregas generacionales y de poderes asesinos que se preparaban para quebrarle el espinazo a un tiempo crepuscular y soñador pero potente en su capacidad para jugar a fondo los destinos del país. Una época que dejó una marca indeleble en cuerpos y memorias pero que había sido arrojada a la pieza de los trastos viejos, formas espectrales de un pasado tabicado y ausente que, pese a todo, seguían susurrando desde una lejanía que se volvió, en el giro loco de la historia abierta de nuevo, actualidad e interpelación.

Néstor Kirchner, haciéndose eco y cargo de los mil hilos resistentes de los movimientos de derechos humanos y de antiguos mandatos que se guardaban en su propia deuda impaga, habilitó, como no se lo hacía desde los comienzos del gobierno de Alfonsín, la dimensión entrecruzada de la memoria, la verdad y la justicia. Pero también, y allí se guarda lo no previsto, oxigenó el debate sellado de los setenta y lo hizo recobrando las luces y las sombras de una extraordinaria apuesta generacional. Lo que parecía ya no tener lugar, lo destinado a ser invisible o a convertirse en polvo que se lleva el viento huracanado del “progreso”, interrumpió el presente reescribiendo las páginas de la memoria que siempre transforman lo heredado, lo guardado en lo recóndito del recuerdo y lo vivido como tiempo presente supuestamente alejado de esas deudas con un pasado “olvidado”.

En ese giro reparador hacia el pasado (en esa suerte de imposible redención de las víctimas devolviéndoles rostros, ideas, convicciones, sueños, pesadillas, cuerpos, justicia) también se abrieron las puertas de una casa que habían permanecido cerradas hacia el futuro. Una doble maldición pendía sobre Argentina: la maldición de un pasado irresuelto cuyas figuras espectrales permanecían irredentas, y el borramiento de toda esperanza en el mañana. Sin pasado y sin futuro, arrojados a un puro presente impiadoso y descreído. Kirchner, emergiendo de lo previo y de lo anómalo, heredero de fuerzas sociales y de tradiciones en disonancia con una época hegemonizada por la práctica y el relato de los vencedores, giró la inercia del tiempo histórico y le dio forma, en un mismo movimiento, a la reparación, todavía en curso, del pasado y del futuro. De ese modo, y los festejos del Bicentenario dieron testimonio de lo caudaloso de ese giro en las sensibilidades y en las conciencias, el daño abisal causado por la dictadura y perpetuado por la impiedad del capitalismo neoliberal más las expresiones prostibularias emergentes de tradiciones que eran supuestas portadoras de ideologías populares pero travestidas en instrumentos de la reacción, inició su camino de reparación.

El peronismo le debe demasiado al flaco desgarbado que inició su rescate del envilecimiento menemista; en él, en su lenguaje y en sus gestos, lo que se hizo presente fueron los espectros fundacionales del 17 de octubre, sus metamorfosis en la generación del setenta y los desafíos de una realidad, la actual, cargada de sus propias novedades. Allí, en esa alquimia renovadora, en esa apropiación salvaje de viejos y nuevos símbolos, se encuentra eso que llamamos, con cautela pero con entusiasmo, kirchnerismo. El pueblo, el olvidado y el dañado durante tantos años, lo supo y por eso dio testimonio caudaloso de su profunda tristeza entramada, como no podía ser de otro modo, con la fuerza del agradecimiento y del apoyo decidido a su compañera de toda la vida.
Hoy, a cinco años de la muerte de Néstor Kirchner, la Argentina se enfrenta a una disputa electoral decisiva. Una disputa que Néstor imaginó como posible y necesaria en democracia: la de un proyecto de matriz nacional, popular, progresista y democrática enfrentado a un proyecto de centroderecha neoliberal. Honrar su memoria es dar con todas las fuerzas disponibles, con toda la voluntad, el coraje y la inteligencia política la batalla para ganar las elecciones del 22 de noviembre con la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini.

Fuente texto: revistaveintitres.com

Fuente imagen: danielpaz

Published in: on octubre 31, 2015 at 7:17 pm  Deja un comentario  

Luis Bruschtein : La venganza de los porteños

El cambio de Cambiemos fue la prima donna de esta primera vuelta. El golpe de timón del electorado hacia el centroderecha deja un saldo enorme para la reflexión. Después del triunfo apabullante de Cristina Kirchner con un impresionante 54 por ciento en las presidenciales de 2011, la irrupción de las propuestas conservadoras que representan los candidatos de Cambiemos proponen un inesperado giro de 180 grados. Una fuerza política de porteños de clase alta se impuso al peronismo de trabajadores y capas medias bajas en la provincia de Buenos Aires y logró una marca envidiable a nivel nacional.

Las consignas huecas de la antipolítica y la “gente común”, o las cruzadas de honestidad que nunca se compadecieron de su propia gestión en la Ciudad de Buenos Aires ganaron a una porción importante del electorado. Ni siquiera fueron las consignas de la mano dura de Sergio Masa. Hubo en esta elección un voto conservador que provino de sectores populares que ganaron en calidad de vida estos años, que también salió de minorías sexuales o de género que fueron beneficiados por este gobierno, un voto que sedujo a gran cantidad de comerciantes y empresarios que prosperaron en forma considerable en estos doce años. Capas medias que fueron rescatadas de la extinción por este gobierno se volcaron a ese discurso que esconde las viejas políticas que las llevaron al borde del precipicio. Hay un gran gesto de autoflagelación en esos sectores seducidos por un flautista de Hamelín que dijo en la campaña que estaba de acuerdo con todas las medidas que votó en contra.

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El problema es que esas medidas que el macrismo combatió fueron las que favorecieron a todos esos sectores que ahora apoyaron al macrismo. Pero esas medidas fueron impulsadas por la fuerza política contra la cual votaron. Se ha escuchado decir públicamente a uno de los economistas referentes de esta corriente ideológica que las paritarias constituyen una práctica fascista. Algo falló en la propuesta electoral del oficialismo si hubo algún trabajador que votó contra las paritarias. El resultado de la primera vuelta de ayer amplía el cuadro de los taxistas porteños que militan por el PRO, sin darse cuenta de que con las políticas económicas de Carlos Melconian, José Luis Espert o Federico Sturzenegger, no tendrían pasajeros para llevar.

El discurso falso naif que usa el PRO con los globos de colores y el break dance en escena es tan artificial, proyecta una falsedad tan fuerte que no deja de sorprender que un sector de la sociedad pueda confundir esa ilusión casi infantil con la realidad de todos los días y no pueda darse cuenta de que allí hay un engaño, que ninguno de los que están en el escenario sonríe eternamente como lo hacen allí arriba, y que ninguno baila ni siquiera en su cumpleaños. Hay un ejercicio de credibilidad primitivo, casi infantil en la interacción entre ese escenario de bailecitos y abracitos y el público que se identifica con él.

Los medios corporativos, que se especializan en relatos, instalaron que era el Gobierno el que generaba un relato mentiroso. Pero hay cosas concretas que no hace falta enumerar. Si hay más o menos pobres, lo real es que hay menos pobres que si no se hubieran aplicado las políticas del gobierno. Y se puede decir lo mismo cuando se afirma que cerraron algunas empresas, porque hubieran cerrado aún más sin las estrategias anticíclicas del Gobierno. Alguien que no ganaba nada está mejor si ahora recibe la AUH. Eso es concreto, no es sanata. Es evidente que ese relato de ilusionista sobre el Gobierno logró imponerse sobre el del mismo Gobierno que trató de apoyarse en bases concretas.

En esa búsqueda de explicaciones, el trabajo corrosivo de la corporación mediática constituye sólo un aspecto. Hay también una yuxtaposición de imágenes y espejismos entre la ciudad de Buenos Aires que gestionó Macri y la provincia que gestionó Scioli. Un partido nunca se juega solo. Siempre hay un adversario que compite y las responsabilidades son compartidas cuando se gana y cuando se pierde. Pero es sorprendente que no se percibiera que el candidato conservador tuviera que reconocer todas las medidas positivas del gobierno al hacer su campaña. Reconocerlas como algo concreto y logrado y no como relato. Y que la fuerza política que encabeza votó en contra de todas esas medidas. Que el candidato que habla de respetar y escuchar ha sido el campeón de los vetos a leyes aprobadas en la Legislatura. Nunca escuchó nada. Que el candidato que habla de libertad de prensa nunca concedió entrevistas a numerosos medios que son críticos de su gestión y manejó la pauta publicitaria favoreciendo a las grandes corporaciones mediáticas en detrimento de los medios más vulnerables económicamente. O que habló de revolución educativa cuando en la CABA disminuyó los presupuestos de educación, y dice que va a construir miles de viviendas, cuando en la ciudad no hizo nada.

Es probable que todo eso no le importe al que lo votó aunque lo sepa. Y que pesen más otros motivos. O que todos esos logros ya se asuman como derechos adquiridos y se visualizan nuevos problemas que los candidatos del oficialismo no han podido expresar.

Fuente texto : pàgina12.com

Fuente imagen: taringa.net

Published in: on octubre 26, 2015 at 4:48 pm  Deja un comentario  

Dante Palma : Mucho más que una administración

 

Es un lugar común decir que en una elección presidencial se juega el futuro de nuestro país y también es un lugar común afirmar que la elección a la cual uno se dirige es más importante que las anteriores. Probablemente no sea así pero la intensidad con la que se vive el presente suele compeler, de una u otra manera, a ese tipo de suposiciones. Al fin de cuentas, si reseñamos las elecciones que se dieron en nuestra última etapa democrática, todas fueron y nos parecieron determinantes, claves, fundacionales, etc. La del ’83 porque veníamos de la dictadura más sangrienta y era necesario encarar el desafío de la estabilidad democrática; en la del ’89, porque debía resolverse el escenario de crisis económica fenomenal producido por el golpe de mercado y la consecuente hiperinflación; en el ’95 se sometía a la voluntad popular la decisión acerca de continuar o no con el modelo neoliberal y en el ’99 se trataba de terminar con la década menemista y rescatar de la crisis moral, social, económica y política al país, algo que, como usted sabe, no sucedió con la administración elegida. Continuando con la cronología, el 2003 era también una elección clave en tanto la ciudadanía elegiría por primera vez a su presidente después de la crisis de 2001, y en 2007 y 2011 se jugaba la continuidad democrática de un proyecto nacional y popular con una permanencia inédita en la historia argentina.

Pero si usted ha aceptado esa breve y arbitraria descripción acerca de los grandes desafíos de cada una de las elecciones presidenciales desde 1983 hasta la fecha, tolerará que intente avanzar en aquello que, creo, se está poniendo en juego en esta elección.

Comenzaré por la perspectiva regional porque del mismo modo que hubiera sucedido con una derrota de Maduro o de Dilma en las últimas elecciones, que el kirchnerismo pierda la elección frente a un partido liberal conservador como el Pro, supondría un efecto dominó fatal para los gobiernos populares de la región. Ya hemos visto cómo, hace algunas semanas, Estados Unidos cerró un acuerdo con 11 países incluyendo a Canadá, México, Colombia, Perú y Chile, esto es, gobiernos que, por diversas razones, siempre se mantuvieron a distancia de un Mercosur hegemonizado por la variante pretendidamente populista de líderes como Kirchner, Lula, CFK y que, más tarde, hasta incluyó a Chávez yEvo Morales. De esta manera la gran potencia del norte intenta hacer pie en Latinoamérica y cercar a los gobiernos “disidentes”.

Como si esto fuera poco, tanto por su simbolismo como, sobre todo, por su potencia económica, Estados Unidos azuza y espera la caída de alguno de los “3 grandes” participantes del “eje del mal” de la región. Y como se puede observar, la situación de Venezuela es difícil pues no puede controlar la inflación y su economía es dependiente del precio de un petróleo que oscila entre los 40 y los 50 dólares, muy lejos de los 100 dólares a los que había llegado apenas algunos años atrás; en Brasil, el escándalo Petrobras tiene a Dilma Rousseff resistiendo un pedido de juicio político y con una imagen positiva bajísima a pesar de haber logrado la reelección hace menos de un año. En el caso de la Argentina, la situación económica es estable y hasta pareciera ser el único país de la región con crecimiento de su PBI en 2015; asimismo, los embates judiciales ya tuvieron su primavera y si bien lograron esmerilar la figura del vicepresidente no pudieron afectar la imagen de CFK, quien también resistió a la tan peligrosa como insólita operación mediático-judicial que terminó con una denuncia desestimada por descabellada y un fiscal muerto que, a juzgar por los elementos que se han dado a conocer, se habría quitado la vida voluntaria o inducidamente, quizá, por los mismos cómplices de la operación. Sin embargo, el oficialismo no puede contar con su principal figura por un límite constitucional y eso hace que en las primarias abiertas se haya impuesto por un margen considerable pero no concluyente como para llegar holgado a la elección de este domingo.

Si abandonamos lo regional para centrarnos en lo local, la hegemonía cultural que ha logrado el kirchnerismo ha obligado a los candidatos opositores a moderar, ocultar y, en algunos casos, girar 180 grados en sus diatribas contra los principales pilares del modelo.Porque te vienen a contar que vienen a pacificar la Argentina, a permitirnos comprar dólares, a darnos seguridad, a respetar las instituciones y a tratar bien a los periodistas pero en el fondo van por los fondos de pensiones; por las reservas del Banco Central; por las paritarias; por el fin de los planes sociales y de los subsidios (no sólo los que no deberían darse sino todos los subsidios); por la baja en los impuestos (para los que más tienen), por la privatización de YPF; por la privatización de Aerolíneas; por el endeudamiento a cambio de reformas estructurales bajo receta neoliberal; por una educación pública pauperizada que restrinja la educación adecuada a los sectores que pueden pagar un establecimiento privado; por la política de Memoria, Verdad y Justicia, etc. No te lo dicen porque nadie que explicite estos deseos puede ganar hoy una elección en la Argentina. Sí lo podía hacer en el ’95 pero no hoy porque la Argentina es otra.

En cuanto al sistema político, está en juego, sin dudas, la fisonomía de los dos grandes partidos de la Argentina. El castigado radicalismo, aun si ganara su Alianza Cambiemos (algo no imposible pero poco probable) tendrá enormes dificultades para recomponer su identidad tras haber acompañado a un candidato como Macri; en cuanto al PJ, un triunfo de Scioli sería una señal para el ala más tradicional pero no deja de ser cierto que ese espacio deberá convivir con el bloque que ha conformado CFK y que promete acompañar al nuevo presidente mientras se presenta como el garante de lo conseguido frente a quienes temen que una presidencia de Scioli suponga un retroceso o, en todo caso, un gobierno con menos espíritu confrontativo como para ir por “lo que falta”. A su vez, con un radicalismo derechizado, el bloque, digamos, “K puro”, intentará aparecer como aquel espacio al interior del peronismo que recelará de cualquier intento de hacer del PJ un partido conservador como fuera en los años ’90.

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Para finalizar, quisiera advertir algo que no se suele tomar demasiado en cuenta. Me refiero a que del mismo modo que algunas líneas atrás intentábamos sintetizar en una frase el escenario al que se debía enfrentar cada unos de los presidentes electos desde el año ’83 hasta la fecha, creo que este presidente enfrenta un desafío enormemente complejo como el de los fondos buitre. Usted estará cansado de oír del tema pero siento la obligación de alarmar y decir que de esa negociación depende el mantenimiento de las conquistas y los derechos conseguidos en esta última década y, sobre todo, el futuro de generaciones enteras. Porque no se trata de pagar un millón más o un millón menos. Se trata de que una mala negociación retrotraería la situación de la Argentina a la de 2001, con una deuda impagable y la necesidad de recurrir al sistema financiero para someter, una vez más, nuestra soberanía política y nuestra independencia económica a los mismos que llevaron a la Argentina a su momento más difícil. El gobierno actual no se niega a negociar ni tampoco se niega a pagar. Sólo indica que les dará a los buitres lo mismo que le ha dado al 93% de acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda. Mientras tanto, el principal candidato opositor ha hablado de “pagarle a Griesa lo que Griesa pide”, el candidato Massa tiene estrechos vínculos con la embajada estadounidense y hasta algún gobernador oficialista ansioso se ha pronunciado erráticamente exigiendo un arreglo “urgente”. Sin embargo, en la negociación con los buitres tras el vergonzoso fallo de Griesa, CFK se ha mostrado tan intransigente como Néstor Kirchner cuando negoció una enorme quita en la deuda. El tiempo ha demostrado que era la manera adecuada de negociar. Ahora llega un gobierno nuevo y una etapa nueva pero con algo que se va a mantener constante: la presión impúdica con la que unos pocos vienen por lo que es de las mayorías.

Por todo esto, quizás una buena parte de los argentinos, al elegir su voto, entienda que esta puede no ser la elección más importante de la última era democrática pero tiene que tener presente que el 25 de octubre se elige algo más que la administración que gobernará el país durante los próximos cuatro años.

Fuente texto: revista veintitres

Fuente imagen: kolinacapital.org

Published in: on octubre 24, 2015 at 11:07 am  Deja un comentario  

Luis Bruschtein : Las joyas de Cristina

 

La Presidenta que compra joyas ostentosas y carísimas en el Bulgari de Roma durante el descanso de un seminario de la FAO sobre el hambre infantil es la postal perfecta de país bananero y masas populistas. Un postre para el paladar opositor argentino. El Corriere della Sera hizo el trabajo sucio y La Nación lo difundió en la Argentina. Los autores tuvieron que pagar una multa. Todo era mentira, incluyendo el diálogo trabajosamente “reconstruido” entre el joyero y la conspicua compradora. El relato de la oposición mediática y política sobre la corrupción o sobre la tosquedad del Gobierno se vuelve cansador. Hace ya doce años que está el kirchnerismo. La oposición política y mediática tiene a la mayor parte de los jueces de su lado y en todos estos años no han podido demostrar nada de nada. La causa contra Guillermo Moreno abierta por Clarín se acaba de caer y se la tuvieron que sacar –al igual que antes le sacaron la causa Hotesur contra la Presidenta– al juez Claudio Bonadio que solamente las había tomado para revolear porquería en un intento desesperado de frenar los nueve juicios de destitución que tiene pendientes en el Consejo de la Magistratura. Hay mucho invento, algunos más elaborados que otros. Como el que se topó con un plano de la casa particular de Calafate y descubrió que tenía un sótano. No había por dónde golpear. Entonces sacó la cuenta de lo que medía el sótano y de cuántos billetes de dólar y euros podían caber allí. Y así armó un programa de televisión con la genialidad impúdica de los charlatanes de feria. Cuando la Presidenta estuvo en Cuba, hubo un periodista en el portal de Infobae que estuvo diez minutos explicando que de tres fuentes diferentes había logrado establecer la razón de que el Papa hubiera rechazado el pedido de audiencia de Cristina. Decía que el Sumo Pontífice de la Santa Iglesia Católica estaba enojado porque la presidenta argentina le había puesto a Carlos Zannini de vice a Daniel Scioli y porque el candidato bonaerense era Aníbal Fernández y no Julián Domínguez. El Papa nunca se negó a recibirla, nunca se pidió la audiencia y el disparate de que el Papa discuta candidatos con la Presidenta parece obra de un alucinado. Era todo mentira.

Pero es un periodismo que gusta como el queso con batata, tiene seguidores finos que ordenan su vida y tratan de armársela a los demás a partir de esa pintura de la realidad. Es un relato que sirvió para que presuntos defensores de los derechos humanos lo usaran como argumento para no acompañar la legislación de derechos humanos (porque el Gobierno no tiene “autoridad moral” para legislar sobre ese tema), para que discursivos luchadores por la soberanía se negaran a votar la nacionalización de YPF y hasta para que ruidosos periodistas diputados evitaran votar la ley de medios que podía afectar al grupo Clarín y a otras corporaciones mediáticas.

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El juicio que le ganó la Presidenta al Corriere della Sera es la culminación de una historia que comenzó hace siete años. Los periodistas italianos inventaron una situación que nunca se produjo, ni siquiera pueden alegar que se confundieron por actitudes o comentarios. La Justicia italiana demostró que hubo mala fe porque de otra manera no podrían haber sido condenados. Eso quiere decir que ellos sabían que estaban mintiendo. La Nación reconoce que reprodujo esa información tan insidiosamente grave sin siquiera tratar de confirmar su veracidad y sin tomar en cuenta la desmentida reiterada del Gobierno.

Este relato que va enhebrando historias truncas cuyo desenlace lejano será la desmentida, crea situaciones alteradas como la de esos legisladores que no votan lo que en vidas anteriores dijeron que había que votar. Es un lenguaje que se basa en algo tan incierto y resbaladizo como lo implícito, que a su vez es un territorio generado en forma endogámica por los mismos que lo comparten, muy diferente a lo que sucede por fuera de ellos. Para La Nación, y seguramente para muchos de sus lectores, está implícita la culpabilidad de Cristina y por lo tanto no necesita comprobar la información que reprodujo del Corriere della Sera. Y si no se fue de compras en ese momento, seguro lo hizo antes o después, en Bulgari o en Cartier. Está implícito que Cristina Kirchner se siente emperatriz y actúa como nuevo rico, está implícito que es compradora compulsiva de joyas, está implícito que para ella la política es actuación. De todos estos implícitos se desprenden muchos más hasta llegar a cada uno de los actos concretos de este gobierno, que son discutidos por los implícitos. De todos los implícitos básicos se desprende entonces que también está implícito que los juicios a los represores desnaturalizan a los verdaderos derechos humanos; está implícito que la nacionalización de YPF favorece a las trasnacionales o está implícito que la ley antimonopólica de medios audiovisuales es para controlar a los medios. Es como esas conversaciones entre personas que no completan las frases. Se entienden por implícitos. En realidad, se supone que se entienden. Porque los implícitos no se dicen ni se prueban, ni se exponen a la equivocación, a la crítica ni a la discusión, son sobreentendidos.

En una reunión del country está implícito que el Gobierno es corrupto y cualquiera que trate de esclarecer ese consenso no explicitado será sospechado de corrupto o cómplice. Para pertenecer a ese grupo hay que aceptar los sobreentendidos, que terminan por convertirse en rasgos clasistas.

La contrapartida de esa negación utópica, no es el pragmatismo. Mientras una parte vive en ese mundo de implícitos, otra parte comparte hechos concretos en un mundo donde el FMI ya no dicta la política económica del país, donde se crearon cinco millones de puestos de trabajo, donde se desarrollan los juicios a los represores, donde YPF aumenta la producción de petróleo e invierte en prospección, donde surgen 1400 nuevos medios cooperativos, universitarios, institucionales, étnicos, vecinales y sociales a partir de la aplicación de la ley de medios, donde se distribuye la AUH sin clientelismo y se aumentan las jubilaciones dos veces por año o se construyen más escuelas que en los últimos cincuenta años, igual que la inversión en obra pública.

En realidad, es al revés. Porque los implícitos parten de negar estos hechos, porque no creen que se puedan hacer, porque les molesta no haberlos hecho ellos o porque no están de acuerdo con que se hagan. Sobre todo esto último. Y la mejor forma de negar que todo eso se realizó es la negación de quienes lo hicieron: como los Kirchner y su entorno son corruptos, no pueden haber hecho nada de eso y todo es una mentira, un gran simulacro.

Cuando se discute de buena fe con un amigo anti K y se le pinchan todos estos globitos de implícitos y complicidades que comparte en su microclima, la frase que sigue es: “bueno, pero tampoco estamos en un paraíso”. Es donde empieza la discusión real, porque es cierto que hubo cosas mal hechas y porque hubo muchas otras que no se hicieron. Pero la larga lista de deudas históricas sociales, económicas y culturales acumuladas por muchos gobiernos de todos los colores, y que fueron saldadas o abordadas en estos doce años deja un saldo que no se podrá borrar con el facilismo de los sobreentendidos.

En los últimos meses, en ese discurso de que todo es una mentira, empezó a sobresalir la voz de los factores de poder económico del neoliberalismo: “Todo es un desastre que habrá que arreglar con medidas drásticas cuando se vaya este gobierno”. Los que chocaron la calesita, los que generaron la crisis del 2001, la más grande y profunda en la historia de la Argentina, quieren volver y recuperar el espacio que perdieron estos doce años. La presión sobre la economía en el tramo final del Gobierno es cada vez más fuerte y recibe el socorro de los organismos financieros internacionales desplazados, como la calificadora Moody’s o el FMI con sus repetidas predicciones apocalípticas. Y la presión será más fuerte todavía sobre el próximo gobierno si Daniel Scioli gana las elecciones. Con Macri no tendrían necesidad de presionar.

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Published in: on octubre 11, 2015 at 2:10 am  Deja un comentario  

“Hay mucha hipocresía y poco interés en la verdad”

Por Victoria Ginzberg

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner reveló en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas uno de los entretelones de la negociación por el Memorándum de Entendimiento por la causa AMIA. Dijo que en 2010 un funcionario de Estados Unidos pidió a la Argentina colaboración para proveer a Irán de combustible nuclear para su reactor. Gary Samore, entonces asesor de Barack Obama, contó en ese momento que su país ya estaba dialogando con Teherán, lo que terminaría en el acuerdo firmado este año. El gobierno argentino le pidió que pusiera la solicitud por escrito, eso no ocurrió y nunca más hubo noticias de Samore ni de ninguna otra persona vinculada con este asunto. Pero la información de que había conversaciones entre Irán y Estados Unidos hizo que la Argentina sintiera que también era posible abrir un canal para destrabar la investigación sobre el atentado a la AMIA. “Uno se pregunta cuál era el motivo de oponerse al acuerdo de cooperación judicial. Hay mucha hipocresía, mucha geopolítica y poco interés por lograr memoria, verdad y justicia para los familiares”, dijo la Presidenta en relación a las críticas recibidas por su gobierno en este tema. En la misma línea, reclamó a los Estados Unidos colaboración para ubicar al ex espía Antonio Stiuso, quien, dijo –sin nombrarlo directamente– está “protegido” en Estados Unidos. “Siempre sostuve que la causa AMIA era un complicado tablero de ajedrez, ahora creo que es una telaraña de intereses externos a mi país en la que quedan atrapados los mas débiles y más chicos.”

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Fue su último discurso como presidenta ante las Naciones Unidas. Y hubo dos temas que se llevaron casi todos los 45 minutos que habló: los fondos buitre y las derivaciones de la investigación por el atentado a la AMIA. Pero las dos cosas no quedaron aisladas, porque CFK mencionó la campaña que los holdouts hacen para acusarla de complicidad con el régimen iraní. En relación a los buitres, destacó la votación que se realizó hace tres semanas en la misma Asamblea General de la ONU sobre el marco de regulación para la reestructuración de las deudas externas (ver aparte). Otro hilo que guió la intervención fue la crítica hacia el gobierno norteamericano. No sólo le reclamó colaboración para ubicar a Stiuso, sino que hasta le hizo un tiro por elevación al celebrar el acuerdo entre el gobierno de Colombia y las FARC: “Intentaron terminar este conflicto a bombazo y fusil. Pero los conflictos se solucionan hablando, no a bombazos”.

CFK fue presentada en el recinto como “la excelentísima señora Cristina Fernández, presidenta de la Argentina”. Vestida de blanco, fue conducida al estrado por personal de protocolo y se sentó en una silla crema con respaldo alto por unos minutos. Luego, se ubicó delante del pedazo de mármol verde que aparece como telón de fondo de todos los jefes de Estado que hablan en la Asamblea General (en realidad la pared del hemiciclo es altísima y está pintada de dorado) y comenzó su discurso.

Para introducir el tema AMIA, CFK saludó el acuerdo que Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Reino Unido y Francia hicieron con Irán con el objetivo de detener su desarrollo nuclear. Y luego hizo su revelación. “Nosotros sabíamos de estas negociaciones”, señaló. Así, contó como en 2010 visitó Buenos Aires Samore, que era el principal asesor de Obama en temas nucleares. Narró que le dijo al canciller Héctor Timerman que estaban hablando con Irán para que no siguiera enriqueciendo uranio, pero que el gobierno de ese país (todavía estaba al frente Mahmud Ahmadinejad) necesitaba que la Argentina le diera combustible para un reactor, ya que el país tenía la tecnología y lo había hecho en 1987. Según relató la Presidenta, Timerman transmitió que era difícil, ya que las relaciones con Irán estaban muy dañadas por el atentado a la AMIA. “Le dije al canciller que si la petición se hacía por escrito íbamos a colaborar. Porque el objetivo de la no proliferación nuclear era importante. Creo que fue la última vez que nuestro canciller vio a Gary Samore. Cuando en 2013 la Argentina firmó el memorándum para destrabar la investigación del atentado, porque ese fue el objetivo, castigar a los culpables, parece que se hubieran desatados los demonios. Y cuando ahora el 2 de abril se firma el acuerdo (con Estados Unidos), uno se pregunta cuál era el motivo de oponerse al acuerdo de cooperación judicial. ¿Cuál es el motivo? Lo escuché hoy aquí cuando otro presidente habló de la hipocresía. Hay mucha hipocresía, mucha geopolítica y poco interés por llegar a la memoria, verdad y justicia para los familiares.” La Presidenta recordó que el memorándum fue ratificado por el Congreso y le deseó a Obama que el Parlamento de su país no trabe su acuerdo, “porque es una contribución al proceso a la paz, nosotros somos coherentes”.

El discurso entró luego en terreno judicial. CFK contó que se está llevando a cabo el juicio por el encubrimiento del atentado en el que están acusados, entre otros, el ex presidente Carlos Menem y el ex juez Juan José Galeano y que ella ordenó desplazar a “sectores de la Inteligencia por fuertes sospechas de entorpecer la investigación”. “Algunos venían desde 1972, pasaron por todos los gobiernos, incluido el nuestro y dictaduras. Hoy están radicados en Estados Unidos”.

“Hemos citado hemos al embajador de Estados Unidos para pedir explicaciones de en qué calidad se encuentra este ex servicio en este país”, reveló también CFK. Otro dato que hasta ahora no se sabía.

Oscar Parrilli, titular de la Agencia Federal de Inteligencia, contó luego que en la reunión con Noah Mamet, él y el canciller le pidieron al embajador colaboración pero que las respuestas fueron más bien evasivas. El gobierno, además, envió a través de la embajadora Cecilia Nahón dos cartas al Departamento de Estado con el mismo propósito.

La Presidenta también recordó que los nuevos fiscales de la causa AMIA pidieron a Interpol una alerta azul (de paradero) sobre el espía: “Como (Néstor) Kirchner y yo hemos solicitado colaboración a Irán, ahora también perdimos la colaboración de Estados Unidos”, reclamó.

Luego volvió a los buitres para mencionar que a partir de la investigación sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman aparecieron “datos estremecedores”, como relaciones con servicios secretos externos y con los fondos buitre. “¿Por qué dedico tanto tiempo a este tema? –preguntó retóricamente–. Es mínimo en relación al que dedicaron organizaciones de este país vinculadas a los buitres para difamarnos. Para decir que éramos cómplices de Irán. Si somos cómplices de Irán, ¿qué es el presidente Obama. No se puede seguir con el doble estándar en materia diplomática”, dijo CFK y provocó aplausos. “Mi gobierno –finalizó– va a seguir incansablemente buscando verdad y justicia.”

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Published in: on septiembre 30, 2015 at 3:26 am  Deja un comentario  

Dante Palma : Clientelismo con pobres (y con ricos)

En las últimas semanas determinados medios volvieron a instalar la discusión en torno al clientelismo político como un modo de poder explicar ante la opinión pública el resultado de las elecciones. Se trata de un cliché harto transitado por los sectores pudientes o por cierta clase media ilustrada, como mínimo, desde la irrupción del peronismo hasta la fecha y es una de las formas indirectas a través de la cual se buscar quitar legitimidad a gobiernos con apoyo popular.

El razonamiento es bastante sencillo: los pobres/ignorantes votan a determinados gobiernos porque estos les brindan dádivas o prebendas. De aquí se seguiría que para perpetuarse en el poder habría gobiernos que buscan multiplicar los pobres y los ignorantes.

Ahora bien, de este tipo de razonamientos se siguen algunas cosas más. Por ejemplo, una subvaloración del voto de los pobres. Dicho de otro modo, habría una baja calidad en el voto de menos aventajados, sea porque se trata de masas de ignorantes, sea porque la necesidad los “obliga” a establecer la relación clientelar. En este sentido, habría ciudadanos libres que elegirían a sus representantes tomando en cuenta todas las variables que permiten realizar decisiones racionales y un conjunto mayoritario de la población que votaría con un hilo de baba colgando y/o hambrienta.

El clientelismo político, esto es, la relación asimétrica que se da entre un gobierno/Estado que le brinda beneficios a un individuo o un determinado grupo a cambio de apoyo electoral, es una práctica con larga historia en la Argentina (y en Occidente) pero el sufragio secreto la limita fuertemente. En otras palabras, el funcionario de turno podrá hacer promesas, dar dinero o lo que sea pero en el cuarto oscuro es el individuo el que decide y muchas veces decide votar en contra del que le ofrece la relación clientelar. Pues tener necesidades no significa perder la dignidad y sobre todo, como diríamos en el barrio elípticamente, no significa ser pelotudo.

¿Esto supone que haya que quitarle importancia al clientelismo político? Por supuesto que no pues es una de las prácticas más vergonzantes y abusivas. Pero de lo que se trata, más bien, es de no sobredimensionar su capacidad al momento en que la voluntad popular se expresa a través de las urnas. En apoyo a esta afirmación tómese en cuenta el “clientelismo para ricos”. Sí, porque una de las trampitas que más trasuntan una discriminación propia de la aristocracia es la de suponer que sólo puede haber clientelismo con pobres. Pues no: también hay una relación de patrón/cliente entre funcionarios corruptos y los sectores más aventajados.

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Explicaré esto de la siguiente manera: se dice que, por ejemplo, una práctica habitual del clientelismo es otorgar algún tipo de subsidio a cambio del apoyo electoral. Si ese fuese el caso, las clases medias y altas de la ciudad de Buenos Aires son las primeras en aceptar relaciones clientelares en la medida en que, a diferencia de otros distritos, reciben subsidios del gobierno nacional al consumo de luz, gas, agua y transporte. De esta manera se da insólitamente que los pobres de provincias con ingresos más bajos que los de CABA pagan por sus servicios muchísimo más que lo que paga el porteño. Por ello tiene razón la oposición en acusar de clientelista al oficialismo pero debería aclarar dos cosas: que el clientelismo no se da sólo con los pobres y, sobre todo, que el clientelismo no garantiza votos pues el distrito que más subsidios recibe es, después de Córdoba, aquel en el que el FPV menos votos obtiene. Salvo que alguien se anime a afirmar que los votantes de la ciudad de Buenos Aires son más racionales y dignos que los votantes de otras provincias, no resultará fácil sostener coherentemente una postura capaz de enfrentar esta evidencia. Si las razones que se esgrimen son que los subsidios en CABA son, en general, universales, deberán aceptar que, cuando se trata de provincias del Norte, se toma a la AUH como una forma de política clientelar a pesar de ser “universal”. Este punto muestra la pendiente resbaladiza en la que la denuncia de clientelismo ha caído hasta descansar en una suerte de sentido común de liberalismo ramplón por el cual todo tipo de ayuda estatal se ha transformado en relación clientelar independientemente de su carácter universal y de que la informatización ha permitido eludir la acción de los punteros. Es el mismo deslizamiento que hace que cualquier gobierno democrático que decida aplicar políticas redistributivas o de acción directa hacia los sectores menos aventajados sea denominado “populista”. Por último, ¿las exenciones impositivas a grandes empresarios con la excusa de atraer inversiones no son una suerte de clientelismo político también? ¿No hay allí un funcionario/gobierno/Estado que toma dinero de los contribuyentes y lo direcciona a cambio de obtener un apoyo electoral? Yendo a un caso puntual y para no caer sólo en el gobierno nacional, ¿no hay clientelismo político con ricos cuando el Gobierno de la Ciudad establece negocios con el Grupo Clarín? ¿No se está beneficiando económicamente a un grupo pidiendo a cambio apoyo electoral? Se trata de preguntas retóricas pero, sin duda, del mismo modo que el clientelismo político con pobres no garantiza que el “cliente” vote al “patrón”, nada impide que Héctor Magnetto, en la soledad del cuarto oscuro, se incline por una alternativa al macrismo al momento de elegir el “puesto menor” de presidente de la República.

Pero la temática del clientelismo político, aunque usted no lo crea, fue bastante más allá de una discusión de taxi o a los gritos en un canal de TV, para servir de fundamento al fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de Tucumán que declaró nulas las últimas elecciones a gobernador. Sí, será macondiano y surrealista pero basándose en una nota de La Nación y en un informe de Jorge Lanata, la principal razón por la que se anulaban los comicios en los que el vencedor aventajó por 100.000 votos a su principal competidor fue, más que algunos casos de quema de urnas y una falla en las cámaras de seguridad que controlaban el traslado de los votos, el conjunto de prácticas clientelares que habrían existido durante las elecciones y antes de las mismas. Es extraño pues con ese criterio hasta se podría haber exigido que las elecciones nunca se hubieran llevado a cabo puesto que seguramente hay prácticas clientelares (del oficialismo y de la oposición) en Tucumán. Por suerte para la democracia y las instituciones, semejante despropósito fue desautorizado por la Corte Suprema de Tucumán con un fallo del que extraje los siguientes pasajes: “Sin caer en el extremo de negar ni relativizar la gravedad que ese tipo de actos (quema de urnas, violencia y prácticas clientelares) contrarios a la ley, máxime ante la importancia de los valores en juego, no es posible, empero, soslayar, por un lado, la decisión de aquellos votantes que no se prestan ni participan de tal irregularidad ni, por el otro –y lo que es más decisivo todavía– la circunstancia incontrastable de que del clientelismo no se sigue inexorablemente la falta de autonomía de los electores involucrados, quienes al ingresar solos al cuarto oscuro quedan fuera del alcance de toda injerencia extraña (…) Además de carecer de la necesaria universalidad que debería presentar un argumento sobre el que se funda una medida que afecta a todo el electorado, ante la ausencia de elementos demostrativos o cuanto menos indiciarios de que no se ha garantizado el ejercicio pleno de la libertad de elección dentro de los sendos recintos habilitados a ese efecto, el razonamiento de la sentencia [que anulaba los elecciones] importa avanzar indebidamente sobre la conciencia misma de las personas que participaron del comicio. Los motivos que llevan a un elector a votar en tal o cual sentido son de la más variada índole (política, afectiva, económica, religiosa, etc.), y podrá compartírselos o no, pero ello no autoriza a ninguna autoridad estatal a inmiscuirse en el ámbito interno de las personas, juzgando la conciencia de cada ciudadano”.

Los pasajes escogidos son lo suficientemente elocuentes como para agregar algo pero la desesperación de un sector del electorado tras 12 años de perder elecciones lo está llevando al límite de poner en tela de juicio conquistas republicanas y democráticas que mucho nos ha costado conseguir. Se trata de un sector que, de hecho, se arroga la potestad de calificar el voto olvidando que el voto del rico y el del pobre, al menos hoy, valen lo mismo.

Fuente texto: revista veintitres.com.ar

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Published in: on septiembre 28, 2015 at 4:04 am  Deja un comentario  

Gustavo Bulla : Niembro y los periopublicistas

El caso del periodista deportivo Fernando Niembro, beneficiario de contrataciones directas por cifras millonarias por parte de la administración del PRO de la ciudad de Buenos Aires, ha ocupado un gran espacio en los medios de comunicación en las últimas semanas. Y con justa razón, ya que el comentarista de fútbol encabezaba la lista de candidatos a diputados nacionales de la coalición Cambiemos en la provincia de Buenos Aires hasta que decidió dar el paso al costado que tanto le reclamaron.

Se ha denunciado la vulneración de normas administrativas del estado porteño para la contratación de servicios, se han abierto interrogantes de carácter ético sobre la amistad del periodista con el jefe de Gobierno, se cuestionó que la empresa La Usina fuera creada al solo efecto de brindar servicios a un único contratista y que no cuenta con empleados registrados legalmente. Todas evidencias de irregularidades que el juez a cargo de la causa deberá examinar.

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También hemos asistido al insistente pedido de renuncia a la candidatura de Niembro por parte de periodistas como Jorge Fontevecchia, Marcelo Longobardi y Joaquín Morales Solá, entre otros, y nada menos que desde una nota editorial de La Nación. Seguramente más en un intento de reducir costos, para que no se hable más del tema y que la figura de Macri siga gozando de indemnidad mediática, que de esclarecer lo ocurrido. No obstante, el ex candidato ha sido imputado por el presunto delito de lavado de dinero.

Sin embargo, poco y nada se dijo sobre la modalidad muy extendida de los periopublicistas, ni de las regulaciones que debe observar el Estado para pautar publicidad y su vinculación con las transmisiones deportivas.

La mayoría de los periodistas más destacados de la radio y la televisión comparten su actividad informativa con la administración de importantes carteras de anunciantes, mala costumbre surgida al calor del neoliberalismo y naturalizada en los medios argentinos. ¿Existe un conflicto con la ética profesional? Sin dudas. No obstante a ningún comunicador que entrevistó a Niembro le llamó la atención.

Como toda defensa, el tristemente célebre vocero de los indultos de Menem a los genocidas, ensayó un “aquí no hay nada raro; yo me presenté a compulsas de precios para intermediar entre el Gobierno de la Ciudad con la radio y con Fox, y gané porque ofrecí los mejores descuentos”. Y nadie le repreguntó si consideraba compatible ser empresario publicitario y a la vez periodista, y en oportunidades hasta locutor de los mismos avisos. Tampoco le preguntaron cuándo dice la verdad: cuando elogia a un anunciante, cuando elogia a un deportista, o nunca.

La otra cuestión no pensada en torno del “caso Niembro” es el lugar común respecto de que Fútbol para Todos debe financiarse con publicidad comercial. ¿No será esto lo que reclaman los opositores a la televisación gratuita del fútbol argentino? Es decir: vía libre para el tráfico de influencias, para la superposición ética de tareas, para el desvío y/o blanqueo de dineros públicos y privados, para la compra de voluntades.

En una nota de archivo fílmico del año 2000, recientemente rescatado, un ofuscado Fernando Niembro le decía al cronista Camilo García que “vivimos en un país capitalista, el que quiera ver fútbol gratis que se vaya a vivir a Cuba”. Quince años después, la Argentina sigue siendo capitalista, sin embargo la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, como la decisión política desde hace seis años, avalan que cada fin de semana los argentinos, vivan donde vivan, puedan disfrutar del deporte más popular.

El caso Niembro no debería terminar sencillamente con la renuncia a su candidatura. Ese gesto voluntario o forzado –vaya a saber– de lealtad partidaria deberá ser valorado por los simpatizantes de esa fuerza centroderechista.

El conflicto de intereses que se ha exhibido públicamente para quien quiera verlo es una práctica profesional que no es ilegal pero que carece de legitimidad social. Es más, en tanto el público en general la desconoce, tranquilamente podría considerarse burlado en su buena fe.

La única diferencia entre aquellas famosas hamburguesas sospechadas de estar contaminadas que fueron deglutidas en cámara por Bernardo Neustadt y Daniel Hadad y el caso Niembro es que ahora conocimos las enormes cifras cobradas y los procedimientos administrativos vulnerados.

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Fuente imagen: eameo.com

Published in: on septiembre 23, 2015 at 9:12 pm  Deja un comentario  

Mario Wainfeld: El voto es lo de menos

La sentencia de la autodenominada “Excelentísima” Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo de Tucumán es peor que pésima: arbitraria. La diferencia es cualitativa. Hay arbitrariedad cuando los jueces fallan contra el derecho vigente sin sostener una argumentación razonada. La decisión es mero producto de su voluntad aunque tenga el formato de una sentencia.

La consecuencia es una grave situación institucional sin precedentes desde la restauración del sistema democrático en 1983. Las soluciones a las preocupantes secuelas deben buscarse dentro del propio sistema legal que, a pesar de lo que quieran tres magistrados y muchos factores de poder, debe defenderse con sus propias herramientas.

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El autor de esta nota es abogado, recibido en una universidad pública hace más de cuarenta años. Ejerció la profesión durante más de veinticinco. Es, entonces, un profesional formado y baqueteado aunque no pretende ser un jurista, un teórico de alto nivel. Esta columna aspira a la divulgación y por eso ahorra al lector promedio ciertos tecnicismos.

Anular una elección es excepcional: requiere presupuestos de enorme dimensión. En líneas generales, los jueces deben preservar la validez de los actos de otros poderes y, en este caso, del pronunciamiento ciudadano. Todo sistema legal prescribe qué debe hacerse en cada caso si hay dudas o ambigüedades. En esta situación sólo puede anularse el comicio si se violaron las reglas constitucionales de modo flagrante y con efecto en el veredicto popular. Es la proyección concreta de un criterio general: no hay sanción ni condena, menos una nulidad total, sin plena prueba. En concordancia, no se debe condenar penalmente si hay duda ni se debe hacer lugar a una demanda civil por daños si el actor no prueba plenamente los hechos y la responsabilidad del otro.

Los jueces deben limitar su afán intervencionista, imperativo válido hasta para los referís de fútbol.

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Los “considerandos”, esto es, los fundamentos cabales de la decisión, son relativamente cortos. Mucho más escuetos que el relato de los hechos.

No es banal ni cínico preguntarse qué impacto produjeron las circunstancias que la Cámara enumera o el contexto de clientelismo sobre el que divaga. Lo serio y legal es ponderar la gravitación de las anormalidades en el resultado. En este caso, cabe inferir, no se hizo porque es clavado que la cantidad de mesas impugnadas en detalle (aun con fundamentos opinables) ni remotamente puede alterar el resultado final.

En la nutrida historia de elecciones desde 1983, que registra episodios de violencia, falta de boletas, maniobras, cortes de luz, escrutinios suspendidos y otras irregularidades distintos tribunales apelaron a remedios más sensatos y acotados. Por ejemplo a elecciones complementarias en mesas, escuelas o ciudades íntegras.

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Pasemos, casi, por alto la adjudicación de la competencia del Tribunal. La Cámara se la arrogó declarando la inconstitucionalidad de una norma que le deniega entender en este pleito. Todo apesta a “forum shopping”, a que la oposición política provincial eligió un tribunal afín y este validó la maniobra. Pero ese aspecto, que podría sellar la invalidez de la decisión, es quizás menos grave que el fondo de la sentencia, al que dedicaremos más espacio.

Dos ejes sustentan la sentencia. El primero es la existencia de clientelismo que vicia el acto electoral. El segundo, una cantidad de supuestas irregularidades.

La Cámara alude “a las consecuencias enormemente perniciosas que las prácticas clientelares tienen sobre los principios fundamentales del régimen representativo y, en particular, sobre la genuina expresión de voluntad del elector que es su presupuesto”. El alegato es interesante para un coloquio. En Tribunales sólo procede a condición de sopesar cabalmente cuán perniciosas son dichas prácticas, si existen.

El Tribunal, revelando un pobre o nulo conocimiento de la nutrida bibliografía nacional sobre el tema, acumula reflexiones generales, dogmáticas, plagadas de soberbia. Se autoerige en custodia de los sectores “desamparados” a cuyo voto le pasa por arriba. La categorización de “desamparados” no está escrita en ningún texto legal: es un arrebato ideológico, sintomático de las clases dominantes. La compasión –superioridad– niega la autonomía de los sujetos. Enumera algunos hechos tan comunes cuan transversales a todas las fuerzas políticas (la oposición tucumana gobierna San Miguel). Pero ni se esfuerza en valorar cuál es su gravitación en el resultado, ni siquiera en el plano más especulativo.

Su fundamento es que las prácticas clientelares vician irreparablemente el comicio.

No entraremos acá a discurrir a fondo sobre el clientelismo ni aun polemizar sobre el uso opinable de ese vocablo. Cualquier abordaje comprueba que no se habla de una acción aislada sino de un sistema de relaciones. Sea que se la apode “clientelismo” o sea que se elija una taxonomía más compleja y seria no es una praxis que surge y se extingue en las jornadas electorales. Si Tucumán padece “clientelismo” que ejerce el efecto de mancha venenosa, el contexto continuará dentro de semanas o meses, cuando deberían realizarse las nuevas elecciones que la sentencia impone. La proyección de lo resuelto (o de la cosmovisión que lo nutre) es que nunca podrá votarse en Tucumán con la libertad hipotética que “exigen” los magistrados.

La relación entre los votantes, los punteros, los dirigentes locales y las autoridades puede y debe analizarse, eventualmente criticarse. Su solución o tratamiento no es potestad de un patriarcado de clase, de una elite endógama, (los jueces en general) sino de la emancipación popular que les ajena.

Aseverar que los pobres son esclavos, masas inermes o que su voluntad ha sido subyugada por la entrega de un puñado de bienes se asemeja demasiado a la narrativa de ciertas fuerzas o referentes de la derecha argentina.

La viga fundante del fallo es antojadiza, tributaria de una perspectiva aristocrática y sesgada de la sociedad. Cero análisis empírico hay acerca del efecto en la elección anulada. Sobre eso debían expedirse los jueces sin hacer (se dice en sentido figurado) ejercicio ilegal de las ciencias sociales.

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Lo primero que revela la reseña del fallo sobre incidentes e irregularidades es la enumeración de las mesas supuestamente viciadas. Son un puñado, irrelevante para torcer la diferencia final.

Hay una perla reveladora cuando se habla de la quema de urnas y otros actos vandálicos. Se omite que está probado que, cuanto menos en parte sustantiva, los cometió un dirigente de la oposición que promueve el amparo y lo gana. La Cámara no se da por enterada del hecho que por ser “notorio” (sabido por la opinión pública) tiene el deber de conocer y valorar. Tal vez se deba a que su fuente de información son programas de televisión y notas de la prensa hegemónica que encubrió el dato. Los magistrados premian la conducta aviesa de quien ensució el comicio y reclama su nulidad. Desconocen que nadie puede alegar su propia torpeza y que la mala fe no debe ser premiada.

Corresponde investigar esas y otras anomalías, investigarlas, sancionarlas si son delitos pero no extrapolar o des dimensionar sus consecuencias concretas.

Exorbitante es la sentencia, un precedente antidemocrático. Les viene como anillo al dedo a quienes están generando un escenario pre golpista, con el ansia casi confesa de descalificar un resultado nacional si el candidato oficialista Daniel Scioli gana “apretadamente” por más de diez puntos y superando el cuarenta por ciento de los votos.

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Corre el plazo para recurrir a la Corte Suprema provincial. Se actúa contra reloj: es factible que no haya tiempo para que se expida antes de la fecha fijada para el cambio de autoridades. En Tribunales, el que quiere demorar o dilatar usualmente gana. He ahí el primer objetivo de la oposición nacional y tucumana.

Cabe suponer –porque es lo ajustado a derecho y por su composición– que la Corte provincial revocará la decisión. La oposición podría plantear recurso extraordinario ante la Corte Suprema nacional. Este no es automático como una apelación común. Puede considerarse improcedente, lo que primero dirime el supremo tribunal provincial y en definitiva el nacional. Si el provincial rechazara el recurso podría quedar un lapso en que la sentencia que comentamos quedara sin efecto, suspendida. En ese plazo, podría asumir José Manzur.

Lo más verosímil es que no se llegue en fecha y que la provincia quede acéfala en octubre. Una indeseable intervención federal es un desenlace factible que puede devenir inevitable. Todos los escenarios lucen insatisfactorios. Son consecuencia de la irresponsabilidad de la Cámara. Se discute si los jueces deben tomar en cuenta las consecuencias sociales y políticas de sus decisiones o si deben ignorarlas con olímpico desdén. Es un bizantinismo de juristas, enfrascados en su arrogancia y torres de cristal. Max Weber lo expresó mejor: todos los que hacen política son responsables de las consecuencias de sus acciones, aun de las no queridas (que no es el caso). Una grave conmoción deriva de la arbitrariedad.

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Entre tanto la Cámara Nacional Electoral Nacional ha ordenado medidas para preservar y mejorar las elecciones de octubre. Puede discreparse parcialmente aunque todas son sistémicas y ponderadas. Algunos ejemplos son mejorar la dotación de autoridades de mesa, la expedición de certificados, precaver que se sustraigan o escatimen boletas, capacitar a los ciudadanos.

Una movilización ciudadana que incluya a fiscales aguerridos debería sumarse al combo de movidas.

El autor de esta nota no concuerda con la mirada política de los camaristas nacionales, que cuestionó en una nota reciente. Nobleza obliga: lo que hacen hasta hoy es manejarse dentro del sistema, valerse de su experiencia para evitar problemas conocidos, con acciones reformistas y factibles. Claro que son camaristas electorales y no una terna de improvisados cuya mala praxis armoniza, en chocante sintonía, con un clima desestabilizador al que contribuyeron.

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Published in: on septiembre 18, 2015 at 9:00 pm  Deja un comentario  

Dante Palma: Niembro: ideologizar sí. Moralizar no

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Fernando Niembro pasó de decir que el fútbol no podía ser gratis porque había que pagarle, entre otros, a él, a decir que el fútbol no puede ser gratis porque en la Argentina hay pobres. Este es solo un ejemplo del modo en que su petulancia habitual y su discurso neoliberal desembozado de otrora tuvo que moderarse tras tomar estado público un conjunto de irregularidades en las contrataciones que el Gobierno de la Ciudad realizara a la productora de la que era dueño y que, según consta en la AFIP, era capaz de brindar servicio de lustrabotas y astrología (SIC).

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Hay quienes asociaron el lustrar botas con el pasado de Niembro como vocero de los indultos a los militares y quienes afirmaron que como comentarista deportivo es un buen observador de astros, pero lo cierto es que, en estos días, el excompañero de Marcelo Araujo anda paseándose por distintos medios tratando de explicar en ellos lo que se le dificulta explicar en la Justicia. El PRO, con su líder procesado por escuchas ilegales, y con un discurso oenegista de la transparencia y la pulcritud, se encuentra una vez más demostrando que la nueva política ha heredado los modos clásicos de buena parte de los sectores empresariales en la Argentina. Me refiero, claro está, a que mientras cabalgan con un discurso eficientista del Estado mínimo, viven de los negociados con el Estado cuando éste está ocupado por gobiernos amigos.

Con todo, mi idea no era hablar de los indicios que comprometen a Niembro y que le valieron el mote de “choripan de oro” sino advertir la posibilidad de un posible desvío argumentativo en este caso. Por cuestiones de espacio seré conciso: desde mi punto de vista, Niembro defiende al PRO por razones ideológicas y no por estar “comprado”. Es más, aun cuando se comprobaran las irregularidades y la corrupción entiendo que la posición de Niembro es auténtica y aun si no lo fuera habría que interpretarlo como si así fuese porque la discusión política debe tomar en cuenta los discursos públicos y no las razones privadas por las que un sujeto dice lo que dice. Psicologizar o, en este caso, moralizar la discusión con Niembro, sería psicologizar y moralizar la política  repitiendo la argumentación que realiza la oposición cada vez que se refiere a los comunicadores que tienen una línea editorial afín al kirchnerismo. Para concluir, entonces, si se han cometido irregularidades es claro que la oposición al macrismo y los ciudadanos en tanto tales, incluso simpatizantes del PRO, deben denunciarlo y exigir justicia. Pero si hablamos de política, y esto es lo que a esta columna le interesa, debemos establecer una discusión en la que quede al margen si sos o no una buena persona. Porque queremos debatir ideas y modelos y hablar de la corrupción es la mejor forma de no poner en tela de juicio ni las ideas ni los modelos tal como hizo la Alianza cuando nos hizo creer que el único problema del neoliberalismo era que se trataba de un modelo económico llevado adelante por una casta de corruptos. Sin embargo, con el tiempo aprendimos la lección: el problema era el modelo y no la moralidad de los que lo llevaban adelante.

Por ello, llevar hasta las últimas consecuencias y exponer el que hasta ahora es un presunto caso de corrupción no debe hacernos olvidar que la verdadera discusión con Niembro no es una discusión moral sino, antes que nada y por sobre todo, una discusión ideológica.

Fuente texto: diario registrado

Fuente imagen:enorsai.com

Published in: on septiembre 12, 2015 at 3:53 am  Deja un comentario  

Mempo Giardinelli : Chaco, la muerte del niño y la canalla mediática

Es difícil escribir poseído por el dolor y la rabia, pero no hay remedio. Una nueva andanada de cinismo ha colocado a mi provincia en el centro de la mentira electorera.

Porque es verdad que los cuadros de tuberculosis y desnutrición son, en el Chaco, tan endémicos y de vieja data como indignantes y dolorosos. Pero es miserable aprovechar ahora la desdichada muerte de Oscar Sánchez, un adolescente qom de sólo 14 años, desnutrido y tuberculoso, para enlodar de antemano las elecciones del próximo 20 de septiembre.

Hay que ser muy canallas para fingir sentimientos que no se tienen, y que jamás han tenido estos carroñeros de la política que vienen a “descubrir” lo que aquí cualquiera sabe: que decenas, centenares de niños qom, wichís y mocoiq murieron aquí, en iguales condiciones extremas, en los últimos 10, 20, 50 y 100 años.

Y es claro que desgraciamente va a seguir habiendo casos como el de Oscar ahora, y en el pasado enero Néstor Femenía, otro chiquito enfermo de tuberculosis sumada a desnutrición extrema, meningitis y neumonía.

Ambos murieron por causas estructurales que fueron negadas durante décadas, nunca erradicadas y las cuales llevará todavía mucho tiempo erradicar. Pero en estos “denunciadores” lo que indigna y subleva es que les encanta promocionar –porque eso hacen: promoción– todo lo que espante a “la pobre inocencia de la gente”.

Estas muertes derivan de causas –y esto es lo que hay que subrayar– que durante mínimo los últimos 50 años jamás fueron atendidas. Y es obvio que la actual gestión tampoco las solucionó, pero al menos sí se encararon políticas sanitarias, educativas y de infraestructura como nunca antes se había hecho. Ésa es la diferencia, y basta andar por los montes de lo que queda del Impenetrable para comprobarlo.

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Estos buitres de la comunicación empezaron la semana pasada diciendo que el Hospital Pediátrico de Resistencia, recién inaugurado, tenía fallas estructurales. Y antes “denunciaron” equipamientos deficientes en los flamantes hospitales de Villa Río Bermejito y de Juan José Castelli. Tres grandes centros que no sé si tienen muchos o pocos problemas, pero ahí están; antes no existían. Porque nunca existió un hospital decente en esos extensos parajes. Entonces irrita que ahora que hay tres, grandes y con dotaciones de médicos como nunca antes, vengan a demolerlos mediáticamente.

 

Pero no dicen que en 2007 de cada mil nacidos vivos en esta provincia, morían 22; mientras que ahora se redujeron a 11,8. Ni dicen que hoy hay 125 Centros de Atención Médica nuevos y se construyen 200 más. Ni que específicamente respecto de la tuberculosis, el Programa de Control de TBC del Chaco informó hace sólo un mes a la Corte Suprema de Justicia de la Nación que en la Región Sanitaria 5 (El Sauzalito, Nueva Pompeya, Miraflores, Castelli) hay 48 Pacientes Notificados y bajo tratamiento. Y en Pampa del Indio ocho más.

También silencian el hecho de que se han recibido ya 4 médicos Qom, que trabajan tres en Castelli y uno en El Espinillo, y son parte de los 1259 trabajadores de la salud (médicos, enfermeros, odontólogos) que cubren todo El Impenetrable (sobre un total de 13.562 en toda la provincia). Ni dicen que desde 2014 se tienden conexiones de agua potable entre Fortín Lavalle y Castelli, y hay más conexiones hacia otros parajes, a la vez que en 2015 ya hay 15.000 nuevos usuarios de electrificación rural, quienes hace diez años estaban a oscuras. Y están llegando ya las primeras redes para celulares y wifi a El Sauzalito y Nueva Pompeya, en el extremo norte del Impenetrable, para atender a unos 35.000 habitantes dispersos. Y en toda la provincia los usuarios de electricidad pasaron de 250.000 a 359.000.

rio bermeejito

Hospital Villa Rio Bermejito

Por supuesto que en toda sociedad en la que hay cuatro etnias que por siglos estuvieron sometidas e invisibilizadas, y donde la pobreza extrema ha sido feroz durante por lo menos los últimos 150 años (o sea desde que al Chaco llegó la “civilización”), siempre se van a “descubrir” casos tremendos, dolorosos e impactantes como los de estos dos pibes.

Pero lo infame es aprovecharse de sus desdichas, sacarlos de contexto y mentir de manera vil y obscena para inflamar los ánimos 10 días antes de una elección cuyos resultados están cantados, desde que las PASO marcaron una diferencia abrumadora que nadie cuestionó. Nadie.

Son tan cínicos y manipuladores estos canallas que sobre las fotos y el video de un niño agonizante, escriben: “advertencia: la imagen y el video pueden herir su sensibilidad”. No sé ustedes los lectores, pero yo nunca he visto algo igual de miserable y violento en toda la prensa mundial.

En una provincia donde la pobreza y la indigencia han sido y son históricamente altísimas, es por lo menos estúpido debatir y comparar datos del desprestigiado Indec con cálculos interesados privados que se “basan” en supuestos “índices de precios”. Pero ahí está el promocionado Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica, que insiste en que en los últimos tres años aumentó la pobreza en todo el país. Uno se pregunta en qué país viven estos señores, porque basta recorrer las provincias para advertir que aunque hay muchísimos problemas en todos los órdenes, de ninguna manera la pobreza y la indigencia aumentaron, por más que ellos hagan tremendos esfuerzos.

Si fuera cierto que hoy uno de cuatro argentinos es pobre (son, dicen, 11 millones de personas, más 2 millones de indigentes), y que en 2014 el 40 por ciento de los chaqueños estaba bajo la línea de pobreza y el 17 por ciento bajo la línea de indigencia, al menos aquí nadie con ojos les creería. Eso es mentira, salvo que se mande un equipito de periodistas carroñeros para que por una vez en sus vidas se ensucien las patas y busquen lo peor del paisaje humano local, que por supuesto existe y ningún chaqueño honrado niega ni oculta.

También mienten que la provincia del Chaco ha dejado de publicar datos oficiales de pobreza e indigencia desde “hace más de tres años”. Y la prueba está en que los datos de este artículo son todos oficiales y los he bajado de internet y/o solicitado al Ministerio de Salud.

Fuente texto: pàgina 12
Fuente imagen nro 1: enorsai.com
Fuente imagen nro 2: fmradiojoven101.blogspot.com
Published in: on septiembre 11, 2015 at 3:53 am  Deja un comentario  

Darío Sztajnszrajber : La patria

«Por eso si te preguntan por el mundo, responde simplemente: alguien está muriendo». -Roberto Juarroz-

Una de las intuiciones del pensamiento dialéctico es haber comprendido el desfasaje que se produce entre los cambios materiales en el mundo y las instituciones que pretenden sostener el orden social. Las instituciones, por ello, muchas veces, permanecen como estructuras que aunque desfasadas intentan todavía ordenar una realidad que sin embargo se desborda. Categorías como fantasmas a las que acudimos porque todavía no contamos con otras; o peor, categorías a las que acudimos porque son fantasmas que nos dan un respiro frente a un orden que se nos derrumba.

Uno de estos casos es la idea de patria. ¿Con qué idea de patria nos pensamos como ciudadanos? ¿Nos alcanza la idea de patria tradicional para comprender las problemáticas sociales del mundo global?

Hay dos elementos conceptuales que acompañan a la noción de patria en sus márgenes y en sus oposiciones: por un lado, la idea de frontera, y por el otro, la idea de extranjería. La patria necesita definirse, esto es, poner fines, límites, fronteras. Una patria necesita de otra para autoafirmarse en su identidad, para diferenciarse. Y para que la delimitación funcione resulta necesario encontrar un sustrato común que unifique a todos los miembros de la patria y los distinga claramente de los demás. Tan simple sería todo si las fronteras fueran precisas, pero las fronteras no pueden ser precisas porque son fronteras, o sea, zonas de tránsito, de mezcla, de contaminaciones. Tan simple sería todo si encontrásemos ese sustrato común, pero ese sustrato no se encuentra porque lo común se construye, o sea, las identidades se van configurando de modo narrativo, ficcional, artificial.

Si la patria se juega en los derechos que poseemos como ciudadanos, entonces la pregunta es la de siempre, de Marx a Hannah Arendt: ¿cómo defender los derechos de los que no tienen derechos?

Toda nación es una comunidad imaginada, planteaba Benedict Anderson, y está claro que para que un estado nacional funcione, resulta necesaria una integración que penetre en el imaginario esencial de una propiedad comunitaria. La patria como una familia ampliada, donde el territorio sólo sea la excusa para que todos aquellos que compartimos una mismidad (una misma esencia) nos realicemos en común. Es interesante por ello repensar en la historia de las fronteras de la mayoría de los estados nacionales modernos; y a la inversa, comprender la artificialidad de una construcción que se deconstruye fácilmente en lo nacional, lo étnico, lo cultural. ¿O en el fondo no somos todos mixtos?

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Claro que por suerte está el extranjero. Aquel que desde su identidad tan clara y evidente como la nuestra, nos ayuda a confirmarnos en lo que somos. Yo tengo mi lengua, él tiene su lengua. Yo tengo mis costumbres, él tiene sus costumbres. Yo tengo mi historia, él tiene su historia. Yo tengo, él tiene. Pero el problema no lo tiene el que tiene, sino el que no tiene. El verdadero extranjero nunca es simétrico. Es extranjero porque es carente. El verdadero extranjero nunca es un semejante. Es extranjero porque su diferencia nos resulta incomprensible. El verdadero extranjero no es un par con quien establecer relaciones diplomáticas. Es extranjero porque no tiene voz.  El verdadero extranjero no tiene pasaporte. Es extranjero porque irrumpe.

Si la patria se juega en los derechos que poseemos como ciudadanos, entonces la pregunta es la de siempre, de Marx a Hannah Arendt: ¿cómo defender los derechos de los que no tienen derechos? Incluso, se vuelve clave repensar los alcances mismos de los derechos humanos, a partir de las fisuras entre el ser ciudadano y la vida desnuda: si la última frontera es el pasaporte, ¿cuál es el lugar de los indocumentados? Se puede pensar la patria como la comunidad de los propios, pero se puede pensar la comunidad como la apertura infinita al otro. Roberto Espósito retoma la etimología de la palabra comunidad no tanto como lo común sino como el compartir un «munus», una figura del derecho antiguo que propiciaba la obligación de dar, de abrirse a la necesidad del otro. Invertir el esquema y hacer de la patria una gran frontera. Un lugar de oscilación creativa entre lo propio y lo extraño. Entre lo que una comunidad tiene al mismo tiempo de propio y de extraño.

Tal vez la patria se esté jugando en cada muerto de cada barco hundido…

Fuente texto: infonews.com
Fuente imagen: nemet.com
Published in: on septiembre 8, 2015 at 1:04 am  Deja un comentario  

Dante Palma : La necesidad del fraude

La elección a gobernador de Tucumán estuvo marcada por algunos hechos de violencia y denuncias varias por parte de la oposición que, al momento de escribir estas líneas y escrutadas casi la totalidad de las mesas, estaba 14% detrás del FPV, resultado, por cierto, bastante similar al de las PASO celebradas hace apenas algunas semanas. Como sucedió en elecciones pasadas, funcionando en tándem, políticos opositores, redes sociales y medios tradicionales antikirchneristas buscaron instalar la sospecha sobre el resultado de la elección denunciando fraude. Tal instalación incluyó fotos trucadas, testimonios apócrifos, relatos y/o telegramas de alguna mesa donde el resultado fuera inverosímil y el hecho real de la quema de urnas en la que, por lo que se sabe hasta este momento, al menos algunos de los implicados serían militantes de la oposición. El recurso es tan antiguo como falaz pues una (supuesta) irregularidad en una/s mesa/s no alcanza para afirmar un fraude, esto es, una acción sistemática y de dimensiones relevantes como para modificar el resultado de una elección. Dicho de otro modo, en la Argentina hay fiscales tramposos, fiscales tontos y fiscales distraídos; también hay clientelismo político y punteros políticos peronistas, radicales y del Pro, pero la sumatoria de todo ello no alcanza para tan livianamente afirmar públicamente que ha habido fraude y, de ese modo, intentar quitar legitimidad al gobierno elegido sea del color que fuere.

Ahora bien, están quienes de forma aviesa, y como parte de una campaña sucia, intentan instalar la idea de fraude pero hay otros que creen, de buena fe, que ese fraude existió a tal punto que son capaces de convocarse en una plaza al día siguiente de la elección. Dicho esto, es sobre estos últimos que me gustaría posarme para hacer una reflexión en la que van a intervenir elementos morales, psicológicos y hasta una concepción de la verdad reñida con los principios democráticos.

fraude

Porque en sectores de la oposición argentina (sectores opositores “de buena fe”, digamos) hay una necesidad moral y psicológica de que exista fraude. Quizás incluso una necesidad vital, física, de fraude. Las razones son bastante atendibles pues desde hace casi una década consumen medios de comunicación que les dicen que la oposición es mayoría y que el fin de ciclo K es inexorable; interactúan en Internet con “amigos”, “foristas” y “seguidores” que creen representativos de la opinión pública y observan la existencia de una mayoría abrumadora que considera que el Gobierno está conformado por una casta de ladrones enriquecidos e hipócritas; y en las reuniones sociales con amigos y parientes no hacen más que confirmar cada uno de los juicios que se formaron con la inestimable ayuda de la línea editorial de los medios que consumen y son amplificados por las redes sociales. Como usted puede observar, no hago más que describir un entorno, y tanto opositores como oficialistas tienen entornos, de lo cual se sigue que el error no es tenerlos sino pensar que esos entornos son representativos de la totalidad de una sociedad moderna que, en tanto tal, supone una enorme diversidad.

Es más, si usted es oficialista, haga un experimento mental e imagínese qué puede pensar un opositor que observa que, a pesar de que todo su entorno (amigos, socios, parientes, y los medios que consume) profesa un rechazo visceral al Gobierno, cada vez que hay una elección, el FPV las gana.

Frente a ese escenario quedan tres opciones: a) el opositor pone en tela de juicio su sistema de creencias considerando la posibilidad de, al menos, revisar su perspectiva en relación al Gobierno; b) el opositor no revisa su sistema de creencias pero entiende que su entorno no es representativo del sentir de la sociedad argentina; c) el opositor no revisa sus sistema de creencias, sigue creyendo que su entorno es representativo y, por lo tanto, no le queda más que denunciar fraude. Evidentemente la tercera opción es la más cómoda porque tanto la primera como la segunda ponen en juego su subjetividad, su mirada sobre el mundo y la constitución de su propia identidad. En este sentido, que haya fraude se transforma casi en una necesidad vital, una necesidad tanto moral como psicológica y se trata de un capítulo más de la breve historia de difamaciones al adversario oficialista que se viene desarrollando en la última década en la Argentina, y una breve línea en la historia de la concepción de Verdad occidental desde Sócrates y Platón hasta la fecha. Pues a partir de la enseñanza de estos filósofos entendemos que la Verdad se escribe con mayúscula y es una sola, algo que entra en tensión con nuestras sociedades liberales en las que nadie nos dice que no creamos en la verdad pero se sostiene que dado que nadie tiene un acceso privilegiado a la misma, el Estado no puede tomar partido por una verdad en detrimento de otra. Lo cierto es que la concepción absoluta de la Verdad no da lugar a perspectivas o verdades relativas de modo tal que aquel que no concuerde con esa única Verdad tiene dos opciones: o es ignorante o es corrupto. Si a usted le parece exagerado, preste atención a los análisis que buena parte de la oposición política y comunicacional de la Argentina hace para tratar de comprender por qué el kirchnerismo gana elecciones hace 12 años y allí se topará con dos formas de entender a los votantes kirchneristas: los que votarían gracias a estar hipnotizados por el relato y por una épica que no sería más que una ficción, y los que votarían sabiendo que se trata de una ficción pero defienden al kirchnerismo por ser venales y beneficiarse económicamente con el modelo. El primer grupo sería el de los ignorantes, el de aquellos que no tendrían la capacidad de darse cuenta de que les están mintiendo. Allí se incluye a las clases bajas sin formación, a las juventudes formadas pero ingenuas en tanto juventudes y al resto del electorado que se deja seducir por su nostalgia setentista. En el segundo bloque se incluiría a los empleados públicos, a todo aquel pobre que reciba ayuda del Estado y aquel que por su desarrollo intelectual resulta más difícil aglutinar en el grupo de los ignorantes. En este último subgrupo aparecen los comunicadores con afinidad al modelo y los jóvenes formados, trabajen o no para el Estado. A estos no se les puede acusar de ignorantes pero se los acusa de corruptos tal como Platón acusaba a los sofistas en su época (más allá de que también los acusaba de ignorantes) cuando decidían cobrar por sus lecciones bajo la suposición de que el saber y la virtud eran enseñables. ¿Acaso no se está acusando solapadamente de corrupto a un medio cuando se afirma que se le da x dinero de pauta oficial o no se está acusando solapadamente de corrupto a quien apoya en líneas generales al Gobierno preguntándole cuánto cobra? ¿Por qué el dinero que cobra un periodista opositor no alcanza para explicar su posición opositora pero el dinero que cobra un periodista oficialista es suficiente para explicar su posición oficialista? ¿El dinero estatal corrompe pero el dinero privado no? La respuesta se apoya en la absolutista concepción de la verdad que se mencionaba algunas líneas atrás, esa concepción que no admite que pueda haber alguien ilustrado y digno moralmente, capaz de defender una política distinta de la que yo defiendo. ¿Esto significa que este gobierno y sus adherentes son incorruptibles y que todos los votos que recibe son parte de un ejercicio racional decidido sobre la base de toda la información relevante? No. El FPV, como el resto de los partidos, tiene actores y adherentes corruptos, y una parte de sus votantes probablemente lo elija por razones que a muchos nos resultarán triviales, inadecuadas o vergonzantes. Pero no hay ninguna buena razón, salvo una concepción absolutista de la verdad, para suponer que los corruptos y los ignorantes están de un solo lado, casualmente, siempre del lado en el que no estoy yo.

Fuente texto: recista veintitres

Fuente imagen : prolhumor.blogspot.com

Published in: on agosto 31, 2015 at 12:37 am  Deja un comentario  

Adriàn Murano : Lorenzetti y el poder permanente

El filósofo post marxista Ernesto Laclau resumió el problema con una provocación: “Si el presidente no es reelecto, los poderes tradicionales tienen una mayor posibilidad de conquistar por medios indirectos el poder, a través de la acción corporativa dentro de instituciones fragmentadas.”

Palabras más o menos, el pensador argentino sostuvo que el sistema de alternancia republicana debilita la representación popular y fortalece a los poderes fácticos, al punto de que los gobiernos terminan siendo meros administradores de las corporaciones, que poseen terminales permanentes en el Estado. La réplica usual –y atendible- al desafío de Laclau reza que la reelección indefinida abre la puerta a la tentación autoritaria. El riesgo es alto y hay consenso social en que, al menos en un sistema presidencialista, es correcto limitar la estadía de los mandatarios. Pero, ¿qué ocurre con el resto de los poderes?

Hace más de una década, el kirchnerismo le dio la chance de quedar en la historia como el presidente de la Corte que ayudara a terminar con esa vergüenza.
lorenzetti

En poco más de una década, Ricardo Lorenzetti pasó de modesto abogado de provincia a presidente de la Corte Suprema de la Nación. Sin antecedentes en los tribunales, un pacto político lo ubicó en el máximo tribunal en 2004. Hábil y ambicioso, en poco tiempo se alzó con la presidencia del cuerpo y este año, mediante una elección polémica, obtuvo su segunda reelección. Este fin de semana, el ministro realizó una gira mediática para recordarle a los argentinos que, aún después de la renovación presidencial, él seguirá donde está. “La Corte va a seguir, más allá de quién siga en el próximo gobierno”, dijo el cortesano, en una de las entrevistas que concedió este fin de semana.

Entre llamados a profundizar investigaciones de impacto mediático-electoral, reproches internos y proclamas evangelizadoras, Lorenzetti ratificó ante tres medios opositores que seguirá al frente de una de las organizaciones más permeables y colonizadas por los dueños del poder. Una institución degradad, donde abunda el tráfico de influencias, se comercializan fallos, los cargos se pasan de padres a hijos y se ostentan privilegios nobiliarios como la exención de impuestos.

Hace más de una década, el kirchnerismo le dio la chance de quedar en la historia como el presidente de la Corte que ayudara a terminar con esa vergüenza. No lo hizo. Por el contrario, operó y logró que sus colegas voltearan la reforma judicial. Aunque imperfecta, la norma era una oportunidad para empezar a cambiar un sistema tan obsoleto como injusto. No pasó. Una pena. El próximo gobierno, como advirtió Lorenzetti, deberá convivir con eso.

Fuente texto: infonews

Fuente imagen: serkocaricaturas.blogspot.com

Published in: on agosto 24, 2015 at 11:30 pm  Deja un comentario  

Alberto Dearriba : La mejor herencia

Para muchos argentinos la mejor herencia del kirchnerismo será la asignación para los chicos de los desocupados y para otros es la cobertura casi total de los mayores de 65 años. No faltan quienes entienden que el mejor legado es la política de Derechos Humanos. O la ampliación de derechos como el matrimonio igualitario y las reformas del código civil. Pero difícilmente todas esas transformaciones puedan competir con la reducción del desempleo que pasó del 22% en 2013, al 6% que midió el INDEC ahora.

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La hiperdesocupación generada por el neoliberalismo no sólo empobreció, sino que destruyó familias. Un desocupado crónico puede caer en conductas antisociales y en el delito. La tensión dentro de un hogar de desocupados genera una violencia que destruye los lazos afectivos. Un desempleado no sólo es pobre, sino un excluído.

En los 90, la Argentina cambió la hiperinflación de los 80 por hiperdesempleo. El alza de los precios fue frenada con la convertibilidad, pero al final del camino se llegó al cierre de industrias por la importación masiva y a que una cuarta parte de la mano de obra activa quedara en la calle.

En el nuevo siglo, con la defensa del mercado interno, del salario y del empleo, volvió la inflación, pero creció el nivel de ocupación. Las políticas de ajuste pueden frenar el alza de los precios porque la caída del salario reduce obviamente el consumo. La defensa del poder adquisitivo demostró efectos contrarios: más inflación, pero también más nivel de actividad y en consecuencia de empleo.

En medio de la crisis internacional, y especialmente por la caída brasileña ,se produjo un parate en la creación de empleo, pero las políticas anticíclicas del kircherismo impidieron un retroceso.

En los últimos tiempos la falta de estadísticas oficiales sobre la pobreza desató una polémica acerca de la cantidad de pobres que subsisten pese a que la Argentina haya casi duplicado su producto bruto interno en la última década. El Banco Mundial dice que en esa década la clase media se duplicó, lo cual implica que alrededor de 9 millones de pasaron de pobres a la clase media. Pero la Universidad Católica Argentina sostiene que casi el 29% de los argentinos son pobres. En verdad, no se entiende cómo puede haber aumentado la pobreza con mayor empleo y contención social.

Los primero a precisar es quién es considerado pobre. Porque el hecho de haber conseguido trabajo con un sueldo de 6 o 7 mil pesos no saca de la pobreza a un trabajador con dos hijos. Los 5 millones de personas que consiguieron trabajo desde 2003 no pasaron en bloque a la clase media. Tampoco los 2,5 millones de adultos mayores que accedieron a una jubilación mínima pese a no haber realizado los aportes correspondientes. Ni muchos menos los padres de los 3 millones de chicos que cobran la asignación universal. No dejan necesariamente de ser pobres los 700 mil jóvenes que reciben una ayuda para estudiar. O las madres que cobran otro subsidio por embarazo, ni los cooperativistas de los planes sociales. Todos pueden siguen siendo pobres, pero no hay dudas que mejoraron su situación.

Claro que existen bolsones de marginalidad, que no reaccionan a los estímulos oficiales. Quienes denunciaban la pobreza cuando los que hoy la agitan se callaban, no pueden silenciarla ahora. Son núcleos duros que exhiben los límites del modelo por razones no sólo económicas, sino culturales. Pero, sea como sea, el camino hacia la demolición de la exclusión social es sin duda la generación de empleo, seguramente la mejor herencia del kirchnerismo.

Fuente texto : infonews.com
Fuente imagen: lacampora.org
Published in: on agosto 22, 2015 at 10:30 pm  Deja un comentario  

Dante Palma: La verdadera »operación» en Twitter

En las últimas horas, sectores del oficialismo denunciaron una campaña sucia de Mauricio Macri contra Daniel Scioli en la red social Twitter. Más específicamente, el Jefe de Gabinete habló de un “ejército de trolls” orquestado para generar tendencias e imponer agenda en la opinión pública a través de la viralización de palabras clave e imágenes. Entre ellas se puede observar una foto de Daniel Scioli y Karina Rabolini en un hotel lujoso de la paradisíaca isla de Cerdeña y un video de unos vecinos increpando al actual Gobernador. Lo cierto es que la foto correspondía a la isla de Cerdeña pero era de un viaje que el candidato oficialista y su esposa habían realizado años atrás y el video en cuestión no era de 2015 sino de 2013. La situación recuerda un artículo de Pascual Serrano titulado “Venezuela y Twitter: la orgía desinformativa”, publicado el 17/2/2014 http://www.eldiario.es/zonacritica/Venezuela-Twitter-orgia-desinformativa_6_229987023.html , en el que el español analiza la campaña de desinformación y tergiversación que se llevó adelante desde Twitter en ocasión de un intento de desestabilización en Venezuela. Allí aparecían fotos de protestas, represión, y asesinatos de civiles en España, Chile y Siria, entre otros, que, sin embargo, fueron viralizadas como pertenecientes al presente de Venezuela. Incluso había una foto en la que aparecía un muchacho realizándole sexo oral a un conjunto de policías y que circuló como una demostración de las vejaciones a las que sometía la policía chavista a los estudiantes opositores. Sin embargo, Serrano mostró que aquella foto había sido extraída de un sitio web porno y que tal escena pertenecía a una película porno gay.

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Juan Courel, secretario de Comunicación Pública de la Provincia de Buenos Aires, dio más precisiones y denunció que el 36% de las cuentas que siguen a Mauricio Macri son falsas, cuentas robots, o inactivas, pero están allí para generar, a través de un sistema de reenvíos constantes, la instalación de los “trending topics” o “tendencias”; y que un porcentaje similar se hallaría en cuentas como las de María Eugenia Vidal y otros dirigentes del PRO.

Tal situación no debe sorprender pues, ya en el año 2010, el periódico Miradas al Sur había denunciado la existencia de una agencia de marketing político liderada por Carlos Souto, encargada de congestionar los llamados a las radios e intervenir en las redes sociales atacando a referentes o acciones que llevara adelante el gobierno nacional. Este “grupo de tareas virtual” también actuaba contra ciudadanos comunes pues aquel usuario que vertiera opiniones en favor del gobierno o en contra del Grupo Clarín recibía inmediatamente una andanada de mensajes violentos y hasta intimidatorios para que cada vez que decida escribir lo piense dos veces.

Ahora bien, más allá de estas particulares y tóxicas batallas virtuales, la verdadera y más profunda “operación” no es la que sistemáticamente y con cada vez más peso pueda llevar una agencia de publicidad sino la instalación, desde los medios dominantes y los soportes tradicionales, de la idea de que las redes sociales son un termómetro de la sociedad, un espacio representativo del sentir del pueblo. Esa es la verdadera “operación” porque el crédulo no se da cuenta que las redes sociales hoy son la amplificación de la agenda e intereses de los medios tradicionales y que el círculo se cierra cuando los medios tradicionales toman “la voz” de las redes sociales para confirmar la agenda que ellos mismos instalaron. El formato es recurrente: el diario lo pone en los titulares a la mañana, la radio lo reproduce en las horas que siguen, las redes lo comentan y a la noche la TV lo refuerza con imágenes y citando a 4 o 5 protoperiodistas tercerizados o, simplemente, a un par de idiotas útiles con una cuenta en Twitter. Así, el silogismo es que las redes sociales están hablando de esto y si las redes hablan de esto debe ser porque la sociedad entera está hablando de esto y si la sociedad entera está hablando de esto es porque el tema es de relevancia para la opinión pública. Sin embargo, una red social donde alcanza con 3000 o 4000 repeticiones de una palabra para generar tendencia no es representativa de la sociedad sino el juego onanista de un sector pequeñísimo, ABC1, con acceso a determinados bienes y donde por mínimas dosis de buena información e intervenciones inteligentes, se pueden observar cantidades ingentes de cinismo, estupidez, violencia y, sobre todo, en nombre de la velocidad, un profundo y visceral desprecio por la palabra.

Fuente texto: diario registrado.

Fuente imagen: marketerosnocturnos.com

Published in: on agosto 20, 2015 at 5:25 am  Deja un comentario  

Demetrio Iramain :Otra prórroga para el fin de ciclo

La libertad de prensa a la argentina produce a menudo escenas pavorosas. Que Macri o Massa interpreten los resultados de las primarias de un modo demasiado alentador es, si se quiere, esperable. Y hasta entendible. Pero que los analistas de los medios hegemónicos tergiversen alevosamente los guarismos de manera que devuelvan una realidad absolutamente afín a potentes intereses económicos, y divergente de la verdad de los números, escapa a toda racionalidad. De los candidatos, se entiende; de los editorialistas mediáticos, indigna.

Para empezar, entonces, diremos una obviedad, pero que viene al caso. Si para Clarín y La Nación, Vidal fue la revelación de la jornada electoral porque resultó la candidata más votada en la provincia de Buenos Aires (8.2 puntos por encima de Aníbal Fernández), qué tendrían que decir de Scioli, que fue el más votado en todo el país (superó por 14.2 puntos al todavía alcalde porteño). Y de Máximo Kirchner, sin dudas el candidato provincial más bastardeado de todo el proceso electoral y que en su debut en las urnas alcanzó él solo el voto de casi la mitad del padrón, enfrentando a propios y extraños, y a una alianza con fecha de vencimiento y sin proyección alguna en el escenario nacional.

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En la forzada interpretación de los resultados arriesgada en los medios que ya sabemos, el clan Magnetto no divide los votos de Cambiemos a nivel nacional (se los asignan todos aritméticamente a Macri, en una alquimia difícilmente transportable a octubre), con la misma alevosía que divide las voluntades del FPV en Buenos Aires (al vencedor Fernández no le suman los votos reunidos por su contrincante, Julián Domínguez). Naturalmente, con Máximo fue aplicada la ecuación inversa a la de Vidal.

Aunque diga todo lo contrario, la derecha sabe que la fotografía de las PASO proyecta un triunfo del FPV en primera vuelta. De ahí el próximo desafío:promover una especie particular de renunciamiento histórico entre los aspirantes de la oposición, que mejore sus chances. Aunque, ¿quién debería ceder en ese caso? ¿Vidal y Massa, o Macri y Solá? ¿Ninguno? ¿O cuál otra combinación? Sería un precio demasiado alto para los que promueven una “nueva política”.

El resultado del domingo, si bien claro aunque todavía no concluyente, le impone, al mismo tiempo, un reto al oficialismo: redoblar esfuerzos y sólo confiar en la organización, la capacidad de la palabra, la destreza para la argumentación y el convencimiento, en fin: la militancia. El notable desempeño de los candidatos de La Cámpora en la provincia de Buenos Aires y en Santa Cruz (ya había ganado en Ushuaia), demuestran el enorme mérito del trabajo territorial, que cuando está bien hecho, es paciente y obstinado, logra vencer la atroz campaña de estigmatización sufrida durante años contra sus militantes y dirigentes.

Por lo demás, el cansancio intrínseco que supone el ejercicio del poder gubernamental deja huellas. Sin embargo, existe otra razón todavía más notoria para advertir por qué el oficialismo no alcanzó el mismo caudal que en 2011: Cristina no es Scioli. El gobernador de Buenos Aires es sin dudas parte del complejo entramado político, social y cultural que representa el kirchnerismo, pero no su síntesis más acabada, que sigue siendo la presidenta. El candidato del FPV, en cambio, sí es la más lograda expresión que podía dar el proyecto nacional y popular para la actual encrucijada que atraviesa la alternativa emancipadora que transita la región. En tal sentido, la elección del domingo representó un compendio de lo que ocurre en América latina desde hace 10, 12, 15 años. Lo nuevo que no acaba de nacer y lo viejo que no termina de morir, aunque recargado: las aventuras golpistas en Brasil, Ecuador y Venezuela, más las habituales campañas desestabilizadoras y/o destituyentes en nuestro país, quizás sugieran cierta moderación y ampliación de consensos.Para que se entienda: el capítulo argentino de ese proceso tal vez esté reclamando un candidato que asegure el logro simbólico y cultural del Fútbol para Todos (por citar un solo ejemplo), pero que interpele y contenga al ciudadano que no se hace cargo de la lucha política que implica ese beneficio.

Un presidente que mantenga el ciclo de transferencia de ingresos hacia los sectores más postergados, pero que articule con eficacia al espectro conservador que no tiene “conciencia para sí” de la afectación de intereses que supone la distribución de riquezas. Ese hombre es Scioli, y su límite es su compañero de fórmula. Mérito para Cristina que advirtió el dilema, lo resolvió a tiempo, y que con el resultado puesto del domingo confirmó su capacidad como jefa política del espacio nacional y popular.

Después de 12 años en el ejercicio del poder político, terminando el tercer mandato consecutivo, el FPV mantiene su potencia y vitalidad electoral, y su conductora concentra una imagen positiva como ningún otro presidente constitucional al terminar su mandato. Sin embargo, ese mérito no alcanza para cerrar la discusión ni potenciar los rasgos más progresistas del espacio.

Mientras La Cámpora da el batacazo, Scioli parece contraerse en la cima. Previsiblemente, el candidato del FPV se volverá aún más conservador para contener (y atraer) al electorado independiente, de centro, cuyo aporte podrá resultar definitorio en octubre. Es lo que mejor sabe hacer.

En el mientras tanto, el kirchnerismo cultural, cool, tendrá tiempo y oportunidad de madurar lo inexorable, que el domingo quizás se resistió a hacer: no dar más vueltas y votar por la continuidad del proyecto nacional en la fórmula electoral que supo conseguir. ¿O qué creen que está haciendo allí Carlos Zannini? Esa adaptabilidad electoral del kirchnerismo, hija de la maquinita de mandar que es el peronismo, resulta imposible de descifrar desde afuera. No basta con pronunciar un discurso que abreve en sus consignas de superficie, dictadas de apuro por la pantalla del teleprompter. El kirchnerismo es una creación histórica, única, singular, con enunciaciones ideológicas en permanente reelaboración. Sus políticas son el genuino producto de sus circunstancias. De ahí su potencia inigualable. Ya lo dijo Caetano Veloso, “si tenés una idea increíble es mejor que hagas una canción. Está probado que sólo es posible filosofar en alemán”. El kirchnerismo quizás sea exactamente eso: la canción nacida de una idea increíble, en un país que no deja de ser burgués. Para filosofar en alemán está Durán Barba.

Fuente texto: infonews

Fuente imagen : diarioregitrado.com

Published in: on agosto 15, 2015 at 11:56 am  Deja un comentario  

Hernán Brienza : Contra el reino de la «Zaraza»

Sin la palabra no hay política. No hay posibilidad de persuasión. Ni de debate. Sin la palabra sólo resta la fuerza, la brutalidad, el dominio. No hay espacio público, común, del pueblo, sin la elaboración de un discurso, de la argumentación. Sin la palabra no hay Democracia. Y sin argumentación no hay verdad posible. Hace muchos años que sabemos que la única verdad no es la realidad. Sabemos, en cambio, que la única verdad es la argumentación que mayor grado de verosimilitud tiene con lo que perciben nuestros sentidos colectivizados. Ni siquiera los Medios de Comunicación, que son «monstruos grandes que pisan fuerte», pueden construir una realidad sin una argumentación sólida –lógica, criteriosa, fundamentada con datos, sensible- que convenza a las mayorías. Donde no hay palabra hay magia, afecto o violencia, elementos incluidos en la política, pero que no constituyen la política. Pero donde hay palabra, hay también mentira, bastardeos, asesinatos de la verdad argumentada.


El Kirchnerismo fue el gran argumentador de la política argentina de los últimos años. Y quizás de la democracia argentina nacida en 1983. Raúl Alfonsín, Carlos Chacho Álvarez, la primera Elisa Carrió, emergieron como grandes «usadores» de la palabra. Cristina Fernández de Kirchner es, tal vez, la figura política que más ha utilizado la argumentación como forma indubitable de hacer política. Nadie como ella ha llenado el espacio público de «verdades» construidas a fuerza de lógicas, datos, narraciones, conceptualizaciones. Daniel Scioli, por ejemplo, crece como figura política, justamente, cuando argumenta, cuando sale de los lugares comunes de lo establecido. Y su mujer, Karina Rabolini, debería hacer oír un poco más su voz en el espacio público. Retintinean formas argumentales interesantes en su estilo de hablar «quedito», como dirían los mexicanos.


La argumentación no es lo mismo que el discurseo, el palabrerío, la «zaraza». La argumentación es definición, descripción y persuasión. La Palabra pierde su contenido vanamente estético, su utilidad comunicacional, para convertirse en herramienta que transforma las voluntades propias y ajenas.

Quien argumenta no miente. En todo caso puede estar equivocado o puede tener una visión de la realidad que uno no comparte. Pero la argumentación es el último refugio de aquellos que creen que la verdad es asequible. ¿Por qué razón se cree que la oposición odia las cadenas presidenciales? Porque frente a la argumentación del otro quedan desnudas las mediocridades propias. ¿Por qué creen que Mauricio Macri prometió no utilizar las cadenas presidenciales si llegara a ganar las elecciones? Porque Macri no argumenta, «zarazea». Hoy dice una cosa, mañana la otra.

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Le da lo mismo enunciar privatizaciones o nacionalizaciones, ajustes o redistribuciones, porque su reino no es el de la política. Es el de los intereses económicos. Importa la acumulación de riquezas y el dominio. Aún cuando haya moderado las formas en que piensa el clivaje represión/consenso. Macri, como Carlos Menem, podría subir a un atril y confundirse de discurso. Porque para él la política –en su forma última- no es persuasión sino imposición. Por eso se puede mentir, engañar, no argumentar para que se lo vote. Quien no argumenta desprecia el espacio público. Desprecia a las mayorías, cree que no es necesario convencerlas, que basta con engañarlas.

Contrariamente a lo que podría pensarse, el Periodismo es un gran argumentador. Y los Medios de Comunicación son el espacio donde las argumentaciones se ponen en juego. No en vano el Kichnerismo disputó cara a cara con la prensa opositora: porque comprendió que había más argumentaciones allí que en cualquier otra plaza pública.
Me refiero a construcciones ideológicas, culturales, valorativas. Claro, que Clarín Miente, claro que algunos de sus periodistas más efectivos no dicen verdades y hacen acusaciones falsas y operaciones políticas. Pero también es cierto que mientras los políticos de la oposición «zarazean», es en los Medios de Comunicación donde se gestan las argumentaciones a favor o en contra de las medidas de gobierno. 

Acostumbrados a marcar la cancha a los políticos, los periodistas se sienten amenazados cuando el poder político argumenta. Prefieren que se los persiga, que se los censure, se los amenace, se los mate, pero odian que se los contra-argumente, que se los deje en ridículo, que se les muestre sus contradicciones y sus miserias. A los políticos, digamos la verdad, también los pone en jaque cuando el periodismo argumenta.

El problema comienza cuando el espacio público se convierte en el «Reino de la Zaraza», cuando las obviedades, las generalidades, los lugares comunes toman por asalto el espacio público. «Lo hacemos entre todos», «cambiar lo malo y dejar lo bueno», «daremos soluciones concretas a los problemas específicos», «los argentinos tenemos que estar unidos», «hay que mirar al futuro y no mirar tanto al pasado», «lo importante es el cambio». Estas frases no dicen absolutamente nada. Nadie puede estar en contra de «cambiar lo malo y dejar lo bueno». Es una bobada supina. ¿A quién se le puede ocurrir lo contrario, es decir, «cambiar lo bueno y dejar lo malo»? Por favor, un poco de explicación: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? No hay nada más estúpido que el «cambiar por cambiar»: ¿qué quieren cambiar? ¿Para qué? El cambio por el cambio mismo es una propuesta de orates. 

La forma más brutal de la «zaraza» es la mentira. La denuncia sin pruebas es la perla del «zaraceo». Porque bastardea la lógica de la Palabra. Utiliza toda la fuerza de la argumentación para rubricar una mentira. Y obliga a enredarse en explicaciones para desactivar una falsedad. Siempre gana la duda, la denuncia, la acusación. Porque genera un espacio de incertidumbre allí dónde no existía esa problemática. Quien denuncia siempre gana. 

Esto bien lo sabe Elisa Carrió, la gran bastardeadora de la política argentina. Huracanes falsos, pariciones ficticias, asesinatos inventados, ensuciamientos gratuitos, denuncias incomprobables, comparaciones absurdas, forman parte del menú de ataques al espacio público por parte de la titular del ARI y una de las espadas comunicaciones fundamentales de la oposición y el Grupo Clarín en su estrategia de devastación de la democracia argentina. 

¿Por qué devastación? Sencillo. Carrió es como el protagonista del cuento ruso Pedro y el Lobo, aquel del niño que vivía anunciando falsamente la llegada del Lobo hasta que anestesió a los pobladores. En su delirio paranoico ya anunció las peores tormentas sobre la Argentina. Nada de eso ocurrió, obviamente. No hay una sola denuncia de Carrió que haya sido confirmada con absoluta certeza. Paradójicamente, sus mentiras minan la credibilidad sobre los riesgos que corre el espacio público.

Parece una exageración. Pero el espacio público debería ser relativamente resguardado. No se trata de creer que es un lugar de simple racionalidad y asepsia. La afectividad también es parte de la argumentación. Pero no deberían serlo la estupidez y la mentira adrede. La elección en las PASO de hoy es fundamental no sólo por el resultado inmediato sino también por la definición de la calidad de nuestra democracia.

Fuente texto : infonews.com

Fuente imagen:prolhumor.blogspot.com

Published in: on agosto 9, 2015 at 6:13 pm  Deja un comentario  

Horacio Gonzàlez : Ideología del set

Set es una polifacética palabra de tres letras. Pero su pegajosa consistencia la hace una palabra escurridiza. Se utiliza en informática; es también el nombre de una deidad egipcia, es familiar para los adictos al tenis, y habitualmente nos hemos acostumbrado a llamar así al piso donde se realizan las filmaciones de televisión. Pero también decirle “piso” al estudio de televisión entraña cierto forzamiento, pues implica un nombre genérico para denominar una cosa muy específica. Así, una palabra de significado múltiple, se transforma en una palabra singularizada. Rápida y ufana transferencia. La aceptamos como lo hacemos con toda clave que identifica el lenguaje notorio de un grupo profesional específico. Pero ya sea que digamos set o piso, entendemos que se trata de un territorio ilusorio, donde el tiempo se da de manera evanescente y se sostiene con un juego dramático de reglas que a todo televidente le aparecen obvias. Pero no lo son. Dicho de otro modo, son los soportes cifrados para aludir a los estudios de televisión, que mantienen la ilusión de la obviedad y son lo más difícil de desentrañar respecto de qué realidad representan o aluden. La palabra estudio no ha desaparecido, pero ha resignado en mucho la clave que le permitía explicar más la lectura de un libro sobre Keynes, que la fuente emisora de un programa de televisión.

Lo que nos faltaba saber es que desde ahora la expresión set puede tornarse una medida moral, una cápsula de investigación de las vidas con un enorme poder sancionatorio. El set ya era un tribunal que impartía justicia rápida, proporcionaba breviarios morales y proponía la palabra escándalo para diseminarla sin límites, a partir de un astuto doblez. Pues con este recurso al mismo tiempo que se condenaba la sordidez y el despropósito, también se los promovía. Todo lo que cayera en sus dominios: corrupción política, infidelidad conyugal, crímenes públicos o privados, accidentes minúsculos o mayúsculos, abigeato nocturno, extravíos pasionales o prodigios de la naturaleza animada o inanimada (“créase o no”), se convertía en una materia prima que para proliferar se basaba en un doble atractivo. Por un lado, la pérdida de la noción de prueba, lo que inauguraba un nuevo período en la historia de las comunicaciones de masa, pues la sola visibilidad ya se constituía en un contrato de creencia. Por otro lado, la anulación de las cadenas de causalidad, esto es, toda imagen en tanto más virulenta se presente y con mayor potencia conmocional, reclamará menos verificaciones conceptuales, históricas o experienciales.

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A esto se le agrega la inversión de la amenaza, puesto que si la sospecha generalizada lograra extenderse sobre todos –pues cualquiera puede ser acusado de asesinato–, el dispositivo acusador recurre permanentemente a una hipótesis extrema, cuyo sabor intimidatorio se extrae de remotos tácticas terroristas: “Me quieren matar”. El mundo escindido que así se traza entre asesinos denunciados y denunciadores perseguidos tiene alcances muy amplios, y se convierte en un recurso básico de lo que llamamos “la ideología del set”. Es cierto que esas escenas de estudio televisivo tienen diversos valores y perspectivas, y cada una puede debatir con las demás, siendo por otro lado, sumamente heterogéneas. Pero hay un punto encumbrado del set, cuando prefigura escenas de enjuiciamiento y consigue arribar a sus máximos triunfos. Los volvemos a indicar. La capacidad de volcar su energía basada en la omisión de prueba, en la anulación de los nexos de causalidad y en la acusación del acusador respecto a su propia muerte prefigurada. Todos estos materiales contienen un condimento explosivo que se muestra también en la facilidad del set para anexar domicilios particulares que son prolongaciones de su ideología y aparecen como su validación postrera.

Este es el caso del domicilio de la doctora Carrió, que por un lado fue percibido de inmediato como un local de filmación de los dichos de un criminal (y esto fue así porque es un domicilio escénico, es un conocido apartamento que pertenece de manera inmanente a la red tentacular del set), pero como luego se dijo, todo lo registró un escribano, y sin dejar de llamar la atención el modo en que el set englobó o confiscó un domicilio particular, la materia que se promovía esencialmente, que era la culpa del Estado, necesitaba de esa alianza entre el lugar de emisión oficial y el lugar de emisión conexo. Y necesitaba, sin duda, que todo esto se sepa. Porque el motivo de esta alianza entre el set público y el set particular, es redoblar la idea central que sostiene: la idea del asesinato de Estado, o del Estado asesino. Esta es una variante eminente del más avanzado confín del individualismo capitalista cuya residencia no es pública ni privada (está más allá del canal, más allá del hogar), sino que la encontramos en su propio cuerpo terrenal rimbombante, simbólicamente nutrido de una única materia: la justicia con supresión de prueba y el mundo cotidiano con su espesura aniquilada y expulsada de la causalidad compleja.

Aquellos cuerpos son sostenidos enteramente por dentro y por fuera por la inmediatez visual, o mejor dicho, por una impetración visual. Porque ya no sólo es la imagen en su reiteración serial que se universaliza sin escalas. Sino que es la imagen convertida en plegaria y solicitación. Ya no sólo es la insistencia. Sino la imagen como rezo. Pero un rezo que toma de éste más la reincidencia ritual que la rogativa íntima; es un rezo no para la salvaguarda común sino para imputar lo más grave y a la vez lo más inverosímil. Y así ir demoliendo los obstáculos que los atinadamente incrédulos oponen a estas devastaciones mentales.

Sobre todos estos ingredientes se halla instalado al reinado del poder de lo Unico, de ese signo persecutorio de la operación visual que ya es probatoria por el mero hecho de su performance exhibicionista. Dictamina culpabilidades por el solo hecho de exteriorizarse. Es el gesto catastrofista heredado del gran folletín, por el cual está vigente una conspiración (una “hidra”, se decía en los viejos tiempos de la guerra fría) que reclama del comunicador salvador y de la hechicera advertida, para nuestro rescate. Pero por esta vía alejan cada vez más al mundo social real del reconocimiento y solución de muchos de los problemas que denuncian. Al compás de los mandobles de sus fantasmagorías, la existencia concreta se desmaterializa y se hace culpa. La ideología del set menciona reales problemas. Que no los jerarquiza adecuadamente ya lo sabíamos; ahora también sabemos que en cada uno de sus señalamientos, los problemas se convierten en sustancias mágicas que se alejan de la conciencia ciudadana. Tanto más postula sus enmiendas morales, la ideología del set se aproxima al despeñadero de la demagogia, a la alucinación de los vanidosos y a los embrujos de utilería.

Fuente texto: página12

Fuente imagen: mujeresenred.net

Published in: on agosto 8, 2015 at 6:51 pm  Deja un comentario  

Enrique Lacolla : El ataque contra Aníbal Fernández

Las operaciones de prensa y el vacío de ideas de las campañas electorales son un ataque a la política. El pistolerismo de la mentira entra en este orden de cosas y ha vuelto a cebarse en un miembro expectante del gobierno nacional

La escualidez de la campaña previa a las PASO es superlativa. El FPV no sale mal parado, después de todo, pues su labor de gobierno es un argumento en sí mismo: se la evalúe como se la evalúe, está ahí y es un testimonio elocuente. La oposición en cambio no parece disponer de recursos ideológicos: en la última etapa de la campaña inclusive pasó a tomar como propios algunos eslóganes del gobierno. Este, sin embargo, mal que bien los ha corroborado con su acción práctica y con hechos concretos, mientras que en el arco opositor –en el provisto de cierta posibilidad de llegar al poder, al menos- sus personeros arrastran una historia que los coloca precisamente en las antípodas de las consignas que de pronto han adoptado. ¿Quién puede creer en la sinceridad de Macri cuando anuncia que no privatizará Aerolíneas Argentinas o YPF y mantendrá el carácter estatal de las jubilaciones?

Pero una cosa es la inexistencia de propuestas que los candidatos opositores evidencian en sus spots televisivos –armados en torno a generalidades que no significan nada- y otra son las operaciones mediáticas como la lanzada contra el jefe de gabinete y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández. Esta es una canallada pura y simple, tan torpe que sólo puede encontrar explicación en la necesidad de hallar un misil publicitario que supla la falta de propuestas con el estampido atronador de una denuncia sin fundamento, fabricada a partir del testimonio de un asesino convicto y confeso y carente, por lo tanto, de la más mínima credibilidad. Todo está en aturdir al público, para que quienes se inclinan a votar al candidato Fernández se acerquen a las urnas en un estado de desconcierto que puede inducirlos a no votar, votar en blanco o votar al otro candidato en la interna del Frente para la Victoria. Si hubo o no complicidad de parte de este en la maniobra es un asunto que no podemos dilucidar, como tampoco podemos saber si Clarín no aprovechó la costosísima publicidad que Julián Domínguez entregó a ese periódico para lanzar en ese momento la bomba que venía preparando y estimular así la discordia en el enemigo.

Una vez más el operativo organizado por el grupo Clarín ha puesto en escena a sus operadores de siempre. Jorge Lanata y Elisa Carrió se destacan en el enjambre de periodistas o de personalidades políticas que cultivan la denuncia irresponsable como expediente de acción fundamentado en el escándalo. Ambos tienen características que los emparentan, más allá de la obesidad que los distingue. Los dos están poseídos por un egotismo insaciable, que demanda la atención pública en forma constante y de una soberbia que les hace despreciar a todos cuantos no se pliegan servilmente a sus dichos y no los reconocen en su presunta calidad de denunciantes implacables o profetisas. La Carrió es una sentina de obscenidades: su capacidad para mezclar mentiras con verdades, profetizar catástrofes y tirar porquería a diestra y siniestra es inagotable. Con su tono suficiente, sus guiños que pretenden establecer una conexión entre ella y “los que saben”, su arrogancia y la impavidez con que destila sus venenos resulta una figura sorprendente. Sorprendente, más allá de su brillantez profesional, no tanto por sus rasgos –que en cualquier particular resultarían insoportables- sino por el lugar que el sistema le concede y por la condescendencia con que este la arropa. Desde luego, Carrió es funcional al establishment y mientras sus desatinos sean útiles puede estar bastante segura de su impunidad. La última travesura cometida en el caso del embate contra el Dr. Fernández, sin embargo, la pone en evidencia de una manera particularmente desdorosa. La jefa del ARI y precandidata a presidenta de la república por Cambiemos en las PASO, brindó su casa para que uno de los denunciantes del jefe de gabinete –un ex policía al que se sospecha vinculado a la mafia de los medicamentos- formulara sus declaraciones. Curándose en salud, la diputada dio testimonio del hecho en un acta notarial refrendada por un escribano, pero la Dra. Carrió se cuidó bien de hacerla pública hasta que aparecieron unas fotos que, ¡oh sorpresa!,  demostraban ese “detalle”…

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En cuanto a Lanata, ¿qué se puede decir? Seguirá fiel al perfil de denunciador profesional y de cultor de sí mismo que adoptó desde los inicios de su carrera y que al principio sedujo a muchos.[i] “Audacia, siempre audacia” decía Dantón en pleno torbellino de la revolución francesa. Pero como estos no son esos tiempos sino más bien los del vaciamiento de la política y de la licuación de las ideologías, el exuberante Lanata solo puede ocupar el perfil de un bochinchero del escándalo. De aquí a octubre seguramente va encontrar o, mejor dicho, buscar, muchas ocasiones para ejercer sus cualidades.

Las elecciones del domingo suministrarán un indicio muy fuerte de lo que pasará en octubre. No creo que haya otra opción que apoyar la fórmula Scioli-Zannini. El espectro opositor es horrible: va desde el oportunismo más descarado a la hipocresía más detestable. El fondo de la cuestión es claro: se vota por una vuelta a los 90 o se lo hace por el mantenimiento de un proyecto que, con todas sus insuficiencias, posee al menos una orientación nacional, socialmente equitativa y soberanista. Estos aspectos, empero, deberán ser atendidos con un vigor que se ha echado en falta hasta ahora. Se trata de mantener, pero también de profundizar, esas tendencias, para arraigar al modelo sobre bases más firmes que las que lo han sostenido hasta ahora. El espectáculo que nos rodea en América latina no es tranquilizador. La situación en Brasil y Venezuela –los principales pilares, con Argentina, que protagonizaron la tentativa integradora de la última década- es de una fragilidad extrema. De modo que una gestión que evada la retórica pero que, de manera no ampulosa, se oriente hacia la progresividad fiscal y la regulación de la especulación financiera, fomentando la industrialización y el empleo apelando a fuentes de financiación alternativas si no se termina de acordar con quienes atan y desatan los cordeles de la bolsa en el centro mundial, será un expediente indispensable si queremos subsistir como entidad soberana. Esperamos que la fórmula presidencial del FPV reúna esas aptitudes.

Fuente texto: enriquelacolla.com

Fuente texto: anibalfuente.blogspot.com

Published in: on agosto 5, 2015 at 11:14 pm  Deja un comentario  

Letras nuevas para derechos ganados

Desde hoy, la vida cotidiana argentina se rige por nuevas normas. Después de 144 años y 7 meses, el Código Civil de la Nación, redactado por Dalmasio Vélez Sarsfield, dejó paso a un texto elaborado por una Comisión Redactora de más de 100 juristas de todo el país. El nuevo texto, que unifica el Código Civil y el Comercial, se convirtió en ley en octubre de 2014, tiene 2671 artículos (los Códigos anteriores superaban, sumados, los 4500 artículos) y los divide en seis libros, con una redacción que incorpora nuevos derechos adquiridos. ¿Qué cambia? Todo lo que se modificó la vida social en casi dos siglos en cuanto se pueda imaginar de la vida de todos los días: la vida matrimonial y familiar, con sus cambios de configuración, integrantes, y estilos, que incluye la institución de la unión convivencial; los modos de divorciarse, la posibilidad de testar, de adoptar; la fertilización asistida; la regulación de contratos, sociedades comerciales y derechos de los consumidores; la protección del medio ambiente; el derecho a la imagen, las decisiones sobre nombres.

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– Matrimonios y algo más: El nuevo Código refiere como “futuros cónyuges” a quienes van a casarse, con lo que no hace distinciones entre mujeres y varones e incorpora el concepto de matrimonio igualitario, establecido en 2010, con la sanción de la Ley 26.618. El “proyecto de vida en común basado en la cooperación, la convivencia y el deber moral de fidelidad” define la unión matrimonial. Los cónyuges “se deben alimentos entre sí durante la vida en común y la separación de hecho”. Antes del enlace, pueden realizarse “convenciones matrimoniales” para establecer “la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio”, “la enunciación de las deudas”, “las donaciones que se hagan entre ellos” y “la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales” previstos en el Código (comunidad de ganancias o separación de bienes).

El Código también reconoce las “uniones convivenciales”, basadas “en relaciones afectivas de carácter singular, pública, notoria, estable y permanente de dos personas que conviven y comparten un proyecto de vida común, sean del mismo o diferente sexo”. Para registrarlas, sus integrantes deben haber superado los dos años de convivencia; las parejas registradas en esta categoría también pueden adoptar.

– Todas las familias. La adopción, cuyo régimen jurídico se simplifica, es definida en función de la protección “del derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse en una familia que le procure los cuidados” que su familia de origen no pueda proporcionar. Se rige por “el interés superior del niño” y establece “la preservación de los vínculos fraternos” y “el derecho a conocer los orígenes”, por lo que la ley garantiza el acceso al expediente de su trámite de adopción. Pueden adoptar las personas mayores de 25 años.

El capítulo sobre “progenitores e hijos afines” se refiere a familias ensambladas, e indica que los progenitores afines deben “cooperar en la crianza y educación de los hijos del otro, realizar los actos cotidianos relativos a su formación en el ámbito doméstico y adoptar decisiones ante situaciones de urgencia”, sin que el padre o la madre vea afectados sus derechos como tal.

Por otro lado, desde hoy, la patria potestad cambia su nombre por el de “responsabilidad parental”, un concepto en línea con el reconocimiento de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho. El texto considera “menor de edad” a quien no cumplió 18 años, y adolescente, a quien tiene entre 13 y 18.

– Nuevas vidas, más fácilmente. El divorcio será más sencillo que hasta ayer. Por empezar, se otorga “judicialmente a petición de ambos o de uno solo de los cónyuges”, algo que deriva en el acuerdo de un “convenio regulador” (“atribución de la vivienda, la distribución de los bienes y las eventuales compensaciones económicas entre los cónyuges”, además de derechos y obligaciones sobre los hijos en común y las prestaciones alimentarias). Quien a consecuencia del divorcio sufre “un empeoramiento de su situación”, tiene derecho a una compensación, que puede ser renta, usufructo de bienes o alguna otra solución “que acuerden las partes o decida el juez”.

– En nombre propio. El nuevo Código dispone que, aun cuando una persona esté “internada en un establecimiento asistencial”, se presume el ejercicio de la capacidad jurídica, por lo que “deben priorizarse las alternativas terapéuticas menos restrictivas de los derechos y libertades”. La internación de una persona sin consentimiento sólo es posible si lo recomienda un equipo interdisciplinario; debe estar controlado judicialmente y durar “el tiempo más breve posible”. Una persona sí puede dejar “directivas médicas anticipadas” sobre su salud “y en previsión de su propia incapacidad”; esa declaración puede ser revocada cuando lo desee, pero si implican “prácticas eutanásicas se tienen por no escritas”.

La disposición sobre el propio cuerpo encuentra un límite: no se permiten las intervenciones que “ocasionen una disminución permanente de su integridad o resulten contrarios a la ley, la moral o las buenas costumbres, excepto que sean requeridos para el mejoramiento de la salud de la persona, y excepcionalmente de otra persona”. Está prohibida, además, “toda práctica destinada a producir una alteración genética del embrión que se transmita a su descendencia”.

A una persona no se le pueden poner más de tres nombres –técnicamente, “prenombres”–; ninguno puede ser un apellido o el de un hermano vivo. No se pueden inscribir nombres “extravagantes”, pero sí “aborígenes o derivados de voces aborígenes autóctonas y latinoamericanas”.

El cambio de nombre o apellido “sólo procede si existen justos motivos a criterio del juez” que, por ejemplo, puede admitir como tal cosa un seudónimo “cuando hubiese adquirido notoriedad”. Por otro lado, “se consideran justos motivos, y no requieren intervención judicial” los cambios vinculados a la identidad de género o “por haber sido víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o alteración o supresión del estado civil o de la identidad”.

– Un mundo en común. El derecho individual sobre un bien está limitado por el bien común. Su ejercicio “no debe afectar el funcionamiento ni la sustentabilidad de los ecosistemas de la flora, la fauna, la biodiversidad, el agua, los valores culturales, el paisaje”, entre otros. Lo mismo sucede con “las normas que regulan las relaciones de consumo”, que deben interpretarse “conforme con el principio de protección del consumidor y el de acceso al consumo sustentable”.

La publicidad engañosa está prohibida, por lo que un consumidor puede solicitar judicialmente que deje de divulgarse o que el anunciante se rectifique. Todo cuanto anuncie un aviso se considera incluido “en el contrato con el consumidor” y genera obligación. “Los proveedores deben garantizar condiciones de atención y trato digno a los consumidores y usuarios”. El nuevo Código también regula “contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales”.

Hay, además, regulación de la “responsabilidad colectiva y anónima”: si un grupo “realiza una actividad peligrosa para terceros”, todos ellos son responsables por el daño causado; lo mismo sucede, por ejemplo, “si de una parte de un edificio cae una cosa” o es arrojada, de modo que todos los habitantes deben responder solidariamente. En todos los casos, “sólo se libera quien demuestre que no participó”.

Fuente texto: `pàgina12

Fuente imagen: revistaotroviento.com.ar

Published in: on agosto 1, 2015 at 7:29 pm  Deja un comentario  

Verónica Torras : Guerra de posiciones

El viraje discursivo de Mauricio Macri plantea varios enigmas. Su cambio de posición en temas clave ¿es un mero acto de pillaje ideológico y/o especulación política en plena campaña electoral o el producto de la fortaleza de un proceso colectivo de acumulación que ha generado un piso muy alto de consenso a mediano y largo plazo?

La respuesta por parte de los candidatos del FpV no se hizo esperar. Es lógico: la construcción de las identidades colectivas requiere un límite externo. La delimitación de campos es la base de la disputa política. Y además, ciertamente, las historias cuentan, se habla desde un lugar que precede al decir. Sin embargo, podemos no creer en las palabras de Macri ni en su compromiso con ellas pero ¿vale la pena tomar en cuenta su discurso?

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Aunque no se ha discutido demasiado, los pronunciamientos del PRO sobre los juicios por delitos de lesa humanidad han ido en los últimos años en la línea de acompañar el proceso de justicia en curso. No se trata de pronunciamientos que se producen en el vacío, sino que se corresponden con una configuración histórica y un estado de opinión respecto de esta cuestión: llegan luego de más de treinta años de lucha ininterrumpida de los organismos, de un sólido respaldo social al proceso de justicia y de doce años de gobiernos kirchneristas que han colocado a los derechos humanos, como nunca antes desde el inicio de la transición democrática, en un lugar jerarquizado de la escena pública. Es probable que los posicionamientos del PRO ecualicen con el humor social prevaleciente en esta materia, pero más importante es reconocer que son expresión de la fortaleza de un proceso colectivo de búsqueda de justicia.

En esta misma línea sería posible preguntarse si la recuperación del Estado, para cumplir tareas de protección social universal y actuar como factor clave del desarrollo, no puede convertirse, como el proceso de justicia, en uno de los pocos asuntos de acuerdo transversal de la sociedad argentina. Desde esta perspectiva, el viraje de Macri expresaría no sólo su búsqueda de auto-posicionamiento electoral, sino también la amplia legitimidad social de un conjunto de políticas impulsadas por los gobiernos kirchneristas que han sido centrales para el fortalecimiento y ampliación de la democracia en nuestro país, por lo que su sostenimiento representa el límite de cualquier confrontación futura. Así definía Antonio Gramsci el concepto de “cambio de época”, como aquella irreversibilidad relativa que obliga a los actores políticos a confrontar sobre la base de nuevas reglas.

Esta búsqueda de irreversibilidad, que parece haber guiado exitosamente el proceso de reordenamiento del poder kirchnerista al interior del FpV, se ha expandido hasta alcanzar los bordes mismos del escenario político. La consigna “el candidato es el proyecto” ha triunfado ampliamente, tan ampliamente que hasta el candidato de la oposición parece querer abrazarla. De pronto, el proyecto se ha vuelto universal y el conflicto parece reducido sólo a cuestiones procedimentales que hacen al perfil de los candidatos (quién administra mejor, quién lo hace con mejores modales). ¿Podrá el actor político que ha sido principal motor ideológico y discursivo de este cambio de época administrar este consenso expandido para convertirlo en expresión de un nuevo piso mínimo sin sentir amenazada por ello su propia subsistencia política?

* Licenciada en Filosofía (UBA), doctoranda en Derechos Humanos (Universidad Nacional de Lanús)

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Published in: on julio 24, 2015 at 1:16 am  Deja un comentario  

Roberto Caballero : Ahora ya se sabe de qué hablan Francisco y Cristina

El histórico discurso papal en Bolivia confirmó la sintonía fina que mantiene con la presidenta argentina, pese a las operaciones del diario videlista La Nación.

La última operación del diario La Nación comprueba lo ya sabido: que lo que el Papa dice o deja de decir es trascendente.

Armar la tapa del sábado (“El Papa pidió un mayor compromiso con la justicia en la Argentina”, según el titular, a cuatro columnas) sobre una esquela de ocasión a la que se le da un sentido inverso para que opere en la actualidad política del país con mirada opositora, demuestra el grado de desesperación que envuelve a los sectores de la derecha nacional y mundial frente a un pontífice inesperado que demuele en los hechos y en las palabras el manual del conservadurismo clásico.

La verdad es que los viejos exégetas de Jorge Bergoglio no saben qué hacer con el Papa Francisco. Lo que han elegido visibilizar -una crítica inexistente a CFK, en un telegrama protocolar-, viene a tapar lo que el argentino que preside el Vaticano dijo dejando boquiabiertos a los dueños del poder y del dinero de todo el mundo, también a los de acá.

Por suerte, en el documento que Tiempo Argentino publicó el mismo sábado con el texto completo del discurso del Santo Padre en la clausura del II Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz, pueden leerse las definiciones que provocaron el enojo de La Nación y sus accionistas.

No logran digerir que Francisco, al que están a diez minutos de calificar de “Papa populista”, diga cosas parecidas a las que dice CFK. Ahora ya se sabe de qué hablan Francisco y la presidenta en sus encuentros. Ha quedado a la luz, de manera cristalina.
Cuando se desató la crisis con los fondos buitre, el gobierno argentino acudió a la ONU para plantear que hacía falta una solución global, no ya los esfuerzos individuales de los estados, frente a los usureros que pretendían llevarse puestas las economías de los países.

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Dijo Francisco, en Bolivia: “Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general también, de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo (…) Queremos un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.”

¿Hace falta explicar el aval a las políticas de inclusión que, por oposición, hace el Papa en su histórico texto? Cuál es la duda, con párrafos como este: “Se está castigando a la tierra, a los pueblos y a las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso, uno de los primeros teólogos de la Iglesia, Basilio de Cesarea, llamaba ‘el estiércol del diablo’. La ambición desenfrenada del dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de la humanidad, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina a la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo”.

Cómo no advertir una sintonía fina entre lo que postula Francisco y la batalla cultural de la última década, alrededor del por qué y para qué de la política democrática.
CFK, en sus últimos discursos antes de entregar el bastón, llama al pueblo a empoderarse. El Papa acota lo siguiente: “Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de ‘las tres T’ (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. No se achiquen!”.

Sobre la concentración comunicacional, que llegó a la agenda nacional a partir del debate y la posterior sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y la influencia negativa que produce el monopolio en el debate público, el sumo pontífice expresó: “Sufrimos a cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se pueda hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y sus afectos (…) Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico”.

¿Qué va a hacer Clarín con su nueva publicidad después de estas palabras del Papa? “Colonialismo ideológico”, dijo Francisco, que no es otra que la colonización de la subjetividad, que llegó a la mesa de discusión de los argentinos con el kirchnerismo de los últimos años.

Es probable que en Santa Marta, en sus diálogos reservados, el Papa y CFK hayan hablado alguna vez también sobre esto: “Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelares ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.

Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho de privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos, particularmente, el derecho a la independencia”.

En Tucumán, en su último festejo del 9 de julio, la presidenta citó palabras parecidas.
La integración regional tan potente de la última década fue observada por Francisco. La Unasur, la Celac, el Mercosur, presidentes como Chávez, Lula, Dilma, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, no fueron olvidados en Bolivia: “En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros padres de antaño, llaman la ‘Patria Grande’. Les pido a ustedes, hermanas y hermanos de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.”

La crítica a los intentos de anexionismo comercial como el ALCA fue evidente, lo mismo que a las políticas de ajuste contra los trabajadores: “Todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la Patria Grande y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta infinitas fachadas. A veces es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados de ‘libre comercio’ y la imposición de medidas de ‘austeridad’ que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.”
Había muchas cosas para titular. Mucho para leer también sobre lo que dijo el Papa en Santa Cruz. Pero dos días después, La Nación decidió hablar de la última frase de un telegrama que llama “a seguir trabajando por la paz y la justicia”, saludando a la presidenta por el 9 de julio, en clave de crítica, cuando son los saludos de rigor para todos los mandatarios. La manipulación es grosera. Habitual, podría decirse, en el diario videlista. ¿Pero también con el Papa?

De todos los milagros que faltan por verse, el que retorne a La Nación al periodismo más elemental, alejado de las operaciones de demolición constantes, parece el más difícil de concretar.

Quizá ocurra algún día. Dios es generoso.

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Published in: on julio 12, 2015 at 11:09 pm  Deja un comentario  

Luis Bruschtein : Un fantasma recorre América

“Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra.” Estas palabras provocaron un estallido de aplausos de los representantes de los movimientos sociales de América latina, muchos de ellos ubicados a la izquierda de la izquierda. Y no estaban aplaudiendo a Fidel, a Evo, a Chávez o a Cristina Kirchner, o Lula, sino a la eminencia mayor de los católicos. No se conocen antecedentes en que el máximo líder de la Iglesia pronuncie un discurso como ese discurso en semejante escenario.

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El discurso del papa Francisco ante los movimientos sociales reunidos en Santa Cruz de la Sierra tuvo una resonancia inédita y hasta cierta connotación surrealista por lo disruptiva. Un papa católico, junto a Evo Morales y líderes obreros y campesinos en un pequeño y expoliado país de América latina. Más allá del origen latinoamericano de ese papa, la elección de la escena y las palabras que se volcaron implican una decisión política que tiene profundas implicancias en el escenario internacional. Es un papa que ha optado por una papel terrenal, al igual que Juan Pablo II, pero en un registro político muy diferente.

“Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos.” Parece la apropiación de una frase proveniente de otra cultura política. El Papa la formula rodeado de obispos latinoamericanos que fueron designados por sus antecesores y que en buena medida han expresado todo lo contrario. Ese cuerpo de obispos no tiene la misma gimnasia y, seguramente, varios de ellos se sentirán incómodos.

Hubo varias referencias que tienen implicancias directas con muchos de los conflictos argentinos. Al enumerar algunos de los problemas más graves de las sociedades modernas subrayó “la concentración monopólica de los medios de comunicación social”. Mientras hacía estas afirmaciones, que en Argentina tienen una significación concreta con el Grupo Clarín, el enviado de ese medio, Sergio Rubin, comentaba con ironía el extraño obsequio –una hoz y un martillo con un Cristo crucificado en el martillo– que Evo le había hecho al Papa y que había provocado su sorpresa. Mientras la pantalla mostraba el obsequio, que se convertía en ese tratamiento mediático en la demostración que se trataba de dos culturas irrremediablemente contrapuestas, el Papa se despachaba en Santa Cruz de la Sierra en contra de la concentración monopólica de los medios, de la que el Grupo Clarín, como exponente argentino de ese fenómeno, se ha convertido en una especie de ogro latinoamericano.

Palabras como “colonialismo” o conceptos como “Patria Grande” formulados en ese contexto ubican al Vaticano en un registro histórico diferente, porque hasta hace unos pocos años, la idea de colonialismo estaba asociada a la Iglesia Católica, también parte de la estructura de poder de señores feudales en épocas coloniales y de terratenientes y oligarquías en las posteriores. La Iglesia formó parte institucional y simbólica de la estructura de poder de las clases dominantes latinoamericanas, con excepción de algunos obispos, muchos de los cuales fueron expulsados, durante los dos papados anteriores al de Francisco, por haber dicho la mitad de lo que dijo ayer el Papa en Bolivia.

Es inevitable hacer una lectura política, porque cada palabra tuvo esa intención: ¿Qué dirían, por ejemplo, asesores de Mauricio Macri como Carlos Melconian o Federico Sturzenegger de la frase “poner la economía al servicio de los pueblos” y oponerse a “una economía de exclusión e inequidad”, o la afirmación de que “el colonialismo, nuevo y viejo, reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato”? Pocas horas antes, la presidenta Cristina Kirchner en Tucumán hablaba por la cadena nacional de radiodifusión sobre la importancia de tener una economía independiente de los precios de las materias primas, para lo cual era necesario industrializar el país, como se ha impulsado desde su gobierno. Los portales de los grandes medios la criticaron porque hacía un discurso político el Día de la Independencia. La idea de una historia apolítica forma parte de esa cultura colonizada que criticó el Papa, porque tanto la historia como la Iglesia siempre hacen política. Lo que pasa es que las políticas de derecha tienden a ser naturalizadas como apolíticas por el sentido común hegemónico, que es de derecha.

La mayoría de los obispos latinoamericanos, sobre todo los episcopados de cada país, no está en sintonía con esos contenidos. Representan un factor a veces tan conservador o reaccionario como los que critica el Papa. En los países latinoamericanos donde hay procesos populares con discursos en consonancia con el papal, varios episcopados se han convertido en una parte de la oposición junto a los medios concentrados de comunicación. Hubo momentos que en Argentina, bajo la conducción del mismo Bergoglio, también funcionó de esa manera. El discurso del papa Francisco de ayer, que marcará un hito en la Iglesia Católica, no aparece en línea con esos antecedentes. Si ese fuerte contenido baja hacia la línea de obispos, la gran maquinaria simbólica y concreta de la Iglesia habría producido un giro trascendental con una profunda proyección en el escenario mundial.

Fuente texto: pàgina12.com.ar

Fuente imagen: smacall.com

Published in: on julio 10, 2015 at 9:30 pm  Deja un comentario  

Hernan Brienza: Nada altera el panorama

Más allá del socavón que implican los resultados de ayer en el ánimo de algunos partidarios del Frente para la Victoria y del empujón anímico que genera en algunos espíritus optimistas de la oposición, los resultados de las elecciones de ayer en cinco provincias no alteran el tablero político en la Argentina y no cambian tampoco las perspectivas de las elecciones presidenciales para octubre.

artedigital

Vale la pena analizar lo que sucedió ayer sin histerias coyunturales:

a) Los resultados tanto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como los de Córodoba eran absolutamente previsibles. Nadie esperaba en su sano juicio que perdieran el Macrismo o el Delasotismo, por lo tanto el resultado electoral no puede sorprender a nadie. Sin ir más lejos, tampoco remueve el cordón central del país que siempre ha sido refractario a las políticas nacionales del Kirchnerismo.

A no alarmarse demasiado, los argentinos no quieren cambiar mucho. Siguen ganando los oficialismos.

Buenos Aires-Santa Fe-Córdoba-Mendoza nunca ha sido un corredor donde el Kirchnerismo pudiera solazarse altivo. En Córdoba, la relación con José Manuel de la Sota siempre fue tirante, contradictoria, mal llevada, y en la provincia cuyana el Peronismo había logrado ganar en 2011, pero históricamente había sido un coto conservador.

Más allá de los dos grandes distritos provinciales, lo cierto es que al FpV siempre le bastó con el norte, el sur y la provincia de Buenos Aires para obtener el premio mayor de la presidencia de la Nación.

b) Mauricio Macri zafó bien del brete en el que había sido puesto con la candidatura siempre difusa de Martín Lousteau, y la diferencia de votos es tan grande que hace complicada la posibilidad de que pierda en una posible o supuesta segunda vuelta. Todo esto si, finalmente, el joven cool y perversón no decide hacerle caso a sus jefes Ernesto Sanz y Elisa Carrió y le deja la partida ganada a Horacio Larreta.

De todas maneras, el PRO demostró que sigue hegemonizando la CABA y que uno de cada dos porteños se siente representado e interpelado por el macrismo.

Un punto aparte merece el subidón de Mariano Recalde que, después de remar en dulce de leche con dos palitos chinos, logró recuperarse en la carrera y recuperar un 20 por ciento de votos respecto de las PASO.

c) Por último, el gran dato de las elecciones de ayer es que no se alteró el ánimo de los votantes: Continúan ganando los oficialismos. Esto quiere decir que los argentinos no están muy seguros de querer demasiados cambio, sino más bien todo lo contrario, o sea, quieren conservar lo que tienen con la posibilidad de hacer algunos cambio y modificar aquello que no les resulta conveniente.

En este sentido, las elecciones de ayer no dejan ver otra cosa que el replique de las elecciones de 2011 a esta misma altura del año. Hay que recordar: Macri había ganado la Ciudad, De la Sota había ganado la provincia de Córdoba. Unos meses después, en las presidenciales, Cristina Fernández de Kirchner ganaba las elecciones en Buenos Aires y en Córdoba.

A no alarmarse demasiado, los argentinos no quieren cambiar mucho. Siguen ganando los oficialismos.

Fuente texto: infonews.com

Fuente imagen : artedigital.com

Published in: on julio 6, 2015 at 7:27 pm  Deja un comentario  

Hernàn Brienza : ¿Adónde va el Peronismo?

Este año, precisamente el 17 de octubre, el Peronismo cumplirá 70 años de vida. Ha gobernado este país atendiendo a sus principios históricos durante 22 años, 12 años desvirtuando esas banderas, ha sufrido 25 años de persecuciones políticas que intentaron hacerlo desaparecer, y ha estado apenas ocho años como oposición institucionalizada. Como movimiento político de ¿Liberación? ¿Autoafirmación? nacional ha atravesado distintas etapas históricas, económicas, internacionales y ante cada uno de los desafíos les ha dado respuestas, en algunos casos acertadas, en otros no tanto, como es esperable en cualquier orden de la vida y la política.

 

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Lejos de ser miope –parafraseando a John William Cooke-, el Peronismo como gigante invertebrado ha dialogado siempre con la sociedad y con la etapa histórica que lo atravesaba. Fundamentalmente, porque se trata, el Pensamiento Nacional, de una racionalidad estratégica y no de un ejercicio dogmático. En su discurso del 10 de junio en el museo Malvinas, la presidenta dijo respecto de los fondos buitre: «A ver… ¿alguien cree, algún argentino cree que si esta presidenta, que le ha tocado enfrentar los ataques más duros de los que se tenga memoria sobre cualquier presidente, incluyendo a quien fuera mi compañero, ustedes creen que si esta presidenta creyera que la solución hubiera sido pagar, no lo hubiera hecho?» La cita es medular para comprender al pensamiento nacional como un ideario más que un dogma y, sobre todo, como el despliegue de una pragmática con un alto nivel de táctica y estrategia. No se pagó a los fondos buitre no por una cuestión ideológica sino simplemente por una cuestión pragmática. Y es como corresponde: la conveniencia en política siempre debe estar a la par de las convicciones. Un líder puramente dogmático puede llevar a su pueblo al suicidio colectivo o a la pobreza más absoluta –los dogmáticos monetaristas saben mucho de esto último-. Un líder absolutamente pragmático se convierte en un oportunista y corre el riesgo de correr alrededor de la jaula del puro tacticismo en su propio beneficio y sumir a las mayorías en una febril contradanza acompasada por las contradicciones ideológicas. Convicción y pragmatismo son las dos columnas donde descansa el pensamiento estratégico.
La cuestión está en descubrir quién es el sujeto de esa pragmática: ¿La dirigencia de un partido? ¿El Estado? ¿Las mayorías? En gran parte el sujeto lo define la conducción de ese movimiento, en gran parte, un pueblo organizado. A esta altura, me parece necesario evitar las construcciones literarias como «pueblo», que mantienen un fuerte contenido romántico, y tratar de desentrañar de qué maneras se manifiestan las mayorías. No hay una sola forma: la movilización espontánea, la organización política con militantes y cuadros, las encuestas, los votos, la intuición, la escucha en los barrios, la atención al sentido común, los medios de comunicación, entre tantas otras. Quién se arrogue para sí la representación de la «voz del pueblo» está practicando la magia, porque el término «pueblo» incluye la concientización y voluntad política de las mayorías. Hoy no hay «un pueblo», hay diversidad de manifestaciones de las mayorías. No pensar al pueblo como una unidad también es modernizar el pensamiento nacional y popular. El gran sujeto, entonces, son las mayorías, en términos así de difusos, pero que incluyen a los sectores del trabajo, a los excluidos, a las clases medias con vocación colectiva (¿nacional?) (variación libre sobre el complejo Frente-Ser Nacional de Cooke-Hernández Arregui).
Unas mayorías invertebradas poseen desventaja en la acción política. Por eso es necesaria la organización o en su defecto el depósito de confianza en un liderazgo determinado. Y quien está más aventajado para medir la correlación de fuerzas para determinada acción táctica o estratégica es siempre quien conduce una organización (o una mayoría) porque cuenta con más y mejor información sobre lo que ocurre y porque ha sido legitimado por esa mayoría. A pesar de su larga trayectoria, el Peronismo no ha podido estructurarse nunca –y habrá que pensar si esta no ha sido una de las características que le ha permitido escaparle a una burocratización necrosante- y ese es el principal desafío de la época.
En 1973, mientras las juventudes políticas revolucionarias miraban a Cuba, Juan Domingo Perón miraba el golpe de Henry Kissinger en Chile. De la forma en que se mira el mapa político emergen las tácticas para los tiempos históricos. En 1973, desgraciadamente porque la realidad fue durísima, tenía razón Perón. Hoy hay que analizar detalladamente cuál fue el escenario que estudió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para tomar la decisión de construir una fórmula de unidad hacia el interior del Peronismo que contenga a Daniel Scioli, a los gobernadores, que traccione la unidad de los sindicatos afines al proyecto y al Kirchnerismo.
Entre las variables a analizar habría que tener en cuenta: A) en el frente externo, la crisis internacional, el nuevo avance hegemónico de Estados Unidos sobre la región, las debilidades de Venezuela, Ecuador y Brasil, la emergencia de Rusia y China como mercados alternativos. B) en el frente interno, la correlación de fuerzas con los poderes reales, las demandas de la sociedad, las dificultades para obtener divisas para sostener el desarrollo, los equilibrios internos en el Peronismo, el avance de la derecha liberal en la prédica desnuda de Mauricio Macri y las operaciones políticas y económicas de los grupos dominantes no pactistas en la Argentina.
Es a partir del análisis de estas variables, entre tantas otras, sumadas al conjunto de convicciones que la presidenta como conductora del movimiento –siempre me gustó más el término conductora que jefa- decidió sellar una fórmula de unidad. Y digo fórmula de unidad porque no se trata ni de una renuncia ni de una imposición. La presidenta más que nadie sabe que el Poder Ejecutivo es unipersonal. La «Chirolitización» de Scioli es una operación política de los medios de comunicación opositores, no es ni real ni posible. Pero tampoco el actual gobernador podrá hacer lo que le plazca sin consensuar o legitimar sus actos con los sectores liderados por Cristina. Los próximos tiempos no serán ni paradisíacos ni apocalípticos, ni de continuidad absoluta ni de ruptura. No primará ni la estética ni la moral. Primará lo política, como siempre, claro.

Fuente texto: infonews

Fuente imagen: planetajoy.com

Published in: on junio 28, 2015 at 10:32 pm  Deja un comentario  

Mariana Moyano : Sapos o vidrio

Todo texto, presentación, columna de opinión, editorial discute con alguien; debate con algún interlocutor o con una idea. Se explicite esto o no, siempre es así. Porque nada es de la nada. Nada. Nunca. Ni los sucesos históricos ni un escrito argumental. Siempre hay una trama. Un antes, una causa, un disparador y, seguramente, habrá un después que constate o que responda. Por eso la elección de quien escribe o polemiza es a quién y con quién lo hace. Estas jornadas huracanadas y de altísima política (me) proponen la –como llamamos en la disciplina académica de la Comunicación- construcción de varios interlocutores válidos.

–         Los kirchneristas randazzistas fanatizados que quieren darle clases de kirchnerismo a Cristina Fernández de Kirchner.

–         Los randazzistas-neovandoristas-cristinistas que pretenden un cristinismo sin Cristina.

–         Los que pensaron que Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner no eran peronistas y se desilusionan cuando toman medidas y decisiones desde esa, su pertenencia histórica.

–         Los que me dicen que el kirchnerismo es más que el peronismo pero que, en realidad, lo que quieren decirme es que el peronismo es menos.

–         Los que están tranquilísimos sólo porque Carlos Zannini estará allí y no se ponen en guardia viendo qué ocurrió en la Argentina con otros vicepresidentes.

–         Los que eligen a Eva, sólo a Eva, sin Perón y siempre de pelo suelto. Ese evitismo torpe que, en el fondo -como me dijo estos días un colega brillante- esconde el rinconcito gorila de quien la coloca en la historia solita.

–         Los kirchneristas que no quieren, ni gustan, ni confían, ni hubieran optado por Scioli, desde la más absoluta buena fe.

–         La oposición partidaria oportunista que ve en cualquiera que le da un portazo a la Presidenta a una nueva esperanza blanca.

–         Los que Raúl Zaffaroni bautizó estos días como los empleados bien pagos de los grupos de poder y los deshauciados de la política que van gratis a rendirles pleitesías a esas corporaciones que les tiran las sobras.

–         La derecha viva, la astuta, que está buscando el modo de hacer trastabillar 12 años de proyecto político por un graph exagerado de 678.

–         Los que están buscando la grieta para colar la dinamita que destruya 12 años de construcción y reparación de derechos y, sobre todo, la posibilidad de algún grado de continuidad.

–         Los que creían o aún siguen creyendo que la política es al arte de hacer lo que quiero, cuando quiero y si me dan las ganas.

–         Los que creen que militan porque escriben mucho en twitter.

–         Los que están convencidos que postear en Facebook es igual a meter las patas en el barro.

–         Los que le piden a la Presidenta que les haga política delivery: que les lleve hasta la puerta de sus casas lo que a ellos les gusta, completito y sin fisuras ni grises.

–         Los que cuando uno habla de conducción, responden con un llamativo: “yo no soy PJ, ni derechista, ni vertical, soy independiente”.

–         Los librepensadores bien liberales que creen que domar al potro siempre corcoveante del Estado y sus intereses en pugna es sentarse y decir “habría que”. O sea, los habriaqueístas, la corriente más despreciable de todas porque ni tienen buenas ideas ni saben cómo llevarlas a cabo.

–         Los que considero mis compañeros en esta ruta, con quienes no siempre coincido, pero con quienes sé siempre estaré del mismo lado.

Satiricon - 17

Me dirigiré aquí a varios de estos interlocutores. A algunos les he puesto cara y nombre porque con ellos he intercambiado ideas y opiniones y hasta he peleado fuerte estos días. A otros los he construido en mi imaginación con retazos de ciertas frases leídas en las redes sociales u oídas en TV y en debates cara a cara. Y lo voy a hacer desde la más cruda honestidad y en primera persona porque siento haberme ganado el lugar para hablar desde un “yo” armado con esfuerzo, estudio, aprendizaje, oreja frente a los que saben, muchas equivocaciones y rectificaciones abiertas, cierto grado de coherencia –que para mí no es ni linealidad ni repetición monocorde- y el mantenimiento de un ramillete de principios a lo largo de los 32 años que llevo de amor con la política.

Lo voy a decir de entrada y sin vueltas: Daniel Scioli no es ni será el candidato al que me hubiera gustado erigir como heredero de estos 12 maravillosos años de política en estado del más puro roncanroll. No me gusta que Ricardo Casal sea Ministro de Justicia y menos me gusta que Alejandro Granados sea Ministro de Seguridad. Pero no me olvido que el kirchnerismo decidió que fuera él, y no otro, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, que su frase memorable de “Con la comida no se jode” fue afiche K en la 125 de plena soledad kirchnerista y que cuando Néstor Kirchner le solicitó que fuese candidato testimonial en el oscuro y a contrapelo 2009, él fue. No me gusta Scioli, como no me gustan varios de los “estilos” –por llamarlo de algún modo- de Gildo Insfrán, ni entregarle todo a la megaminería, ni que Sergio Berni diga ciertas cosas que dice sobre los colombianos, ni la radicalidad clerical de Julián Domínguez, ni la oposición ya expresada de la jefa de Estado a la despenalización del aborto, ni que este gobierno haya propuesto la ley llamada “antiterrorista”, ni que haya sospechas sobre César Milani.

Pero:

–         soy respetuosa de que en Formosa fueron los ciudadanos de esa provincia quienes lo pusieron como gobernador a Insfrán y lo vienen revalidando, me guste a mí desde mi centralidad porteña o no.

–         entiendo que no puedo pedirle a San Juan que se desprenda de la minería sin ofrecer una alternativa posible para ese estado provincial que es 80 por ciento roca y desierto, al que es fácil criticar desde la pampa húmeda donde uno siembra papel y crece una biblioteca.

–         conozco cómo en los inicios del gobierno de Néstor Kirchner, cuando las calles eran puro piquete y conflicto fue el actual Secretario de Seguridad de la Nación el que negoció una por una con las organizaciones sociales, sin palo ni policía y a fuerza de dar la palabra, para encarrilar esos conflictos y darles soluciones a corto plazo, mientras la generación de empleo se ocupada de la salida de fondo.

–         puedo ver cómo el titular de la Cámara de Diputados de la Nación se paró detrás de ese grupo de mujeres que éramos convocantes a acompañar la marcha del Ni una Menos y que llevábamos puesto el pañuelo verde -esa identificación de la campaña Nacional por el aborto legal- sin un solo pero y escoltó el documento en el cual se asumía que la ausencia del debate parlamentario sobre el aborto era una “deuda pendiente”

–         puedo notar lo evidente que es que Cristina Fernández sabía, cuando la designó al frente del bloque de diputados del oficialismo, que Juliana Di Tullio es una militante feminista pro aborto legal y sé que se ha pronunciado varias veces respecto de que si el proyecto obtenía consenso ella no iba a vetar esa ley

–         entiendo que la llamada ley antiterrotista fue una concesión que debió hacerse al CIADI y que, por un lado, fue usada únicamente para que un represor prófugo en el exterior dejara de cobrar su jubilación y que, por el otro, fue un pedido al Congreso hecho por un gobierno que se cansó de sancionar legislación a favor de los trabajadores, de los más vulnerables y que nos regaló el sueño impensado de que la Argentina discutiera los medios de comunicación y desenmascarada a los poderosos de una buena vez.

–         hubiera preferido que el jefe del Ejército no tuviera ningún tipo de cuestionamiento, pero también sé que no hay sentencia firme y que si el diario La Nación se embandera en los Derechos Humanos para cuestionar al militar que reurbanizó el barrio La Carbonilla junto con Hebe de Bonafini y las Madres, el gato encerrado anda por el lado de los Mitre.

La política –ya lo deberíamos haber aprendido- es transitar las épicas que podemos vestir y disfrutar llenos de purismo, celebrarnos por lo dicho-hecho, ver knoqueados a los dueños de siempre, pero es también saber cómo caminar las zonas grises. Entender qué decisión no explicitada toman los líderes; qué nos está indicando la conducción cuando opta por A o por B.

La derecha mentirosa e hipócrita y los que sólo quieren que la política sea show se han hecho un festival con algunos zócalos de 678. Allá ellos. ¿Me están pidiendo que discuta coherencia con quienes levantan y señalan con deditos cargados de la mugre de lo hecho por ellos el día anterior y que no pueden sostener su propia palabra –porque no la tienen- ni media semana? Gracias, paso. Tengo cosas mucho más productivas que hacer. Porque ya ni enojan. Dan fiaca.

A los compañeros que hacen una queja individual porque no habrá Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias para elegir candidato a presidente en el Frente para la Victoria, quizás se les haya escapado un detalle que transmitiré aquí a modo de pregunta y de escenario hipotético: ¿qué hubiera ocurrido si, tal como muchos querían -y hasta quizás, queríamos- la Presidenta ungía a Florencio Randazzo como su precandidato, armaba una lista de precandidatos a diputados puros, purísimos K y luego esa lista iba a las PASO y era derrotada por la de Daniel Scioli? ¿Cuál era la fortaleza política que le quedaba a la Presidenta, pero sobre toda a la jefa del Movimiento hacia adelante? ¿Notan que el triunfo de Scioli podría haber sido absoluto y no habría ningún Carlos Zannini en quien recostar argumentos, esperanzas o negociaciones?

Con su decisión de ubicar a Zannini en la boleta en el cargo de candidato a vicepresidente de la Nación, la Presidenta ocupó el martes el centro de la escena –ya a esta altura, podemos decir con ironía, para variar- y todos los círculos concéntricos de un modo tan absoluto que dejó a las oposiciones partidarias y corporativas en un espacio marginal, en el cual debieron conformarse para anunciar y des anunciar candidaturas y para patalear vía portada de diarios o para hacer el ridículo con frases del estilo “se viene el maoísmo”.

Error grande, creo, el del Ministro Florencio Randazzo de decir no, decir luego sí y volver a decir que no a una propuesta más que atractiva, poderosa y estratégicamente valiosa. En primer lugar, porque si se es parte de un proyecto colectivo no se dice que no. Lamento mucho desilusionar a los librepensadores, pero estos doce años no se han construido a fuerza de “yo quiero” ni de “a mí me gusta”. Se han creado lidiando con los conflictos reales, de la vida real y con los actores reales de la no siempre dulce, pura y hermosa política nacional. En segundo lugar, si se es “soldado del proyecto”, “soldado del pingüino”, “el más puro representante del proyecto que comanda Cristina”, pues, con más razón, “saludo uno” y a hacer lo que corresponde. En tercer término, hay que tener mucho, muchísimo cuidado con la desautorización a la propuesta Presidencial y a la sazón a la de la jefa política, sobre todo en el mismísimo día en que ella había ratificado con creces su autoridad presidencial y la de jefa política del espacio más importante de la Argentina.

Y no puedo evitar la pregunta jorobada pero que sé se hacen varios: ¿si pudo decir que no a una demanda de la Presidenta en ejercicio en plena demostración de rotundo poder político, qué garantía podríamos tener de que ya en la jefatura del gobierno nacional hubiese tomado el rumbo definido con y por la líder?

Estos años tuvieron varias cortinas de fondo: “Vengo bancando este proyecto…”, y que “en los malos momentos” íbamos a estar, que había “soldados del pingüino” y que si la tocaban a Cristina se iba a armar flor de quilombo. La Presidenta hace una jugada de jaque, para que sea mate, y con dolor oigo y veo decir y escribir que “Con Néstor esto no hubiera pasado” y parrafadas de lecciones de kichnerismo a CFK. Curioso. Sorpresivo, para decir lo menos.

Es una verdad de perogrullo, una obviedad a esta altura, pero parece que hay que enterar a varios, así que en este preciso momento voy a dar una primicia nacional: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es peronista. Fin del Comunicado. Esto no implica, de ninguna manera, decir que la única estructura posible es la del PJ. Es reconocer que el kirchnerismo es el peronismo del siglo XXI, ese que puede contener, contentar y ungir en los primeros lugares a quienes no son peronistas. Pero aceptar esta novedad no puede habilitar a pretender que la conductora se desprenda de quien es por una razón muy sencilla: ella -con el compañero que partió y con la historia peronista de ambos, esa que incluye no haberse ido y quedarse peleando desde adentro durante todo el menemato, con zonas épicas y zonas grises- fue la que nos trajo hasta aquí. Y la única manera de seguir avanzando es fortaleciendo ese liderazgo, más allá de cuánto nos guste o no la figura y algunas políticas del candidato.

Porque si florecieron mil flores no fue para quedarnos como espectadores mirando un bello y perfumado jardín, sino para que la sabiduría de la sabia nueva sepa qué hacer cuando crezca la maleza o cuando alguno pretenda pisotear lo sembrado.

El kirchnerismo lejos está de ser un bloque homogéneo, monolítico, uniforme. Vaya esta notificación para la derecha que quiere presentarlo como el sinónimo del estalinismo más rancio y para la simpatía tibia de Palermo rúcula (Horacio Verbitsky dixit). Hay 11 millones de votos que deberán ser la barrera para que la ola amarilla no se expanda por la Argentina. El “me gusta” o el “no me gusta” individual y solitario, en lo personal, me lo guardo para el Facebook. No confundo postear con militancia. Y he aprendido a lo largo de los años que los deditos en V no son una selfie, sino un compromiso. Por todo eso –y una larguísima lista que sería imposible reproducir aquí- tengo desde hace años un accionar y una frase: Por un lago, miro dónde están las dueñas de los pañuelos blancos y allí me encolumno y si me equivoco, lo hago con ellas. Y por el otro, me repito como mantra un principio que me ha sacado siempre de los más confusos atolladeros: señores, trago sapos por la sencilla razón de que no como vidrio.

Fuente texto: diario registrado

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Published in: on junio 24, 2015 at 12:07 am  Deja un comentario  

Mario Wainfeld : La hora de podar las flores

El ministro Florencio Randazzo rechazó el ofrecimiento que le hizo anteayer en Olivos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner: ser candidato a gobernador de Buenos Aires por el Frente para la Victoria (FpV). La oferta se plasmó en una larga reunión a la que llegó seguramente conmovido por los sucesos del martes. La fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini puso fin a sus ambiciones de ser precandidato a presidente. Randazzo se enteró de modo menos coloquial, más solitario y abrupto.

Ser candidato en las primeras ligas es absorbente y estresante, exigente por demás, cruel con frecuencia. Son formidables los dilemas, los vaivenes, las presiones que se suceden día a día. Esta semana habrá sido tremenda para Randazzo y hubiera sido durísima o dolorosa cualquier decisión que adoptara. La jornada previa al encuentro en Olivos no le dio sosiego ni, acaso, contención.

El ministro le agradeció a la Presidenta mediante una carta que difundió. Su texto, no memorable, es pródigo en elogios a ambos. Su principal argumento público estaba expresado de antemano: se había lanzado en pos de la presidencia, no aceptaría otra nominación. Lo enunció en decenas de discursos y entrevistas desde hace más de un año.

Se trató, dice, de una cuestión de palabra. Puede que lo sea aunque es también cierto que forma parte del manual de estilo de quien compite por un cargo alto consignar que no lo negociará según los avatares de la competencia. Dejarlo en suspenso o callar ante las preguntas es “bajarse el precio”.

De política hablamos, todo es opinable y se refracta según la ideología de cada cual. A los ojos de este cronista, la renuncia de Randazzo expresa más una posición individualista que una de quien milita en un colectivo. Trastrueca al tríptico “la patria, el Movimiento, los hombres”. Si el candidato es el proyecto, los criterios personales de los candidatos quedan (deben quedar) en segundo término.

candidato

El ofrecimiento no tuvo el mejor envoltorio, desde ya. El kirchnerismo no se caracteriza en general por la suavidad en el trato. Pero, a la vez, está a distancia sideral de ser un destino mezquino o desdoroso. La perspectiva factible de llegar a gobernador de “la Provincia” es un rotundo ascenso para cualquiera. Lo hubiera sido para Randazzo dada su trayectoria previa.

“Presidente o nada” se afirmó pero es demasiada pretensión si la líder del proyecto que se reivindica indica otra tarea. No hay cargos chicos para quien privilegia lo colectivo. La historia reciente oferta dos ejemplos notables, que no son los únicos. El presidente Raúl Alfonsín aceptó ser candidato a senador bonaerense en 2001, en plena debacle del gobierno de la Alianza. No iba por un éxito posible, como le hubiera tocado a Randazzo, sino para achicar una goleada contra el candidato peronista Eduardo Duhalde. Se sometió a salir segundo lejos, para atenuar la derrota de un gobierno pese a que el presidente Fernando de la Rúa lo desdeñaba y dejaba de lado.

Otro gran presidente con mandato ya cumplido, Néstor Kirchner, se puso a la cabeza de la lista de diputados bonaerenses del FpV en 2009. Su afán era ganarle por poco al casi inexistente Francisco de Narváez quien venía en ascenso en medio de un bajón pronunciado del gobierno de Cristina. Kirchner se arriesgó, a menos de dos años de irse en triunfo de la Casa Rosada, para ver si le sacaba tres puntos de margen al Colorado de Narváez. Ni eso pudo, pero se expuso sin que se le cayeran los anillos.

Cualquier mortal estaría dolido u ofuscado en la posición de Randazzo, el martes. Pero un cuadro político de nivel tiene la severa carga de poder controlar sus emociones o ambiciones y hasta de sacrificarse (si es que cuadra la expresión acá) cuando es menester.

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Randazzo fue uno de los varios postulantes que hicieron campaña para llegar a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). El gobernador Scioli estaba instalado de movida, digamos desde 2011 por su capital electoral.

El ministro del Interior fue uno de los primeros en lanzarse, animado por una convicción que sostuvo durante bastante tiempo, parecida a la que sostenía Scioli. No precisaba un aval expreso de Cristina sino que le bastaba no ser vetado por ella. Así avanzó y se destacó de los demás (excepción hecha de Scioli) y quedó marcadamente como el segundo en la contienda.

En los tramos finales radicalizó su crítica al gobernador, llegándolo a definir como “el candidato de Clarín”. Es dudoso que Randazzo fuera el predilecto de los simpatizantes kirchneristas más “puros y duros” antes de que la Presidenta convocara a todos a un baño de humildad. El planteo fue atendido, quedaron dos en la pista: los más viables.

La radicalidad del discurso de Randazzo le granjeó apoyo de sectores “muy K” que recelaban y recelan de Scioli. Se lo leyó como “el candidato de Cristina” siendo que esta había dejado que crecieran cien flores y luego había podado algunas.

En realidad, la Presidenta talló poco en la competencia, durante largos meses. Cada cual hizo lo mejor que pudo tratando de avanzar. En la etapa de cierre, la Presidenta tenía una disyuntiva: habilitar las PASO entre Scioli y Randazzo o definir por uno. Hizo esto último, fortificando a quien era (entre previsible e ineludiblemente) el ganador de la interna.

Tal vez Randazzo y muchos que lo auparon analizaron mal la postura de la Presidenta a la que la prolongada interna le facilitó mantener su centralidad y forzar a Scioli a extremar gestos de pertenencia. El más reciente fue pedirle a Zannini que lo acompañara en la fórmula. Es imposible confirmar que esa versión del gobernador se apegue a la realidad aunque nadie la desmintió en la Rosada. Contra lo que afirma la furia mediática opositora es verosímil: si Cristina “delegaba” la conformación del binomio inducía a los presidenciables a complacerla. Lo que importa no es quien propone un nombre sino quien conduce. Y, en jerga peronista, que la Presidenta frasea bien, “conduce” quien consigue que los demás adecuen su comportamiento a las tácticas propias.

Los contra factuales son opiniones, también. Esto asumido, este escriba cree que Randazzo se equivocó cuando pregonó que Cristina le elegiría el vice. Eso podía equivaler a un apoyo marcado, que no lo acompañó. Y a “escribirle la agenda” a la mandataria… No es algo que la regocije, precisamente.

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La precampaña sirvió para sostener la gobernabilidad, el liderazgo de Cristina, el crecimiento de su imagen pública y de la intención de voto del FpV. En la encrucijada de su cierre, la Presidenta optó por el candidato único en vez de una interna. Dijimos que el lugar del candidato es exigente, el del decisor lo es por antonomasia. En especial en lo que concierne a las tácticas electorales, siempre validadas o lapidadas por los resultados.

Volvamos a los contra factuales. ¿Qué hubiera sucedido si Randazzo conseguía mejor intención de voto? La pregunta puede hacerse extensiva a Agustín Rossi, Sergio Urribarri o Jorge Taiana, que quedaron relegados. La respuesta imaginable es que la decisión de Cristina podía haber sido diferente. El futuro es un jardín de senderos que se bifurcan, el pasado también.

El dirigente de raza va adecuando las tácticas a los escenarios. También a comprender que lo mejor en la coyuntura no es algo abstracto: es lo mejor disponible. Aun en casos como los de Néstor y Cristina Kirchner, dos voluntaristas siempre dispuestos a (y duchos para) cambiar la realidad ampliando los márgenes de lo disponible. Pero no a negarlos o desconocerlos.

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Formadores de opinión y dirigentes opositores describen a Randazzo y a Scioli como víctimas. A éste lo describen como un perdedor sin coraje, a aquél como un mártir digno de compasión. Exageran para llevar agua a sus molinos: es otro rebusque de campaña.

Scioli, se reitera, tiene un capital electoral propio. Kirchner lo tomó en cuenta cuando lo sumó a su fórmula, agregándole una figura más conocida que él. En 2007 lo “mudó” a Buenos Aires para apuntalar las chances electorales de Cristina que iba por su primer mandato.

Desde hace cuatro años, Scioli trata de decantar su candidatura. Para eso cedió sin vacilar la confección de las listas de diputados y senadores nacionales. Y se excluyó de meter baza en la de gobernador. Consiguió su objetivo principal. Es el argentino con mejores perspectivas para llegar a la Casa Rosada o, por lo menos, uno de los dos. Asombra que se lo considere un perdedor…

No es para nada el mejor o más coherente candidato que pudo llevar el kirchnerismo, consideran varios incluyendo a quien esto firma. Quizás hubo fallas o descuidos en la construcción de un sucesor o sucesora. Hoy día es lo mejor dentro de lo posible si se quiere ganar.

Habrá que ver si está en condiciones de bancar el proyecto si vence en las elecciones cuyo final sigue abierto. Habrá que ver cómo funciona una diarquía jamás vista en el peronismo contemporáneo: el presidente en la Rosada, la líder del movimiento fuera de ella, legitimada y activa. La militancia kirchnerista, los sindicatos, “el pueblo” tendrán intervención decisiva si ese escenario se concreta. El tema da para más, se seguirá en notas futuras.

Cristina no podía exponerse a perder la interna del FpV, he ahí un dato evidente soslayado en muchos análisis. Ni son muy convenientes las PASO con muchas fórmulas. En Buenos Aires habrá tres del FpV, según se informó ayer. También dan tela para cortar, lo que se hará después del cierre de listas del sábado.

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Published in: on junio 19, 2015 at 9:02 pm  Deja un comentario  

Mario Wainfeld : Una sorpresa en la recta final

El gobernador Daniel Scioli lo anunció en una entrevista televisiva, en su medio tono característico. No concedió precisiones ni datos circunstanciales, salvo el de aseverar que la propuesta fue suya.

La información corrió como un reguero de pólvora. Las primeras llamadas a protagonistas cercanos a Olivos o a La Plata arrojaban respuestas similares. “Sé tanto como usted”, “estoy preparándome para ver el partido” “¿sabés que hará Randazzo?”.

La jugada se decidió con sigilo, lo que no es novedad: la etapa kirchnerista es refractaria a las “carpas”, a los plenarios informales, a todo lo que no sea secretismo. Y sorpresa, que casi siempre se rebusca para conseguir.

La potencia del hecho garantiza la primera conclusión, la ecuménica. El análisis inicial es una commodity. Puesto en consigna: Carlos Zannini “es” Cristina. Como pocos dirigentes, posiblemente más que cualquier otro.

Integra la apodada mesa chica, cada vez más pequeña: como mucho tienen sillas dos contertulios más. Es kirchnerista de la primera hora, desde los buenos tiempos de Santa Cruz.

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El actual gobierno ha durado más de doce años. Hay varios funcionarios de su elenco que batieron records de permanencia en la historia argentina. Julio de Vido y Carlos Tomada son ministros desde que asumió el presidente Néstor Kirchner. Alicia Kirchner estuvo a cargo de Desarrollo Social desde los inicios, con una leve pausa intermedia. Zannini es secretario Legal y Técnico desde el 25 de mayo de 2003. Recordman también él, con una salvedad que es geográfica en muchos sentidos y distingue su rol. Su despacho está en la Casa Rosada, a pasos de los del presidente o la presidenta. Cerca para la función específica y para “la política”.

Fue un consejero siempre, es un agudo observador, redactor o corrector de leyes fundamentales. Seguramente la imaginería mediática hará de él un “monje negro”, una “eminencia gris” solo para empezar. Bien mirado, es un colaborador indispensable, un confidente desde el vamos, un hombre de confianza como hay pocos. Entre otros motivos porque jamás aspiró a ser más (nada menos) que eso.

Los años pasan, los recuerdos se diluyen en el fragor de la crónica cotidiana. Los memoriosos evocan que Zannini sonó como potencial compañero de fórmula de Cristina en 2011, sitio que tenía el bonus latente de la posible candidatura presidencial ahora. No se concretó, jamás se revelaron los motivos pero es sensato pensar que era insustituible en el puesto que ocupó desde el inicio.


“Chino” lo apodan propios y extraños, no tanto por su rostro o sus ojos cuanto por su militancia de izquierda radicalizada en los setenta. Estuvo preso durante la dictadura, un timbre de honor en la cultura setentista propia del kirchnerismo. Su apariencia actual y sus modos no denuncian a un “trosko” o a un político de “todo o nada”. Es cordial en el trato, sonríe con facilidad, puede ironizar o bromear.

Opineitors de toda laya que conocen poco de política y casi nada de peronismo opinan que corporiza una suerte de enclave de izquierda en el gobierno. Aseguran que la dirigencia peronista lo rechaza o lo clasifica como a un extraño. El peronómetro es un instrumento de dudosa precisión. Ello asumido, el cronista pone en funcionamiento el suyo: el aparato le da otra medición. Como es tecnología de última generación, explica su dictamen. El peronismo no es genético, excluyente ni expulsivo. Es inverosímil que quien militó con los Kirchner durante tres décadas, ocupó a su vera su cargo actual y otros en el Poder Legislativo y el Judicial de Santa Cruz no piense como peronista o desconozca la vasta alameda del justicialismo. Así marca el aparato.

Lo evidente es, de vez en cuando, innegable. Zannini es posiblemente el protagonista con piné más cercano a Cristina, desde que falleció el presidente Kirchner.


Las versiones de la Rosada y La Plata concuerdan en señalar que ayer Scioli se reunió con la Presidenta, en la Casa de Gobierno. El gobernador, ya se destacó, insiste en que la idea original fue suya. Será difícil corroborarlo plenamente.

Lo cierto es que cedió terreno sin resistir en todas las candidaturas a cargos nacionales y a gobernador de su provincia. Y que, si la presidenta optó por ponerlo en la circunstancia de mover ficha él, era casi clavado que el gobernador sobreactuaría su adhesión. En el fondo, cederle la iniciativa era garantizarlo.


Las especulaciones forman parte del menú del momento. Se describirá al “Chino” como un prospecto de comisario político, alguien que marcará de cerca a “Daniel” jugando en el mismo equipo.

Los sciolistas replican poco de momento porque su jefe les ordenó callar o, para ser más precisos, repetir textualmente sus lacónicas declaraciones. Cuando comiencen a hablar, podrían rememorar que el vicegobernador Gabriel Mariotto amaneció como un contrapeso interno, un cancerbero impiadoso y terminó siendo un aliado fiel.

En cuanto a la idea de condicionar al candidato para que no se aparte de las líneas fundantes del kirchnerismo si llega a la presidencia, el mayor control o contrapeso está fuera de la fórmula presidencial. Ya se proclamó y ya se sabe. Cristina Kirchner comandará ese control que también ejercerán la militancia K y en general los sectores populares que el oficialismo moviliza.

Los bloques de diputados y senadores nacionales serán otros custodios. Ya se mentó líneas arriba: Scioli dejó hacer en esos armados con el estilo zen que es una de sus características más conspicuas e inexplicables. Son varias, desde ya.


Solo falta redondear la oferta con la aceptación y queda por verse cómo manejará el gobierno ese lapso, breve por definición porque la presentación de listas cierra el sábado a la noche. Conociendo el paño, es lógico suponer que ya hay varios encuestadores de postín haciendo sondeos ambiciosos y express.

El resto se irá develando… no hay por qué apurarse cuando son otros los que manejan las decisiones y la sorpresa. Lo cierto es que la movida dejó reducida a la nada el anuncio de la fórmula PRO en Buenos Aires. Cristian Ritondo acompañará a María Eugenia Vidal, un binomio amarillo puro y porteño hasta la médula como la fórmula presidencial macrista.

Lo que no perdió atractivo ni audiencia en el mundillo político fue el clásico que disputó la Selección. Los celulares ardieron, la tele quedó encendida. Argentina ganó, tiene la cantada clasificación en el bolsillo. Es un equipazo de mitad de la cancha para adelante pero padeció de lo lindo con Uruguay. Las actividades competitivas son así: nunca se puede festejar hasta que suene la pitada final. O hasta que se compute el último voto, si volvemos al tema central de una historia que cobra ritmo vertiginoso y que continuará.

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Published in: on junio 17, 2015 at 8:18 pm  Deja un comentario  

Edgardo Mocca : Enseñanzas de un declive

 

La trayectoria de Sergio Massa desde el esplendor alcanzado con su triunfo electoral de 2013 hasta su creciente soledad política actual merecería una mirada diferente de la que ofrece la abundante chismo-politología que circula entre nosotros. El tigrense había quedado colocado, hacia fines de aquel año, en un lugar estratégico donde parecían confluir todos los deseos –transformados, como siempre, en pronósticos políticos– de la opinología corporativa. Hasta el propio Macri, en aquel reportaje en que habló por primera vez del “círculo rojo”, empleó esa expresión para designar a los poderosos que habían ungido a Massa en su candidato.

La inclinación primera del bloque de poder dominante hacia el candidato victorioso de las legislativas de hace dos años es muy fácilmente explicable: el ascenso de Massa equivalía a un proceso irreversible de vaciamiento del liderazgo de Cristina Kirchner, a partir de un curso considerado inevitable de migración masiva de los respaldos de la Presidenta en la estructura federal del justicialismo. Solamente hay que imaginar cómo hubieran sido los dos últimos años políticos argentinos si esa fuga de apoyos se hubiera verificado, si la liga de gobernadores peronistas se hubiera partido en dos. Hace mucho que la derecha argentina trazó el diagnóstico del derrumbe de la experiencia kirchnerista, basado sobre tres pilares: las operaciones financieras de desestabilización, el desorden callejero y la discordia peronista. El resultado de la confluencia de esos tres procesos era el escenario ideal de la ingobernabilidad, lo que fue siempre y sigue siendo el recurso necesario para el doble propósito de fundar la racionalidad del ajuste y el regreso a la ortodoxia, además de generar un duro escarmiento para cualquiera que quisiera intentar una nueva aventura “populista”.

Y lo cierto es que a la ilusión massista no le faltaban argumentos y hasta “teorías” ampliamente divulgadas por la politología predominante entre nosotros. Sin reelección y sin una sucesión clara, con un candidato alternativo joven y muy audaz para el marketing político y una estructura justicialista fatigada por la conflictividad política y deseosa de un giro hacia la moderación, se componía el cóctel ideal. Si a eso se le sumaba otro proceso considerado igualmente inevitable de estancamiento y desorden económico, caldo de cultivo de protestas sociales incontrolables, estábamos en el camino del plan A de la derecha mediático-política. ¿Por qué fracasó la operación que tanto prometía?

MASSA-ENORSAI

La exploración de las causas nos lleva a la cuestión del liderazgo político. Se trata de una cuestión cardinal alrededor de cuya definición se dividen las aguas de las diversas concepciones de la política. La floreciente industria del marketing político, con sus encuestas, sus focus groups y sus equipos de asesores de imagen –hija dilecta del vaciamiento ideológico de los partidos y la personalización extrema de la política que atravesaron el mundo en la época de su reconfiguración neoliberal– construyó un nuevo tipo de líder. Ese tipo ideal era un personaje atento a la opinión pública, a sus bruscos cambios, un intérprete fiel del “estado de cosas” entendido por tal el seguidismo acrítico de todas las oleadas del humor social en cuyo contenido juega un papel prominente el dispositivo mediático dominante. Es un líder “de opinión”, un traductor fiel del estado de conciencia colectivo; como tal, no usa anteojeras ideológicas ni se empeña obcecadamente en impulsar cambios que esa misma conciencia colectiva no tiene en su agenda. Hay otra versión del liderazgo político, que durante los últimos tiempos fue considerada agotada, como parte de un tiempo político de ideologías y de épicas que nunca regresaría. En este caso, es un liderazgo de convicciones, creador y disruptivo. Para ser un liderazgo real no puede confiar solamente en sus convicciones, pero si las abandona sin lucha será también un líder aparente, limitado a administrar el poder de otros –en este caso el poder económico.

El liderazgo político presidencial fue clave en estos meses de la desilusión de la derecha argentina. No cedió ante el chantaje desestabilizador cuya bandera era el dólar a 20 pesos, recuperó la iniciativa económica, no cedió ante el chantaje de los buitres y mantuvo firme el timón de la estructura federal de sus apoyos. Se mantuvo sereno frente a medidas de fuerza sin programa ni acto público ni declaración, que sostuvieron su importancia a base de complicar el viaje de los trabajadores hacia su lugar de trabajo. Desactivó diversos tipos de conflicto apelando a la persuasión y la negociación. Enfrentó exitosamente la más aguda provocación política montada alrededor del fiscal Nisman, su irresponsable denuncia y su confusa muerte. Claro que el liderazgo no es solamente una cuestión subjetiva, una capacidad del que lo ejerce; solamente es posible si existe una situación social que lo habilite. En este caso había y hay una sociedad que no se deja arrastrar por la idea de que es necesario que todo estalle para que se pueda empezar de nuevo. Y dentro de esa sociedad hay también un sector muy grande que intuye que el país está yendo en una buena dirección.

El peronismo no se encolumnó detrás de Massa. Y de los contados dirigentes que lo hicieron, la mayoría se fue “desencolumnando” poco a poco. No había muchos pronósticos hacia fines de 2013 que adelantaran esta deriva. Más bien, el cinismo político que suele posar de realismo consideraba que la emergencia de un nuevo liderazgo joven, emprendedor y audaz, en el contexto de un justicialismo “disponible” por la no reelección de su actual líder sería el último capítulo del fin de ciclo. Había quienes objetaban esta profecía, recordando el pronto agotamiento del anterior desafío del antikirchnerismo de origen peronista que había representado De Narváez; pero se refutaba fácilmente: entonces todavía había reelección y el candidato triunfador no podía ser candidato a presidencia porque no era argentino de origen. Es decir una respuesta plenamente circunscripta a un régimen de argumentación pragmático-cínica. Toda esta ilusión giraba en torno a una mirada sobre el kirchnerismo que lo reducía a un accidente histórico casual, un simulacro, un malentendido que no tardaría en aclararse. Y el sepulturero de esta confusión fugaz tenía que ser el mismo movimiento del que había nacido: el peronismo, pasados los temblores de la crisis de hace poco más de una década, volvería a constituirse en el garante de una Argentina normal, alejada de veleidades bolivarianas y apelaciones trasnochadas a las tres banderas históricas. Cuando los gobernadores hicieron las cuentas, no les dieron el mismo resultado que a sus pragmáticos consejeros de las grandes corporaciones. El resultado más elemental es que durante los años del malentendido peronista tuvieron crecimiento, inversiones, mejoramiento de las infraestructuras provinciales y todo esto les valió una más o menos tranquila reproducción de su poder político. El simulacro transformador no se dedicó solamente a desafiar ideológicamente a los saberes convencionales de economistas y politólogos, produjo resultados en todas las facetas del accionar gubernamental. Los produjo, en muchos casos, después de persistir largo tiempo en enfoques que se mostraron equivocados; los produjo sin una hoja de ruta claramente preconcebida y, en muchos casos, esos productos (la ley de medios audiovisuales, la reestatización de los fondos jubilatorios, la recuperación de la mayoría accionaria de YPF) fueron la chispa que brotó del combate por el poder. Pero el hecho es que la conducta política de los referentes provinciales del justicialismo les asigna notoriamente un gran valor.

El ocaso (provisional, claro) de Massa modificó críticamente la escena preelectoral. El oficialismo terminará viéndose las caras con la expresión más franca de la derecha argentina, el macrismo. Mientras se escribe este comentario, no ha terminado de decidirse la situación electoral del gran triunfador de 2013; sus operadores siguen gestionando el bote salvavidas de la candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires y el macrismo sigue mostrándose en la línea trazada por el consultor-ideólogo del partido de no conciliar con la vieja política, sin que se sepa cómo encaja en esa consigna la alianza con el radicalismo. Es decir, en líneas generales el peronismo está casi entero en el FpV. La decisión peronista se juega dentro de la interna del oficialismo. Una vez más los pragmáticos y “antiideológicos” juegan sus cartas. Dan por sentado que las internas las gana Scioli y/o meten miedo con un eventual triunfo de Macri en las generales si Randazzo gana la interna. Una vez más las “certidumbres” del emporio mediático se cuelan en la discusión del oficialismo. Una vez más la apelación al peronismo del orden y del diálogo. Una vez más la falta de fe en el proceso transformador que se desarrolla en el país, como parte de un cambio de ciclo en amplias escalas internacionales, y la apuesta al mal menor. Si los pragmáticos tienen como preocupación el futuro del peronismo, harían bien en revisar las cuentas de estos años: hacía mucho que no se veían multitudes de jóvenes con emblemas de ese movimiento llenando las calles del país.

Fuente texto: pàgina12.com.ar

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Published in: on junio 8, 2015 at 3:19 am  Deja un comentario  

Sandra Russo : No matarás

La conciencia por asalto, como el cielo. La conciencia como una dentellada. La conciencia está ahí, apenas detrás del velo que durante siglos ha nublado los ojos y los corazones de hombres y mujeres que creyeron cuando eran niños lo que se les dijo sobre ellos, sobre ellas. La cultura es en su base eso que nos relatan en la infancia, y que creemos y que luego enseñamos a nuestros hijos. Esto está mal. Esto está bien. Esto es así. Esto no puede ser. La cultura es la que funda esas certezas, que tantas veces están rotundamente equivocadas, o asentadas no en la verdad, sino en el miedo. Y no se trata sólo de la cultura judeocristiana, si a las mujeres chinas les deformaban los pies para que fueran bellos, y si a las mujeres de algunos países de Asia y Africa les cosían la vagina o les cortaban el clítoris para que desconocieran el placer. La humanidad entera tiene una deuda de conciencia en relación con su propia mitad, que somos las mujeres.

“Ni una menos” es una aspiración o una exigencia o un grito que ya se puso en marcha en la Argentina. Nada nos hacía esperar, después de tanto tiempo de insistencia, que una convocatoria surgida de un grupo de periodistas y activistas de género iba a correr como un reguero prodigioso de buena voluntad entre hombres y mujeres, y que a la enorme mayoría de quienes escucharon y adhirieron a esa consigna la acompañara el buen tino de hacerla transversal y preservarla de debates pequeños, infinitesimales ante las voces que nos faltan porque yacen en su silencio prematuro y permanente, congeladas por un asesinato.

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Ayer fue a ellas, a las que ya faltan, a esas cuyas muertes fueron en lo privado, una revancha o un arrebato impotente, y en lo público una mercancía informativa, a las que la multitud honró. Pero las destinatarias fueron las que viven y peligran. Las que hoy sufren golpes, amenazas, humillaciones, descrédito, psicopateadas, insultos, indiferencia. Las que pueden ser asesinadas mañana. “Ni una menos” señala todo lo que falta por hacer, en un país en el que como ya todos sabemos –eso de lo que ya somos conscientes–, cada 30 horas una mujer es asesinada por un marido, un ex marido, un novio, un ex novio, un hombre conocido que descarga su furia sobre ellas. No es una problemática doméstica. El femicidio cunde en este continente, donde el machismo sigue siendo confundido con lo normal.

Pero una expresión tan multitudinaria y abarcadora, una manifestación –qué buena palabra para volver a ella a propósito de la marcha de ayer– tan clara en sus planteos, tan punzante frente al velo que todavía cubre la conciencia de buena parte de la población, fue inesperada y acaso por eso tan visceral. No podemos seguir asistiendo a este festival de muertes femeninas sin la revulsión que se manifestó ayer, en paz, sin falsas puebladas, sin regresión cultural. La marcha por “Ni una menos” expresó a una sociedad con pilares sanos y democráticos. Hubo tanto hombres como mujeres. Hubo madres y hubo niños. Hubo parejas. Hubo organizaciones. Hubo independientes. Hubo remeras estampadas y carteles hechos con marcadores o lápices. Hubo chisporroteo político pero madurez para acordar que “Ni una menos” sólo puede ser el resultado de un trabajo de hormigas culturales que desparramen por la faz de la Tierra que a las mujeres se las ama o se las olvida o se les discute o se las seduce o se las evita, pero no se las mata. Es el “no matarás” cultural que tenemos que desarrollar juntos, entendiendo que las frustraciones masculinas pueden tener muchos destinos, pero jamás el cuerpo de una mujer. Y entendiendo también que esa violencia que termina en femicidio no sale de la nada ni brota por generación espontánea o como un acceso de crueldad sin explicación. El femicidio tiene explicación. Y empieza a germinar ahí donde el cuerpo femenino es una cosa para ser consumida, ahí donde el cuerpo de una mujer es mercantilmente separado de su ser, y expuesto, visto, percibido como un envase que puede ser usado para el propio placer o como basurero de la personalidad de otro. El femicidio empieza a germinar ahí donde un hombre o una mujer creen que los varones tienen preeminencia o supremacía sobre las mujeres. Que su punto de vista importa más, que su voluntad tiene más peso, que sus cualidades son mayores. El femicidio arranca en ese malentendido cultural que como nación hemos decidido colectivamente condenar. Puede ser una anécdota si se diluye, o una refundación de nuestra idiosincrasia. Para esto último, hay que seguir insistiendo.

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Published in: on junio 5, 2015 at 1:10 am  Deja un comentario  

María Pía López : Ni una menos: aquelarre y algarabía

¿De qué modo los rumores se constituyen en grito? ¿Cuándo cuaja, como una alquimia precisa, una preocupación dispersa en un acto común? Fue la preocupación de la sociología en todos sus tiempos pero especialmente en el más rotundo de sus comienzos: el análisis que Emile Durkheim emprendió de los hechos sociales. ¿Cuándo algo excede las voluntades individuales o su suma, para tener una objetividad distinta, adquirir una realidad propia? Si la sociología se desveló por esto, la historia procuró sus explicaciones y para cualquier político es el horizonte último de sus estrategias: que las corrientes profundas de los ánimos sociales se encuentren con aquellos valores que él sostiene o con su propia persona como representante. Como espectadora tenaz de esos hechos –a veces recorriendo las calles para husmear qué afectos las recorren; otras, abismada en los periódicos o en las redes–, pero más como escritora, es decir, como insistente productora de discursos que son arrojados, de distintos modos, a la esfera pública, me pregunto por esa alquimia sin llegar a comprenderla. O sabiendo que, aunque nos volvamos expertas en explicarla, a la hora de producirla siempre seremos brujas medio atolondradas.

O brujos que dan manotazos en el aire a la hora de atrapar al colibrí de la movilización popular. Basta recordar que mientras decenas de miles acompañaron un 18 de febrero el acto de memoria por el suicidado fiscal Nisman, un mes más tarde –y habiendo mediado una serie de descubrimientos sobre el modo en que el occiso dispendiaba recursos públicos y entorpecía su propia investigación– dejaron solos a los organizadores y a los medios que irradian su insistente apología. Ni siquiera los gabinetes de marketing más osados logran inventar un acontecimiento. En todo caso, producen una expresión o una imagen que condensa algo que flota en el aire, que se dispersa en lo múltiple. Mucho dijo sobre esto Ernesto Laclau, perseguidor de sofisticadas explicaciones teóricas para llegar al corazón intenso de la política.

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Si Ni una menos fue grito de un puñado de lectoras hace un par de meses, hoy se convirtió en un territorio profuso, en el que coexisten retóricas de distinto tipo, inteligencias diversas, apuestas políticas no sólo heterogéneas sino contradictorias, tenacidades militantes y organizativas, novedades tecnológicas, compromisos feministas y pericia en medios de comunicación. Cuando esto ocurre es porque la frase vino a nombrar una preocupación dispersa que tiene un hilo común, pero que se va tramando con otros bien diferentes. Diría: Ni una menos, como slogan y llamado nombró un estado de ánimo colectivo, el rumor social de la preocupación ante cada mujer desaparecida o asesinada.

Circuló el llamado por las redes: en Twitter se le puso fecha a la convocatoria con la frase que ya estaba instalada en facebook. Así como hace décadas alguien como Eliseo Verón pensaba que la puesta en escena televisiva construía el acontecimiento mismo, hoy los entusiastas de las redes las nombran como origen y fundación. Pero estamos más bien ante algo desviado: es muchísimo lo que se dice, anuncia, solicita y despliega en las redes; si esto cuajó es porque había algo que lo preexistía, una conjunción entre ánimo social y trabajo minucioso de los grupos de activistas que venían, con empecinamiento necesario aunque tantas veces desoído, tratando de llamar la atención sobre la cuestión. Que exista la categoría de femicidio, que permite diferenciar estos crímenes de otros, y su registro necesario para realizar efectivas políticas públicas– es parte de esa tenacidad que no vive solo en las redes.

Ni una menos condensó, pero una vez lanzada la consigna a la escucha pública volvió a dispersarse, a adquirir nuevos sentidos, a conjugarse de otros modos. En el momento de la condensación todo parece un aquelarre, grupo de brujas ante un caldero hecho de teléfonos móviles y dispositivos varios para comunicarse al instante; en el de la diseminación sucede algo del orden de la algarabía: la alegría de lo polifónico pero también su confusión. Echada a rodar, la frasecita tiene distinta suerte: desde ser cartel que engalana una fuerza policial o un conductor de televisión experto en alimentar con cuerpos femeninos las fauces del espectáculo televisivo, desde eso a ser caja de resonancia para que familiares y deudos de víctimas puedan gritar su desdicha y su combate o grupos feministas aliar la consigna con persistentes demandas, como la del derecho al aborto. Basta recorrer las redes para ver esta diseminada diferencia y percibir que la circulación de la consigna funciona para generar un campo de circulación de los temas que hacen a la autonomía femenina. Ni una menos tiene un tono, entonces, según quién la pronuncie. La voz común que se conjuga como grito es el Basta a la violencia que se ejerce contra la autonomía y el cuerpo de la mujer. Al mismo tiempo, es diferencia que se expande, porque hay quienes creemos que la violencia tiene muchos rostros y grados y hay un conjunto de libertades por las cuales pelear y no sólo el derecho a la vida, y hay quienes piensan al femicidio casi como una cuestión de inseguridad. Hay política, creo, cuando lo común aparece aún como rasgo interno de la dispersión, como práctica de síntesis en lo heterogéneo. Ni una menos está corriendo esa suerte y mañana habrá actos en setenta ciudades argentinas, y habrá en esos actos imágenes y asociaciones que serán dispares y en esa disparidad encuentro un modo de la felicidad: cuando la frasecilla no se pronuncia en una sola cadencia sino que nombra un pacto o un umbral, el instante de condensación en el que reunimos lo diferente. Imagino una plaza con muchas banderas y muchas consignas y también con muchas personas que no acostumbran ir a movilizaciones pero que esta vez sienten la urgencia de pensar, con otras y con otros, modos de preservar la vida y de hacer justicia.

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Published in: on junio 2, 2015 at 6:36 pm  Deja un comentario  

Hernan Brienza : Circunscribir al ¿»enemigo»?

Quizás una de las principales rupturas que deba hacer el peronismo (¿esencialista?), a más 30 años de democracia, sea el de abandonar el excesivo amor por Carl von Clausewitz; remarco el «excesivo» porque, quien conoce la naturaleza de la política, jamás podrá desprenderse de la seducción que genera pensar la política como continuación de la guerra por otros medios y/o viceversa. Herencia, claro, de la condición castrense de Juan Domingo Perón, evidenciada en su imprescindible manual de estrategia político-militar titulado Conducción Política –quizás, junto al Plan Revolucionario de Mariano Moreno, uno de los textos más sólidos de la praxis política criolla como recuperación de El Príncipe, del buen Nicolás Maquiavelo (reinterpretado por Antonio Gramsci)– el peronismo, en términos generales, continúa pensando la política, en democracia, con lógicas provenientes de la estrategia militar.

Es necesario aclarar que esta cualidad no puede ser valorada sin contradicciones. Si bien, a priori, generaría una praxis política de baja densidad democrática en algunos aspectos, también genera una razonable disciplina interna, un alto nivel de cohesión, concentración en los objetivos, liderazgos claramente reconocibles y una maquinaria política aceitada que lo hace un jugador altamente competitivo en la arena de la acción pública. No es simplemente por su concepción militarizada que el Movimiento Justicialista –no pensar esta denominación como mero sinónimo de peronismo– se ha convertido en el partido político hegemónico. Y, sin dudas su mejor virtud es la concepción estratégica de su pensamiento, lo que le permite ejercer un pragmatismo alejado de toda dogmática y una gran capacidad de diálogo con la sociedad en las diferentes etapas históricas.

«La Gran Batalla Cultural no se da en los sectores populares y en los sectores medios sino en las elites dominantes».
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Quizás el núcleo duro negativo de su concepción militarizada sea la lógica de Amigo-Enemigo que anida en su vientre. Producto, obviamente, de su propia aparición, esa cosmogonía se fue encapsulando en sus 70 años de historia, debido a la brutalidad con que ha sido tratado por las fuerzas supuestamente democráticas de la sociedad argentina. En los 70 años de historia, el peronismo (esencialista) ha gobernado 21 años (1946-1955 y 2003-20015), ha sido desvirtuado durante diez años (1989-1999) y ha sido brutalmente combatido durante 25 años (1955-1973 y 1976-1983). Durante los períodos restantes (1973-1976, 1983-1989 y 1999-2002) ha hecho lo que pudo y como pudo.

Persecuciones, proscripciones, torturas, asesinatos, censuras, ha sido la medicina con que los supuestos demócratas han intentado «curar el mal del peronismo» de la sociedad argentina. Esa relación traumática ha dejado huellas permanentes en la forma en que el peronista visualiza la política y sobre todo en la forma en que ha caracterizado al contrincante que lo ha hostilizado permanentemente. Obviamente, que el peronismo no ha sido una víctima absoluta sin posibilidad de victimizar al Otro, sobre todo en su experiencia 1946-1955, donde como movimiento de Orden ha cometido algunos actos de autoritarismo, pero sí ha sido quien ha llevado las de perder.

Esta situación ha generado sin dudas una concepción de la Otredad predemocrática. Pensar la política en términos de amigo-enemigo, en términos de blanco-negro, buenos-malos es ejercitar un pensamiento predemocrático donde no pueden anidar las concepciones de la pluralidad ni de la diversidad ni las pragmáticas de la negociación y el pactismo. El kirchnerismo es dual en la construcción de esta lógica. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner niega permanentemente tener esa lógica de amigo-enemigo pero a nadie se le escapa que en el kirchnerismo, en términos amplios, sociales, lo que incluye a su militancia, a sus cuadros medios y a viejos representantes de los ’70, por ejemplo, todavía anida una lógica de trincheras.

Tener un pensamiento dialéctico no significa necesariamente ser binario. La cuestión es mucho más compleja. Y el problema es definir con exactitud dónde está y quién es el enemigo. No es aquel que no piensa como uno, no es el mero opositor, no es el ciudadano común que no comparte el proyecto político del oficialismo.  El enemigo no es ni puede ser jamás el verdulero «libre-empresario» de la esquina o la cincuentona de clase media de Caballito. Nunca un individuo aislado puede ser un enemigo, sobre todo si se trata de un sujeto alienado o desconcientizado. Frente a ellos, el debate, la argumentación, la escucha, jamás la condena esteticista de que quien se siente superior.

¿Cuál es la verdadera batalla cultural de la Argentina? No se trata, obviamente, de la discusión de ideas, de la confrontación de cosmogonías, de concepciones ideológicas, sino del territorio de los valores políticos en el corazón de la sociedad argentina. Pero sobre todo en sus elites. Es en las elites donde es necesario circunscribir al enemigo histórico de las mayorías argentinas. Es el tan mentado «círculo rojo».

El gran problema de la Argentina, como el de tantos otros países capitalistas, son sus elites gobernantes. Nunca gobierno el pueblo, siempre lo hace un pequeño grupo, en términos porcentuales. Cinco mil personas como máximo lo hacen en nuestro país. Los industriales, financistas, agroexportadores, políticos, intelectuales, académicos, empresarios periodísticos, líderes religiosos y economistas con capacidad de tomar decisión e influir sobre la cosa pública no superan ese número.

El gran problema de la Argentina es que sus elites han preferido la mayoría de las veces constituirse como Clase Dominante que como Clase Dirigente. La diferencia entre una y otra está en su fórmula de vinculación con las mayorías. En el primer caso, la elite decide vincularse desde la represión, la explotación y el sometimiento de los sectores subalternos. En el segundo, esa misma elite decide pactar y contener a las mayorías. En este esquema, las elites más lúcidas en la historia han sido siempre las del nacionalismo popular, es decir, el yrigoyenismo, el peronismo, el kirchnerismo. Y habría que estudiar seriamente el salto civilizatorio del primer Julio Argentino Roca con su pacto con la Liga de Gobernadores contra Buenos Aires y frente a la implementación de la Ley de Enseñanza.

La Gran Batalla Cultural no se da en los sectores populares y en los sectores medios sino en las elites dominantes. Las mayorías argentinas deben forzar a su clase dominante a convertirse en clase dirigente. Muchos intelectuales, periodistas, militantes del campo nacional y popular creen que la confrontación, el debate, la discusión es en todos los deciles socioeconómicos. La dirigencia kirchnerista siempre ha sabido que la batalla de todas las batallas se da allí arriba, donde se toman las grandes decisiones, donde se corta el bacalao. Quizás por eso, la dirigencia kirchnerista apostó siempre a un proceso hegemónico con 20 años de continuidad. Porque en esos 20 años sí es posible renovar generacional y culturalmente a las distintas elites de un país.

La clase dominante siempre lo supo. Por eso siempre atacó brutalmente la posibilidad de continuidad del kirchnerismo. Lo que algunos sectores de la oposición mediática llaman estúpidamente «la grieta» no es definitivo ni trascendente. No es en las mesas familiares de los domingos, en las oficinas, en las calles, donde se pone en juego la lógica amigo-enemigo. La principal fractura en nuestro país se encuentra en el descompromiso de la clase dominante respecto de las mayorías. No es posible pensar la Argentina, en serio, sin ese pacto nacional y social tras el que surja una clase dirigente. Con muchos de los empresarios industriales y agrícola-ganaderos, financistas, intelectuales, políticos actuales es imposible e inviable. Pero sin ese Gran Pacto Nacional el 2001 está a la vuelta de la esquina.

Todo lo demás, es chiquitaje.

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Published in: on junio 1, 2015 at 10:11 pm  Deja un comentario